Se reordenará desde el 7 de agosto parte del mobiliario de la Casa de Nariño, cumbre de algunas de las decisiones más influyentes tomadas por aquellos hombres que han gobernado a Colombia —porque en efecto solo hombres han sido—. Sí, varios de los tapices, mesas y sillones propios de los ocho años que tuvo Juan Manuel Santos dentro de ella serán recogidos y luego reemplazados, pero el empalme estético de la mueblería es un acto difícilmente comparable con el empalme político del que es un nuevo gobierno. ¿O podría suceder que las ideas abandonan un lugar cuando su dueño y sus objetos deben marcharse? ¿Acaso hará falta un exorcismo?
El mandato de Santos dejará varios demonios por exorcizar, como días antes había afirmado el “padre Chucho”, a pesar de su inminente retractación carente de creatividad superior. El escándalo de corrupción con Odebrecht y el “me acabo de enterar”; la caída del puente Chirajara junto al “es muy normal que se caiga un puente”. Eso sin nombrar a su controvertida estrechada de manos con Timochenko cuando no se había firmado todavía el Acuerdo de Paz.
Pero de malos espíritus tampoco estará libre el ya presidente Iván Duque. El vínculo innegable con el uribismo; el saludo “muy especial” y “muy querido” de los expresidentes Pastrana y Uribe al rey de España; la elección de ministros, unos de academia y otros de maquinaria.
Sin embargo, podría decirse que la mayor tarea de Duque consistirá en demostrar su capacidad para cargar con esa imagen “jovial” de la que se sirvió bastante bien estando en días de campaña. ¿Qué pasará además con la Colombia sostenible? ¿Y a la equidad de género dónde la va a dejar?, ¿solo en el Ministerio y en la Vicepresidencia, como a trofeos de vitrina?
De Santos a Duque cabría preguntarle a la Casa de Nariño por esa esa reciente obsesión que tiene con escoger a hombres con apellidos de clérigos y monarcas como a sus representantes póstumos. ¿Por cuál debería hacerse un exorcismo?, ¿por el clérigo que se fue o por el monarca que viene?
O, a fin de cuentas, tal vez sobre ella nunca ha recaído ni recaerá la responsabilidad de la elección presidencial. ¿Estaremos listos en ese caso para eximir a la casa de toda culpa y comenzar a contar los demonios que se acumulen dentro de ella, para así terminar exorcizándolos nosotros mismos dentro de cuatro años?
