A los 66 años el expresidente ya debe estar cansado de la política. Pocos han logrado lo que él ha conseguido. Una reelección y superar los 70 % de favorabilidad es un tesoro que ningún mandatario nacional puede presumir. Muchos están convencidos de que es el papá moral de este país. En el Senado estuvo cuatro años siendo el líder de la oposición. En ese lapso de tiempo se preparó para que uno de los suyos ganara la presidencia. Lo consiguió.
Con su ficha de presidente poco o nada podría importarle ser senador. La indagatoria a la que lo llamó la Corte Suprema despeja sus dudas. Si su fuero como congresista lo obliga a enfrentarse con la Corte mejor soltarlo y enfrentarse a la justicia ordinaria en donde se sentiría más seguro. Del delito que le imputan está seguro saldrá impune. No se alarma, todo está fríamente controlado. Los que hablaron con el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve, hijo de un trabajador de la hacienda Las Guacharacas, fueron un par de abogados y probablemente un congresista. Como Samper hace veinte años podrá decir con una sonrisa fresca en la cara, que “todo fue a mis espaldas”. Los otros delitos de los que le acusan y en donde su participación es más visible, como la masacre del Aro, están tan dormidos como el Vesubio.
En el benigno clima de Rionegro despachará el último patriarca. Allí hará alianza con políticos regionales. El reto en dos años es acaparar la alcaldía de Bogotá y lograr la mayoría en las gobernaciones. Me imagino que aparecerá en programas radiales de A.M en lugares tan apartados como Valledupar y Cúcuta y conquistará al electorado pobre de región, el de más bajo nivel cultural, a la que la vida les aplastó el alma.
Si su fuero como congresista lo obliga a enfrentarse con la Corte
mejor soltarlo y enfrentarse a la justicia ordinaria
en donde se sentiría más seguro
Ya, es suficiente. Además, las castañas están cada vez más caliente. Con la rabia que le tiene a Juan Manuel Santos no puede permitir que siga arriba en la única partida que le ha ganado: la de la historia. El premio Nobel va a pesar no ahora, sino cuando se tenga ya la suficiente distancia de los hechos, cuando ya el hombre no sea el que haga los juicios sino la historia. Es mejor salir avante en un crimen menor y del que no habría suficientes pruebas que mancillar su nombre o desgastarse en una pelea con Petro en el Congreso. Su actitud, a pesar de los 68 trinos que publicó en la hora que duró el discurso de Santos en la instalación del Congreso el 20 de julio, ha cambiado. Justo ese día le dio la mano a Victoria Sandino y le dio la bienvenida. Tal vez ya sabía que el llamado de la Corte era ineludible.
El expresidente, no lo duden, saldrá avante. En Rionegro estará más activo que nunca. Sus amigos no podrán estar tranquilos, como su antecesor, Laureano Gómez, es un ajedrecista que nunca pierde, un incendio que no se apaga.