Trabajo todos los sábados desde hace 4 años en Itagüí, como docente de lenguaje en un preuniversitario. Para llegar hasta allí utilizo el metro hasta la estación Envigado. Aquel sábado 7 de julio, entrando de las vacaciones, iba 5 minutos tarde y decidí subir las escalas por la parte vacía, aunque fuera en contravía. Un policía me llamó y no me devolví, decidí terminar de subir y por esa razón me impusieron una multa de 830 mil pesos.
El proceso
Sabiendo que iba tarde para el trabajo, el policía me dice que me merezco un comparendo. Me quedo callado y me lo hace. Primero, me lleva al cuarto que tienen dispuesto los policías en el sistema metro y ahí me retiene 40 minutos, debido a que como era su primer comparendo no sabía bien cómo hacerlo y me quería “aplicar una suave”. Le digo que no es justo, ni el comparendo ni la demora, y me dice que estoy en sus manos y que ya me toca esperar, que paciencia.
Tenía 5 días hábiles para ir a la inspección de policía y rendir cuentas, con la posibilidad de una sanción pedagógica, pero fui al séptimo día por dificultades personales. Lo primero que me dice el inspector es que el tipo de infracción no es condonable con talleres pedagógicos y que de haberme presentado en los días hábiles me hubieran descontado el 50% por ciento. La única solución, en últimas, era el dinero. "Porque lastimosamente así es que la gente aprende, como en Europa", me dice el funcionario pensando que le voy a creer semejante artimaña.
Ante lo injusto de la medida voy a la Personería de Itagüí. Cuento el caso, el funcionario con su ímpetu de autoridad se ríe entre dientes y me suelta esta perla, digna del pantano de su cerdo Estado: “toca pagar, y eso funciona para volvernos más civilizados (¡…¡)”. Hasta luego…
Luego voy a quejarme al metro por permitir semejante arbitrariedad. Me escuchan, se compadecen, casi me siento indultado, hasta que llaman al intendente de la estación. Le expongo mi caso y otra vez, como quien tiene la autoridad absoluta, me dice que es culpa mía, por incivilizado, “eso es para que la gente aprenda, la gente lastimosamente aprende es así”.
Después agoté posibilidades en la oficina de cobro de Itagüí, donde me dicen que eso es absurdo pero que debo pagar, de lo contrario me pueden intervenir la cuenta de nómina. Pido descuento y me dicen que solo se puede financiar con cuotas. Para eso hay que llevar un fiador y pagar 370 mil pesos de más por ser una financiación.
Finalmente vuelvo donde el inspector a buscar una rebaja, no me la da y decido pagar.
El trámite
De la inspección para la oficina de gobierno; de la oficina de gobierno para las cajas de la alcaldía; de las cajas al banco; del banco a la caja; de la caja a la oficina de gobierno; de la oficina de gobierno a la inspección con el recibo de pago; de la inspección al comando de policía a borrar antecedentes.... de allí a meditar y a respirar profundo para no convertirme en un terrorista mental.
Todo esto sin contar que la funcionaria de gobierno se equivocó imprimiendo la factura de pago, y me tocó repetir el laberinto kafkiano que relaté arriba una vez más.
Indignación
Todo esto para ser atracado legalmente. Y la cultura metro orgullosa de su tortura metro. ¿Cómo puede ser que la policía se dedique a molestar a un trabajador con menos del salario mínimo y todo por “civilizarnos”? El policía orgulloso de su labor, reteniéndome delante de los funcionarios del metro que entraban al cuarto y le daban una mirada de “bien hecho, mi policía metro”. Y yo, tarde para el trabajo, maltratado por el absurdo del comparendo, multado y sin posibilidad de apelar. ¿A esto se le puede llamar Estado social de derecho o de una vez decimos: Estado policial fascista, precursor y rata?