Voy a escribir un libro sobre “Lo que no deben hacer los médicos”, dice el dueño de un pequeño restaurante en una bella ciudad de la altiplanicie colombiana. Había administrado hospitales en algunas ciudades nacionales y en el extranjero. Al inicio reaccioné contra sus comentarios. Es tanto el bien que hacemos los médicos, que centrarnos en lo negativo siempre me ha causado escozor. Mas las historias negativas llegan por doquier. He aquí algunos ejemplos: el retraso en iniciar un tratamiento o hacer un diagnóstico preciso; la cirugía innecesaria o incompleta; la consulta sin mirar y menos escuchar al paciente; el tratamiento parcial; la continua negación de servicios; la cesarea por conveniencia; la mutilación del cuerpo humano, por dinero; la opinión denigrando de un colega, y cerremos con la guerra de tarifas, para no ir más lejos. Todos somos responsables por acción, o por omisión, o por un silencio cómplice del que no nos damos ni cuenta. Aún en los actos puramente administrativos estamos involucrados.
Permítanme hoy este escrito para llamar al retorno de los valores humanos. Con solo volver a ellos, solucionaríamos lo que se puede llamar la crisis de la medicina.
El otro día hablábamos con unos amigos de cómo se requieren más profesiones o trabajos enfocados en ayudar y en hacerse cargo del ser humano necesitado. Necesitado en sus condiciones de vida básicas, primordiales. Podríamos revisar lo que hacemos y producimos que no es indispensable, para dedicar tiempo y energía hasta lograr que la humanidad entera tenga condiciones de vida dignas y respetuosas. También aquí existe un llamado al retorno a los valores humanos.
Salud no es solo ausencia de enfermedad,
es tener las capacidades para enfrentar los retos de la vida
¿Por qué reúno estos aspectos al parecer distantes? Porque el uno, la ayuda al necesitado, en el fondo crea salud y bienestar que nos mantienen alejados de muchas enfermedades. Porque al retornar el médico a sus valores humanos, enfocará la ayuda al paciente no solo en su enfermedad, sino en su calidad de vida, en su alegría directa, en su posibilidad de empleo (alguna vez un profesor nos dijo que el médico debería llegar a ser agente de empleo cuando su paciente lo requiriera) y mucho más. Salud no es solo ausencia de enfermedad, es tener las capacidades para enfrentar los retos de la vida. Por ello el médico tiene como deber innato el ir más allá de aquello en lo cual se ha convertido, o lo ha convertido la sociedad, un técnico en reparar cuerpos.
Al tener la medicina un enfoque ético por excelencia, le es imperativo retornar a su accionar tanto en el cuerpo humano como en la sociedad, la antropología, la filosofía, la psicología y el alma, entre otros aspectos. Los programas de estudios en medicina deben volver a la formación verdaderamente integral del ser, en su ambiente total.
Al cultivar el médico su propio ser en lo científico, en el arte, en el pensamiento crítico, en el desarrollo espiritual, hace surgir a la superficie los valores humanos y luchará contra el comercialismo de la medicina y contra las nefastas influencias que lo alejan de su razón de ser.
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Al retornar el médico a sus valores humanos, -como en esta imagen- enfoca la ayuda al paciente no solo en su enfermedad, sino en su calidad de vida. Foto: René Arboleda