En su piel marchita lleva las huellas de las duras jornadas que debió vivir en su labor de proteger y velar por la seguridad de millones de colombianos. Para ello debió soportar la inclemencia del clima y vivir lejos de su familia. “Yo con mis soldados macilentos, caminamos en el barro”, comenta conmovido.
Don Marco Emilio adquirió su amor por la vida militar gracias a su padre, otro héroe de la patria, a quien recuerda con mucha nostalgia. “Mi padre fue soldado de la Fuerza Aérea y del Ejército. Él está en la eternidad hace casi 15 años; mi madre se fue para el cielo en noviembre del año pasado”.
Ya son 24 años desde que entregó su arma y colgó su uniforme de Mayor del Ejército, pero a pesar del tiempo él conserva el mismo amor y cariño por la institución a la que le entregó sus mejores años de vida y de la que está orgulloso.
“A mi Ejército lo quiero mucho porque viví muchas cosas y yo también le entregué mi juventud a mi Escuela de Comunicaciones, a mis amigos”, expresa.
Durante más de 20 años de servicio, don Marco Emilio también se hizo merecedor de varias condecoraciones, reflejos del esfuerzo y dedicación que mantuvo durante su vida castrense. Hoy las rememora sentado en uno de los jardines del Club Militar.
“Me entregaron la medalla llamada de resistencia, la de quince años de servicios y la medalla al Mérito Logístico Administrativo. Siempre he querido mi Ejército y a mi Club, que lo considero mi segunda casa”, manifiesta este hombre de 60 años de edad.
Así como don Marco Emilio Suárez son decenas los militares retirados que, a pesar de los años y de disfrutar de un merecido descanso, conservan su amor y el sentido de pertenencia por la institución en la que aprendieron los valores de ser colombiano y de querer la tierra que los vio nacer.