Lo más relevante en los mundiales de esta ´época es que los jugadores con frecuencia no trabajan en el país que representan, sino en muchos clubes de distintos países. En contraposición, un número creciente, como 14 de los miembros del equipo francés, tiene raíz directa en el extranjero. Los anhelos de valorizar el pase de jugadores incide en la convocatoria y en la alineación, lo cual entra en conflicto con el objetivo de maximizar la probabilidad de ganar, que no necesariamente se logra con los mejores once, porque la articulación entre los jugadores cuenta mucho y porque las posiciones no son rígidas, sino que dependen de la estrategia que defina el técnico para cada partido, según los recursos con que cuente y los del equipo contrario.
Los procesos de eliminación y la primera ronda de calificación en los mundiales tienden a ofrecer un fútbol más bien tedioso, porque el juego no corresponde a una estrategia clara, con la disciplina que solo logra la práctica. Se lograrían resultados más congruentes con las calidades de los respectivos países y un espectáculo más atractivo si se usara el mejor club local de cada país, con el respectivo técnico, como base de los equipos nacionales, y se reforzara con otros jugadores muy buenos, independientemente de dónde sea su lugar de trabajo, pero sin perder el sentido colectivo que caracterice al equipo usado como base. Así, con equipos debidamente conformados, se atenderían las aspiraciones del público, que en últimas es quien pone la plata.
Una lección de los mundiales recientes refrendada en Rusia es la importancia de revisar las reglas. Conviene alimentar marcadores más nutridos, similares a los del fútbol profesional de hace un siglo, cuando se establecieron las normas básicas. Como las condiciones físicas de los jugadores hoy son muy superiores, se debería considerar la reducción del número de jugadores a diez en cada equipo, para así tener más área para cada uno, más gasto físico, menos probabilidad de empate, y más goles. No sería práctico aumentar el área de la cancha, porque los estadios son costosos de ajustar o rehacer. Como complemento, dado que los porteros son mucho más grandes y más ágiles, se debería estudiar el aumento en el tamaño de la portería. Lo más importante, como ha señalado Jaime Klahr, abogado con raíces en Quilichao, Cauca, pero radicado en Bogotá, es mitigar la violencia, que le quita brillo al espectáculo, para lo cual él propone que después de determinado número de faltas se cobre pena máxima por todas las que sigan.
El deporte profesional tiene dos propósitos: atender las expectativas del público y maximizar ganancias para quien invierte. Estos propósitos pueden estar en contradicción en el esquema reglamentario vigente. Por tratarse de una actividad que es oligopolio natural, pues no puede haber número infinito de equipos, trátese de países o de clubes, es importante reglamentarla para traer alegría a los aficionados sin poner en peligro la sostenibilidad financiera. La Federación Internacional de Football Asociación (FIFA) administra las ilusiones patrias de todo el mundo en un deporte muy popular, con estética y sentido de equipo, y tiene el deber moral de enfrentar el reto. Abordarlo puede ser camino para que toda la humanidad aprenda a negociar con el fin de lograr propósitos de más envergadura y cuyas implicaciones desbordan fronteras, como la acumulación de gases con efecto de invernadero en la atmósfera.
