Todo buen abogado —y que los hay por supuesto que los hay— siempre le va a aconsejar que es preferible el mal arreglo al buen pleito. Y es preferible porque los pleitos no solo conllevan un enorme costo económico y emocional, sino que implican un degaste de tiempo, tiempo que puede ser utilizado en actividades bastante más productivas socialmente que la vigilancia permanente del conflicto. Pero dicho lo anterior, el abogado serio y profesional debe intentar lograr el mejor mal arreglo posible.
Se trae a colación lo anterior ya que es preferible, por defectuoso que sea, mantener el Acuerdo de Paz con las Farc, que el seguir el conflicto de manera indefinida con lo que era el grupo narcoterrorista más antiguo del continente. El Acuerdo de Paz contiene deficiencias que se deben corregir, pero también tiene logros, que es necesario preservar.
Posiblemente el mayor desatino de Santos
es haber pretendido que la paz era exclusivamente
un proyecto de su gobierno (casi un proyecto personal) y no un proyecto nacional
Posiblemente el mayor desatino de Santos es haber pretendido que la paz era exclusivamente un proyecto de su gobierno (casi un proyecto personal) y no un proyecto nacional. Dado que la prácticamente la totalidad de los colombianos estamos a favor de la paz, lo que muchos cuestionaban no era la búsqueda de la paz, sino señalar los peligros que conllevaba el hacer compromisos que difícilmente ni el gobierno, ni futuras administraciones, podrían cumplir. El haber dividido a los colombianos entre los que estaban a favor de la paz y los que estaban a favor de la guerra fue de una estupidez supina. La evidencia que demuestra que dicha estrategia era equivocada es que el negociador en La Habana, Humberto De la Calle, sacó en las pasadas elecciones un número insignificante de votos; y que Santos va a abandonar la presidencia con el mayor nivel de impopularidad de cualquier mandatario en nuestra historia.
En relación con el Acuerdo de Paz, Duque —que va a tener el respaldo de muy buena parte de los colombianos— debe tratar de corregir lo que se pueda corregir sin destruir lo positivo. Y para no destruirlo, Duque debe gobernar a través del parabrisas y no del retrovisor. Es decir, debe gobernar mirando hacia delante y no hacia atrás, lo que no siempre es fácil dado que a pesar de tener el parabrisas más de dos metros cuadrados y el retrovisor 30 centímetros cuadrados, es mucho más fácil ver hacia atrás que hacía adelante. Duque y sus asesores deben hacer un arqueo objetivo de lo que reciben. El país hoy nada en coca; la deuda interna y externa está disparada; los compromisos fiscales que adquirió este gobierno van a ser difíciles de cumplir; y el ‘destete’ de la clase política de la ‘mermelada’ va a ser traumática. Pero por el otro lado hay muchas cosas positivas: los esfuerzos en mejorar la infraestructura vial son importantes; los incentivos a la construcción de vivienda han tenido notable éxito; y en muchos indicadores sociales hay notorios avances. Lo que el próximo gobierno debe hacer es profundizar en lo positivo y anular dentro de lo posible lo negativo. Gobernar exclusivamente a través del retrovisor es y puede ser un imperdonable error.