El periodismo es silencio y palabra.
Empieza con escuchar antes de hablar. Silencio.
Sigue con decir luego de pensar. Palabra.
Y sentir siempre y en todo momento.
Es claro, las palabras están vacías si adentro no llevan imágenes.
Por eso el periodismo es una forma de ver el mundo.
El periodismo nunca es objetivo —que me disculpen mis profesores— porque no lo hacen objetos, digo. Nace de sujetos y por eso mismo habrá que reivindicar la subjetividad. Eso, claro, no es lo mismo que traicionar la verdad, la veracidad, la búsqueda de las verdades tantas veces incómodas que necesitan ser contadas para darle norte a la brújula y dibujar el mapa cierto de la realidad
Cuando llega el día en que los periodistas le recuerdan a todos los demás oficios que es El Día del Periodista (el privilegio de tener en las manos el altavoz) viene bien rendir homenaje a los periodistas de las provincias de las provincias; quiero decir de Colombia adentro, de la Colombia profunda, de ese país inmenso que solo aparece en la portada del periódico nacional cuando una tragedia escribe su nombre. A ellos, los que cuentan cada día las historias invisibles de los lugares invisibles —dando luz donde sólo ilumina la oscuridad de los linderos apartados— es que este día debe rendir homenaje y aplauso. Ellos, los que de día son campesino tendero profesor o sacerdote incluso y que en la noche están en la emisora parroquial es a los que me aproximo hoy porque tantas veces nos dictan cátedra a los que conocimos el aula de una universidad.
Ya lo dije antes: en Colombia suele suceder que Periodismo se escribe con P de Peligro. Cuando la actualidad delega en el periodismo la responsabilidad que debe ser de la justicia te encuentras con que las verdaderas investigaciones exhaustivas son el resultado una unidad investigativa y no del equipo del tribunal y por esa vía la amenaza se convierte en una posibilidad que luego es certeza. En un país complejo donde muchos solucionan sus diferencias optando por silenciar a los demás la palabra es el gran temor de los armados.
Los periodistas deberían, deberíamos, presente tener el gesto constante de los buenos traductores: ese oficio hermoso de ser invisible para que sea la voz de otro la que se escuche. Por eso mismo tantos agradecen la visita de una cámara, de un micrófono, porque ahí está la posibilidad de recordarnos a todos que ellos existen.
La primera forma de la violencia es ignorar deliberadamente al otro. Por eso ese otro levanta la voz buscando ser escuchado. Lo ves claro con los niños más pequeños, para ilustrar este ejemplo. Y ese otro que insistes en ignorar un día vienen con una revolución en las manos intentando lo que podría haberse evitado si al principio de la historia hubieras oído lo que quería decir. Por eso mismo el periodismo es una herramienta de paz.
Como en todo oficio y profesión los hay buenos y malos. Los hay con ideales y ética como constante, con decisión y talante y los hay también con un segundo interés detrás de cada línea que escriben. Flaco favor le hace a este país el hombre de la radio que habla según el libreto del patrocinador, igual en radio, web o televisión.
Y ahora que digo radio, bienvenida sea la mágica explosión de la expresión. Esa que se vive en las radios sin dial, ahí en la web que es la casa de toda posibilidad. Cruzando por allí he visto jóvenes encontrando una vocación y a comunidades enteras reflejándose en ese espejo de palabras que susurra al oído la esperanza de ser y estar vía online. Allí el periodismo ciudadano (prefiero esa palabra antes que comunitario) ha encontrado nido y nicho. Y oportunidad.
En un día en que el calendario nos recuerda a don Manuel del Socorro Rodríguez —considerado el padre del periodismo en Colombia— viene bien tomarse unos minutos para hablar de su prole y de su herencia. Y reflexionar en voz alta sobre el relato de país que estamos escribiendo. Que estamos contando.
Cuando nos preguntamos por la posibilidad de hacer entre todos un país en paz resulta válido preguntarle al periodismo nuestro si está preparado para contar ese país distinto que puede estar por venir.
En Colombia necesitamos menos periodistas cubriendo noticias y más periodistas descubriendo noticias.