Sucedió hacia las 7:00 de la noche. La vida le había regalado ¿quién sabe? con ocho años más de la cuenta. Sí, el cambio de altura, clima, playa y bikinis, seguramente influyeron en ese tiempo extra, muy bien acogido por él, por su esposa y por todos quienes lo conocimos en dicho período de vida. Se nos fue en dos días. Tres días antes estaba preocupado por qué hacer con sus queridas obras maestras, las que lo acompañaban desde lejana ciudad, en sus montañas natales y planeaba a futuro qué hacer con ellas. No la vio venir –la guadaña- sino hasta pocas horas antes. Vivió a plenitud.
Y con plenitud fue planeado todo. Años antes comenzó a pensarse en la muerte. Uno nunca sabe cómo sobrevendrá, pero ante ciertas enfermedades crónicas, de lento deterioro, cabe hacer previsiones. Fueron firmados los papeles de no medidas extraordinarias. Se tuvo en cuenta un médico local que pudiere asistir en las últimas horas, ya que su médico y “ángel” de cabecera, (no es exagerado este adjetivo, para tan humano ser), vivía muy lejos. Se alistaron medicamentos para aliviar el posible sufrimiento. Extensas charlas los prepararon –a él y su familia- en el terreno emocional. Todo paralelo a su lectura, a su Toros, a su Arte, a sus recuerdos siempre listos a ser narrados y a sus espacios de soledad
No todo resultó como se planeó. La esposa fue llevada lejos por circunstancias de la vida y regresó solo unas pocas horas antes, más tuvo esa fortuna de acompañarlo en el momento final. El hijo había regresado a su hogar en otro país, unas pocas semanas antes cuando ni se vislumbraba lo que estaba por venir. La estabilidad médica había sido casi una constante últimamente. El médico local también recibió una invitación -trascendental para él- de la vida, que lo alejó por esos días.
No fue óbice esto para que se volcara en último momento toda una red de apoyo de personas cercanas, amigos, empleados, conocidos, seres expresando su cariño, el que se había ganado en este lugar. Al igual que en las misas de cremación y en memoria, no faltaron las manifestaciones del aprecio obtenido con su característica sonrisa de medio lado, su locuacidad cuando quería y la socialización no tan innata.
Hoy, horas antes de este escrito, su esposa me comparte bellamente las lecciones que él aprendió en estos últimos años. La amistad, la expresión del cariño y la gratitud, fueron esos premios que la vida le dio. Existe un espacio posterior a la muerte, que también puede ser aprovechado por quienes quedamos, como lo es esta hermosa conversación. La muerte no acaba con el deceso de la persona, continúa haciendo presencia, tal vez para que no nos olvidemos de ella y la incorporemos en nuestro cotidiano caminar.
Cuando la vida no nos es segada de un tajo,
tenemos la imponderable oportunidad
de planear detalles acerca de nuestra muerte
Cuando la vida no nos es segada de un tajo, tenemos la imponderable oportunidad de planear detalles acerca de nuestra muerte. Detalles que la harán más fácil, sin duda alguna. Y aún si fuere arrebatada, de improviso, podemos pensar y actuar sobre ella –la muerte- mientras vivimos. Aún sin esperar que nos la anuncien.
Tres etapas de la muerte: el antes, el momento propiamente dicho y el después. No lo olvidemos. Vivir cada una de estas etapas con consciencia, es manifestar el amor pleno.
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