El elegido para dirigir las riendas de Colombia en cuatro años tiene “energías para trabajar el doble”, según él mismo. Duque es profundamente católico y gobernará con la sabiduría que le vendrá de lo alto. Cumplirle al país es su principal propósito, entregando en el 2022 una nación transformada.
El presidente electo ha dibujado cómo será su estilo de gobierno, de hecho 23 días antes de su posesión comenzará a anunciar los integrantes de su gabinete, donde primará la mujer y una nueva generación. Duque y sus asesores analizan decenas de hojas de vida, de las que saldrá solo gente “que le hable con claridad al pueblo”. Es así de simple, los dieciséis ministros deben tener un currículum sin tacha ni sospecha de su solvencia moral, y sobre todo deberán demostrar su amor al país.
Semanalmente el talentoso presidente y su equipo de gobierno estará en las regiones, llevando a cabo consejos de seguridad. El primero será en el Catatumbo, zona limítrofe con Venezuela, a donde Duque llega con toda a “combatir la problemática social”. Los sábados los dedicará el inquilino de la Casa de Nariño a realizar los talleres “construyendo país”, en los que se propone escuchar a los colombianos hasta en el sitio más alejado e inhóspito.
Duque inicia su mandato a partir de un “pacto por Colombia”, para que reine la seguridad, tanto en el campo como en las calles de las ciudades. Sin más especulaciones, sobre los delicados temas de la paz, desmovilizados, JEP y atentados a líderes sociales el presidente electo ha puesto los puntos sobre las ies. Ya está claro que no hará trizas los acuerdos de paz con las Farc. Si se los petaquean son “los criminales que se burlan del pueblo colombiano”, dijo el sucesor de Juan Manuel Santos.
Lo claro que tiene el presidente Duque es que si en este tema hay que hacer reformas, se adelantarán, “porque no queremos que las cosas que están saliendo mal terminen afectando aún más al pueblo colombiano”. Las correcciones que se harían al acuerdo tienen que ver con la reparación del más de 90% de las 8 millones de víctimas que ha dejado la guerra, según el Registro Único de Víctimas (RUV). A decir verdad, los aproximadamente 7.500 hombres en armas y 10.000 milicianos desmovilizados no han pasado la página, no se les ha ayudado “a salir adelante”.
Del mimo modo, la JEP también está en la mira de reformarse, lo cual se deduce por la posición del nuevo gobierno respecto a ese sede de justicia, dada a conocer por el propio Duque a la presidenta de la JEP. Ahora, Duque deberá auscultar y acomodar la postura del nuevo Congreso sobre el asunto. De otro lado, el nuevo gobierno tiene como reto prioritario frenar la masacre de líderes sociales y políticos, protegiéndolos para preservar su vida. En los dos años posteriores a la firma en La Habana, 282 líderes sociales y defensores de DD.HH. han sido asesinados, según la Defensoría del Pueblo.
En la mira, por supuesto, está el crimen organizado, la corrupción, el narcotráfico, el lavado de activos y la impunidad, enraizados en este país andino desde hace mucho tiempo. Esas amenazas, Duque se propone derrotarlas, lo cual se planea llevar a cabo con el aliado número uno, la Fiscalía General de la Nación, que en este mandato igualmente será objeto de una reforma a fin de robustecerla. El elegido presidente viene de EE.UU. con el compromiso de luchar por la reducción de los cultivos de coca. La sustitución y erradicación obligatoria, viene aparejada con el desarrollo productivo de la tierra. La tantas veces anunciada reforma a la justicia, la adelantaría Duque, con el propósito de desterrar el modelo de justicia lenta y lejana al ciudadano que ha imperado por años. Esa reforma será consensuada en primer término con la judicatura, que junto con los órganos de control, serán los primeros llamados a proponer su propia reforma.
Al comienzo de su mandato, Duque promoverá una alianza latinoamericana que se ocupe del tema de Venezuela. La situación de los “hermanos venezolanos”, la atribuye Duque a “la gran indiferencia de los países latinoamericanos” con el tema de Venezuela. Acabaría por “matar dos pájaros de un solo tiro”, pues promueve entre sus colegas del poder ejecutivo latinoamericano liquidar Unasur, que lleva una década de su tratado constitutivo, y que completa el 31 de julio de 2018 un año sin nombrar secretario general, tiene 14 puestos vacantes y no posee dinero para pagar a la diminuta nómina que cuida el imponente edificio sede.
El presidente electo dejó entrever que como primer mandatario de la nación impulsará el emprendimiento, la innovación, la economía verde, la enorme riqueza del país en su biodiversidad. El sector empresarial experimentaría un estímulo en su gobierno, aunado a una política de responsabilidad fiscal que ya se encuentra redactada.
Las protestas en Colombia se reducirían a las velatones, marchas silenciosas y plantones fugaces, debido a que el gobierno que se estrena el 7 de agosto será el “del diálogo social” y la confianza.
En la ejecución de su programa de gobierno el presidente cuenta con el apoyo internacional, empezando por EE.UU. Para Trump, Colombia continúa siendo un socio estratégico. Por su parte, el papel de la vicepresidenta parece ser el de lidiar al partido Farc y a la guerrilla Eln.