Antecedentes: Hubo un incendio en la cárcel Modelo de Barranquilla que ocasiona la muerte por asfixia o quemaduras de al menos doce presos y heridas a unos cuarenta y vimos por televisión el drama de las familias preguntando por la salud de sus allegados privados de la libertad o llevando algo de comida en bolsas plásticas y esperando horas y horas para poder hacer entrega del paquete y garantizar que quede en buenas manos.
Esto ocurre de vez en cuando, lamentablemente, en diferentes partes del mundo y en diferentes sitios de Colombia. Se hacinan cien presos en un habitáculo de tres por dos con un hueco en cualquier esquina para hacer las necesidades y ante la dejadez y el abandono estatal pues parece que no hay forma decente y respetable de manifestarse para la mejora de sus condiciones.
Y ahí vemos la tragedia. Por televisión nos relatan lo ocurrido.
Como siempre, un viceministro de justicia ordena a cualquier subalterno: “vaya a ese antro y elabóreme un informe, detallado, …, hay que tomar medidas” y tras el detallado informe de dos páginas pues los papelitos no pueden tener un futuro diferente a un noble archivo. Las soluciones sólo pueden provenir de una política carcelaria seria, con recursos, y todos sabemos que de eso sólo se habla en elecciones, ante los familiares que acuden a las cárceles con un poco de comida recién hecha en casa.
Y la nueva tragedia se verá en unos meses, varios, los suficientes para haber dejado en el olvido los recuerdos de aquel incendio en la cárcel Modelo de Barranquilla.
Pero, preciso la mañana de los horribles acontecimientos, parece que la esposa del procurador Ordoñez le dijo que era un hombre de pantalones, que no se le caen como a cualquier político, que qué orgullo ser tu cónyuge, que toda Colombia habla de la destitución de Petro y que a ese comunista ateo sólo un hombre de pelo en pecho y con los calzones bien amarrados pudo haberlo puesto en su sitio.
Y con el empuje de un seminarista avezado en las cosas de la vida, entró al penal con sus tirantes bien puestos y esté o no esté dentro de sus funciones, como si el país no estuviera ahogado en contratos sucios que bailan en la impunidad, ordenó una férrea investigación para llegar a los responsables de la situación. Así, en voz alta y con quijada levantada. Y en un rato le echó una ojeada a todo, desde el aireado patio, preguntándose los reclusos cómo así que el asistente del viceministro que viene con cada tragedia a rendir un informe pormenorizado, haya venido esta vez con tirantes decimonónicos acompañado de una bellas señoritas portadoras de llamativos celulares como si estuviéramos en la feria del pueblo y alarmadas por el desorden y la ropa colgada a la vista de todo el mundo.
-Esta vez nos arreglan la vaina, sentenció inocentemente un interno recién llegado al mundo de los malos.