El terror no vuelve a Bogotá, el terror se acentúa, se hace sentir. El terror se incrusta en campos y ciudades de Colombia. El terror está allí, al servicio de quien lo necesite. De la mano de las Bacrim el terror pisa fuerte, intimida, enmudece, silencia voces, corta vidas. De la mano de los señores de la guerra, el terror se enseñorea en aldeas y barrios marginales de la Colombia profunda. El terror político y el terror delincuencial se pasean en carros blindados, van de a pie, en moto o en helicóptero. Tienen todos los medios para movilizarse y actuar. Son los profesionales del terror.
El terror estatal se mueve entre otros tantos terrores. Algunos elementos de las Fuerzas Armadas acompañan a los terroristas. Son parte de su origen y su historia. Políticos delincuentes se sirven de ese terror para conseguir votos. Comerciantes facinerosos y banqueros criminales actúan y se protegen con el terror.
En Colombia la terrocracia es la que manda, la que dirige, la que domina, la que gobierna. Vivimos en una democracia apuntalada por el terror. Siempre he dudado que una cosa así se llame democracia. El terror es nuestra marca de identidad. Es la industria nacional más valorada. Es fuente de empleo. Es la institución a proteger. Si cae el terror, Colombia se desmorona. ¡Que terror!
En una guerra prolongada como la nuestra, aquellos que tienen intenciones de pacificar al país, una de las primeras tareas debería ser acabar con el terror. Para eso sirve una tregua bilateral: para identificar los elementos políticos militares de los actores armados y diferenciarlos de las fuerzas del terror. Si los componentes del gobierno y las guerrillas que apuestan por una paz digna y duradera silencian sus fusiles, entonces lo que siga sonando es pura y llanamente las fuerzas del terror.
Con la beligerancia en su apogeo, los terroristas tienen su cueva donde pernoctar: la guerra y sus desbarajustes ideológico-miliares. El gobierno colombiano, empeñado en doblegar militarmente a los rebeldes, destina toda la energía gubernamental a los campos de batalla y se olvida de las aldeas y los barrios marginales, es decir, deja en manos del terror a medio país. La tregua bilateral sirve para eso, para liberar energías de la guerra nacional y dirigirla hacia la lucha contra el terror y sus miles de tentáculos incrustados en todas partes. La tregua significa manos libres para luchar abiertamente contra Los Urabeños, Los Rastrojos, Los Agilas Negras, las Bacrim, etc, esos grupos que aterrorizan a políticos progresistas, a sindicalistas, a humildes campesinos, a sindicalistas, a periodistas, es decir, a quienes se oponen a los designios de la extrema derecha nacional e internacional.
La tregua, señor Santos. Con los guerrilleros acapamentados y las Fuerzas Militares en sus cuarteles, el terror perderá su abrigo, se podrá identificar con más facilidad y darle el trato que se merece. El sueño de ver a las FARC y al ELN en el Congreso Nacional debatiendo y defendiendo sus ideales antes que en las montañas con sus fusiles será una realidad. Ese es el tema. Los terroristas no están dispuestos a que los despojen fácilmente de su ropaje. Usaran toda sus fuerzas para dinamitar el proceso de paz, y el diálogo en medio de la guerra es su aliado perfecto.
Seguir empeñados en no decretar una tregua armada es hacerle el juego al terrorismo, a esos ejércitos de criminales que asolan campos y ciudades enteras. Una tregua consciente y democrática no es airear a los alzados en armas, tal como lo ve el gobierno. No significa rearme y reclutamiento. Significa adecuar el momento histórico para evitar que el terrorismo termine con el sueño de paz de los colombianos.
Es la hora de la tregua. Es la hora de actuar contra el terror. Colombia se lo merece. Tantos años de terror terminaran por hacer de nuestra patria un país inviable. Y hoy de lo que se trata es de iniciar la construcción de una legitimidad honrada, de una democracia consciente, de un país fuerte y soberano. Pero para ello, tenemos que acabar con el terror. Y la forma de identificarlo y destruirlo es mediante una tregua bilateral. No hay otro camino. No hay otra oportunidad.
@arturopradolima