Pocos son los genios que alcanzan el honor de estar en lo más alto del Olimpo del deporte rey. Desde que la esférica llegó a los pies de los genios nació la poesía del fútbol, la magia, el baile, la puesta en escena. Desde entonces muchos quieren ser los reyes de este hermoso deporte, pero pocos son los privilegiados de ser laureados como los más grandes.
De esta camada de genios podemos mencionar a muchos, pero me reservaré el honor de algunos, pues no solo su gambeta, sus potentes piernas, su colocación, su inteligencia y el lujo con el que tratan el balón son suficientes para estar en el pedestal de los más grandes. Para estar en el olímpico no basta con ser un mago de la esférica, además de esto y de tener gol, capacidad y liderazgo, se hace necesario imprimirle su fantasía al equipo en el que militan, y sobre todo y ante todo ser campeón del mundo. Solo los campeones escriben la historia y se gradúan para subir al Olimpo.
Es por ello que mencionamos tan solo a los siguientes: Zidane, encantador de la redonda, campeón del mundo en 1998, definitivamente un príncipe de la realeza futbolera; Ronaldinho Gaúcho, Rivaldo, Ronaldo y Romario, estos brasileños modernos le imprimieron al gol inteligencia, habilidad y sabor; Romario, que con casi 1000 goles campeón en USA 94, es uno de los delanteros más fríos de la historia; Ronaldo, un fenómeno, mágico; Rivaldo, fuera de serie; Ronaldinho, un chico lleno de magia, capaz de esconder el balón a la vista de sus rivales y el público, su cuerpo elástico era capaz de todo tipo de maniobras y piruetas, de desarmar cualquier defensa y robarse el aplauso del público más exigente. Ellos fueron campeones, están en el Olimpo como expresión viviente del fútbol moderno.
Así mismo, tenemos a: Lothar Matthaus, gran diez de fuerte patada, comandante de los tanques alemanes en Italia 90; Mario Kempe, quien condujo a la Argentina a su primera corona en 1978; Paolo Rossi, que le dio el título a Italia en España 82; Franz Beckenbauer, La jirafa, que le dio el título a Alemania en el mundial que se realizó en ese país en 1974 y es considerado el mejor jugador en su posición de todos los tiempos.
No se puede olvidar tampoco a Maradona, el chico que cautivó al mundo en México 86, le imprimió magia al fútbol y de la mano de él (la mano de Dios), la selección Argentina logró su segundo título mundial; y Pelé, brasileño, campeón del mundo en diferentes ocasiones, de cualidades indiscutidas, considerado el rey del fútbol. Entre estos dos grandes se dividen las opiniones como los fuera de serie, y las cabezas más altas del Olimpo. Para muchos Maradona es el más grande, para otros como yo, es Pelé, lo digo sin pasiones. No todo mortal gana lo que ganó este mago, las copas del mundo de 1958, 1962 y la del 70, sin dejar de lado su autoría en 1282 goles. Él es un jugador sin igual, por eso es el Zeus del Olimpo del fútbol.
La historia deja dos páginas en blanco esperando escribir la historia de Cristiano Ronaldo, Messi y Neymar. Solo el tiempo las llenará con las letras doradas de Pelé y Maradona, o si se relega al libro de los que no ganaron el mundial, páginas donde aparecen Platini, Francescoli, Éric Cantona, Zico, nuestro Pibe Valderrama y muchos otros.