Ignoramos si Duque es un estadista, pero sería un excelente jugador de ajedrez por su habilidad para anticiparse a los movimientos del contrario. Ha llegado a La Casa de Nariño con un movimiento de ficha absolutamente sorpresivo que no cambió la lógica del juego de un Congreso convencional.
Rapidez y audacia, sí, pero también dosis considerables de intuición. Como los buenos narradores, fue capaz de observar la realidad desde un punto de vista diferente al de los otros. Desde ese lugar se advertían las grietas que para el resto de los líderes permanecían tapadas. Una mezcla de ajedrez y magia. Asimismo, si ustedes lo prefieren, una dosis del fútbol practicado por Messi, del que no sabemos si descubre los pasillos por los que se cuela o los abre él mismo al avanzar.
No es la primera vez que Duque nos asombra. Llevó a cabo una jugada estupefaciente cuando recibió el apoyo de Uribe y el Centro Democrático. Quizá no logre arreglarnos la vida, pero dará espectáculo, que es ahora mismo la función principal de la política.
El fútbol no sacia todas nuestras necesidades narrativas, tampoco las series de televisión ni las novelas románticas. El cerebro humano, según el paleoantropólogo español, Juan Luis Arsuaga, es un consumidor voraz de relatos. El señor de la imagen, que mira hacia donde se apiñan los fotógrafos, promete ofrecernos relatos por un tubo. A ver si de paso blinda las pensiones, reduce la desigualdad y ayuda a los empresarios colombianos.