Nunca antes en la historia reciente de Colombia se había presentado un fenómeno electoral tan masivo como el de Gustavo Petro. Haber llenado las principales plazas de Colombia es un hecho sin precedentes en las campañas electorales del siglo pasado y en lo que va corrido de este siglo. “Vine porque quise, a mí no me pagaron”. El prodigio tiene sus explicaciones no solo en las condiciones excepcionales de Gustavo Petro como líder carismático de gran capacidad de comunicación, sino también, y de qué manera, en el dominio de los temas y en la autenticidad de su postura política. Su gran dominio de la dialéctica hizo que en los debates por televisión fuera demoledor con sus contendores, argumentando con un manejo amplio y profundo de los temas más acuciantes del país.
Pero como lo decía, no solo se debe a sus condiciones personales, sino también al conocimiento de las raíces históricas de este país y de América Latina, además de su profunda formación política y económica, no solamente teórica sino práctica, como que su universidad, además de los claustros académicos, fueron las luchas populares que lo formaron para el combate no solamente en las calles y plazas de Colombia, sino también en las montañas con el movimiento guerrillero del M-19, que lo llevó a la participación en la Asamblea Nacional Constituyente, producto de la cual fue la creación de la Constitución del 91, que los gobiernos de la oligarquía dominante se han encargado de volver una colcha de retazos con sus reformas y contrarreformas retardatarias.
Seguidamente brilló como representante y senador de la República en una tarea de valor civil y fortaleza moral, como fue la denuncia de la parapolítica, razón por la cual hoy hay más de un senador de los partidos tradicionales detenidos en las mazmorras del régimen. Fue en este escenario donde se destacó con luz propia y se catapultó como un dirigente nacional, siempre en la denuncia política del régimen, sacando a flote los más aberrantes casos de corrupción.
Las anteriores razones son más que suficientes para explicar la exitosa campaña presidencial que le llevó a sacar 8 millones votos en las pasadas elecciones del 17 junio con el Movimiento por la Colombia Humana, que nos lleva a los siguientes elementos de juicio que consideramos pertinentes: la historia de Colombia ha estado signada como si hubiéramos empezado en el paraíso terrenal con el signo maldito de Caín y Abel. Basta hacer un somero repaso de los diferentes frentes y movimientos populares para meditar en el destino aciago que nos persigue como una maldición.
Para no arrancar con el genocidio cometido contra los indígenas por parte de los españoles en la conquista de América, ni por el asesinato y la traición del Virrey contra José Antonio Galán en la insurrección de los comuneras en Santander, ni por las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, comenzamos con la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, truncada con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, principio de la más terrible violencia conservadora del 46 al 58, que quisieron resolver con la unión de las oligarquías liberales y conservadoras mediante el invento reaccionario del Frente Nacional para aplacar la respuesta de la guerrillera liberal ante la persecución conservadora.
Entonces, ante la exclusión política surgieron las guerrillas de las Farc, el Eln, el Epl y el M-19, que adelantaron sus proyectos políticos con una visión de guerra prolongada, que, mediante la negociación política del conflicto armado, ha venido siendo posible la solución del problema de la guerra, con la propuesta de profundas reformas políticas, económicas y sociales que hagan posible la salida del feudalismo hacia un país moderno.
Mientras tanto, tuvimos la experiencia del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) de López Michelsen, del Frente Unido, con Padre Camilo Torres, de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), de Rojas Pinilla, de la Unión Nacional de Oposición (UNO), con Hernando Echeverri Mejía, del Frente Democrático (FD) con Gerardo Molina, de la Unión Patriótica(UP), con Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, del Nuevo Liberalismo (NL), con Luis Carlos Galán Sarmiento, y, más recientemente, con el Polo Democrático Alternativo, de Carlos Gaviria Díaz y del Partido Verde de Antanas Mockus, experiencias que, con todo su heroísmo y dificultades, con todo su sectarismo y desviaciones políticas, enriquecieron la vigencia histórica de la lucha por la unidad del pueblo.
Ahora tenemos la más grandiosa manifestación de masas que se haya visto durante el siglo XX y en lo que llevamos del XXI. Ha llegado el momento de valorar en toda su magnitud política el alcance y la potencia transformadora de la Colombia Humana, que, junto con la experiencia de los Acuerdos de la Habana, es como el resumen de todas las luchas heroicas del pueblo colombiano en la búsqueda de un camino de masas para las transformaciones democráticas. Por eso hay que ponerle mucha atención y proyección al Movimiento. Tenemos el líder, tenemos el programa, tenemos la experiencia y tenemos la historia, no somos unos aparecidos advenedizos de la oligarquía dominante, violenta, corrupta y corruptora.
Por eso estamos proponiendo aprovechar estos momentos de efervescencia y calor para unir a todos los que creemos en que todavía es posible, hoy más que nunca, la Revolución Democrática por la vía parlamentaria. Para ello es incuestionable pensar que con las solas condiciones personales del candidato es imposible adelantar esta lucha tenaz si no tenemos una organización, por mínima que sea, que le dé disciplina, cuerpo y sentido a la lucha en las próximas elecciones regionales y locales de 1919.
Ni tanto que queme al santo ni tampoco que no lo alumbre. Un exceso de estatutos y de normas constriñe al movimiento, pero una falta absoluta de organización le quita identidad y movilidad políticas. La coyuntura es de una particularidad especial. Los partidos políticos tradicionales están atomizados. Es el momento para que los dirigentes democráticos asuman su papel de orientadores y organizadores del pueblo. No podemos quedarnos sentados en los laureles. Se avecinan grandes jornadas democráticas, y los 8 millones de votos por la Colombia Humana se constituyen en un argumento irrebatible.
Por eso estamos proponiendo un Congreso de Unidad del Movimiento por Regiones y Territorios de Colombia, máximo para el segundo semestre de este año, con el fin de afinar el programa, organizar el movimiento en las Regiones y Localidades, y disponernos a la lucha para las elecciones de 1919. Tenemos que formar los cuadros y los dirigentes que asuman la tarea. Un movimiento de movimientos que se presente con listas unitarias para los Concejos Municipales y Asambleas Departamentales, con el criterio de construir un bloque de poder popular desde abajo, combinando acertadamente la democracia representativa con la acción participativa de la ciudadanía, trabajando activamente con el criterio de lucha masas, resistencia de masas, frente unido, y nada de aventuras.
Aunque el carácter de las elecciones presidenciales difieren en alto grado de las regionales y locales, tenemos que partir del hecho de que en Medellín, cuna del paramilitarismo, arrancamos con una cuota inicial nada despreciable de 210.000 votos, en Bogotá con 1.885 mil votos frente Duque con 1.448.000 votos, en Barranquilla con 243.000 mil votos frente a Duque con 192.000 votos, en Cali con 447.000 votos frente a Duque con 353.000, en Cartagena con 176.000 votos frente a Duque con 131.000 votos, en Bucaramanga con 168.000 votos frente a Duque con 107.000 votos; solamente en Cúcuta ganó Duque con 250.000 votos frente a Petro con 47.000 votos, y en Medellín, cuna del militarismo, Uribe-Duque sacó 693.00 frente a Gustavo Petro con 208.000 votos, de tal manera tenemos una muy buena base para la consolidación y desarrollo de una auténtica oposición democrática.