Nadie hubiera esperado ver al presidente Donald Trump en plena cancha en uno de los partidos de la copa mundo, a pesar de que se juega en Rusia, donde parece tener muchos amigos que promovieron su candidatura de manera más que subrepticia, como se ha venido especulando a partir de las incursiones abiertas por el investigador especial Muller. Y sin embargo, allí estaba Trump, aunque empeloto.
Para quienes lo conocieran no era raro que a los pocos segundos ya hubiera motivado una falta absolutamente irreglamentaria: había ordenado que los niños que cruzaran la frontera con sus padres les fueran separados. Se formaron olas de protesta en el estadio. Las imágenes en grandes pantallas mostraban a niños llorosos soplándose los mocos, en un inmaculado berrinche absolutamente proporcionado a semejante despropósito.
Trump se paró en mitad de la cancha y con todas sus partes pudendas al aire increpó: "Es mi política de tolerancia cero, estoy cumpliendo con la ley".
Alguien que jugaba en esa cancha le replicó, fue el senador demócrata de Oregon, Jeff Merkley: "Esa no es una política de cero tolerancias sino de cero humanidad y no podemos permitir que continúe".
Sin embargo, nada refleja más la infinita crueldad de Trump que el falso ataque con que pretendió meter su gol por el flanco derecho aguilucho: los demócratas serían los culpables y la política persistiría hasta cuando fuera aprobado el presupuesto para construir el muro que separará a México de los Estados Unidos.
Esta barbaridad solo es comparable al siguiente improperio de Jeff Sessions, nada menos que el fiscal general: “Citaré al apóstol Pablo en su decreto claro y sabio en la carta a los Romanos, capítulo XIII: Las leyes del gobierno deben obedecerse porque Dios las ha decretado con el propósito del orden”.
¿Será que eso puede hacerse porque los niños separados de sus padres son mexicanos? Ni tanto. Muchos años antes un caricaturista insinuaba a propósito de obstaculizar las migraciones de los europeos que huían de Hitler hacia Estados Unidos:
”… y el lobo masticó a los niños y escupió sus huesos... Pero esos eran niños extranjeros y realmente no importaba...” La caricatura luce más espeluznante en inglés: “...and the wolf chewed up the children and spit their bones...But those were foreign children and it really didn't matter…”. Chewed puede ser traducido como roído, o como cuando se masca chicle, y en últimas parecería una diversión.
El asunto es mucho más impresionante y de una agresividad sin nombre. Un boletín de New York Times denuncia que a José Demar Fuentes le fue arrebatado de sus brazos su hijo de un año de nacido. ¡De un año de nacido! Alguien pudiera imaginar que a Trump se le separara de su nieta aquella que ya tiene edad suficiente para estudiar mandarín.
El horror de tamaña política no se queda allí. Todo el partido republicano que juega con Trump el mundial, dice en una nota aparecida en NYT, firmada por Simón Romero y Jonathan Martin, intitulada: G.O.P (Grand Old Party), que no le gusta la separación, pero le gusta que haya más "tolerancia cero".
“En los estados fronterizos, los votantes republicanos dicen que la simpatía que sienten por los niños que se han quitado a sus padres se complica por la frustración sobre el flujo de personas de México”. Este punto de vista ilustra el vínculo en el que se encuentran los legisladores republicanos: necesitan conservar el apoyo de los votantes pero también ganar a los moderados horrorizados por la política”.
Eso tiene que ser una solemne mentira. Jamás creeré que algún votante piense así: ponen palabras en sus bocas.
Que los niños estén siendo usados como parte de estrategias diabólicas retequecalculadas para redituar políticamente es algo que conlleva una deshumanización inmisericorde y absoluta de la política. ¿Quién desea seguir jugando en esa cancha?
Obviamente las mujeres, madres al fin y al cabo, se fueron lanza en ristre. Una de ellas tuvo cierta figuración. Fue una bibliotecaria que alguna vez nos dijo que su marido George Bush, nunca estuvo interesado por los libros cuando la visitaba. Su nombre: Laura Bush.
“Vivo en un estado fronterizo. Aprecio la necesidad de hacer cumplir y proteger nuestras fronteras internacionales, pero esta política de tolerancia cero es cruel. Es inmoral Y me rompe el corazón. Nuestro gobierno no debería estar en el negocio de almacenar niños en tiendas convertidas en cajas o hacer planes para colocarlos en tiendas de campaña en el desierto a las afueras de El Paso. Estas imágenes son inquietantemente reminiscentes de los campos estadounidenses de internamiento de japoneses en la Segunda Guerra Mundial, que ahora se considera uno de los episodios más vergonzosos en la historia de Estados Unidos".
Bush castigó eso con un ¡negocio! Y como asunto de ¡guerra! Obviamente tenía que parecerle “inmoral” y debió más que “romperle el corazón”. Expuso que aun siendo prisioneros y adultos japoneses su tratamiento fue vergonzoso. Leyó algo durante su oficio.
Pero si el partido de fútbol dura noventa minutos la cero tolerancia se impuso durante un tiempo tan desproporcionado que hoy el Huffington Post denuncia:
“Drogas psicotrópicas forzadas a los niños: "Los niños migrantes son habitualmente drogados con psicotrópicos por parte del personal que trabaja en nombre de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, según documentos legales. Las denuncias se centran en un centro de salud mental en Texas, pero los abogados afirman que la práctica es generalizada”. Y, además:
“La orden de Trump abandona a niños. La orden ejecutiva del presidente Donald Trump de poner fin a la política de su administración de separar a las familias inmigrantes indocumentadas probablemente no se aplicará a los más de 2,300 niños que ya han sido separados de sus padres, dijo el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Pero eso no impidió que Ivanka Trump agradeciera públicamente a su padre por poner fin a la política de separación familiar que comenzó”.
Se sabe en política criminal que luego de un crimen suceden otros. ¿Hay alguna forma de catalogar cómo Trump somete a su propia hija a semejantes afrentas públicas?
"La verdadera pregunta es si los republicanos se unirán a nosotros para decirle al presidente: 'Ya es suficiente'", dijo Jackson Lee, senador demócrata. "Espero que haya suficiente piedad para hacerlo".
En todas esas estábamos cuando intervino el árbitro. El papa usó el VAR que según la definición de Fifa es un asistente de video arbitraje para “ayudar al árbitro a determinar si se ha producido alguna infracción que impida conceder gol”
“No es fácil, pero el populismo no es la solución", habría dicho Francisco el domingo por la noche.
Muy tibio y casi que políticamente correcto todavía el papa. Luego fue más doctrinal y enfático: “Encontramos a Jesús en el pobre, el descartado, el refugiado. ¡No dejemos que el miedo nos impida acoger al prójimo necesitado!".
Aquí el papa fue al grano. Todo descansa en el terror norteamericano que el porcentaje de latinos siga creciendo hasta que los blancos de la supremacía ya no sean suficientes para ser mayoría. Obviamente el refugiado al ingresar con niños no trae una generación consigo trae dos. Y no tiene de otra. Pero, ¿acaso sus Pilgrims no quitaron todo el territorio a los indígenas norteamericanos?
¿Cuántas infracciones ha estado cometiendo el mandatario con su partido durante su tremebunda administración? Son incontables. Ahora su equipo es castigado con un penalti. Se ha visto obligado a tragarse su engominada soberbia. Cargará con la ignominia pero tal como se comporta este tipo no parece que le importara lo más mínimo.
Pido disculpas fervientes a los miles de millones de seguidores del fútbol por haber introducido este tema tan doloroso e indignante a propósito del mundial. Sin embargo, había estado notado que la arrogancia desproporcionada de Trump estaba pasando desapercibida para la conciencia mundial distraída por el fútbol. No podía aceptar que mañosamente Trump aprovechara nuestro marasmo.
Para ser franco con quienes habrán de leer estas líneas, me gustaría parafrasear al caricaturista y decir a propósito de Trump: "... y el lobo lo royó y escupió sus huesos... Pero aunque fuera un presidente realmente a nadie le importaba...”
No se puede soportar la ignominia de ver niños llorando y traumatizados, drogados a la fuerza, simplemente por obtener el resultado político increíblemente absurdo de chantajear para construir un muro también ignominioso. Eso no es populismo bastardo, es una ruindad.