Todavía los veo jugar en el arenal. Lila está de pie, se ladea al compás de su voz excitante. Su cabello de sol incendia a la Marsella musulmana, mientras que su sonrisa perversa humedece mis amaneceres. En frente de ella se encuentra Chimo postrado en una banca de hierro, su rostro es un espejo de los años no vividos, los arrebatos inocentes de la carne y los finales insospechados. Aquí voy, ahora mismo creo que soy él, Chimo, el pobrecito, así que Lila, me confieso ante ti: solo pretendo hundirme en tu mundo huérfano, de diabla.
—¿Quieres ver mi chichi? —me preguntas con picardía.
—¿Cuanto cobras? —te respondo como un idiota.
—Lo que quieras.
—No tengo nada.
—Sé que no tienes nada… Si quisiera dinero se lo diría a otro —me fulminás sin compasión.
Ahora reflexionamos sobre tu osadía de arena, mi ingenuidad endemoniada y la independencia de Palestina. Extasiada, te montas a un columpio, me guiñes un ojo y sueltas una sonrisa dorada que se embrolla con la tarde. Empiezas a mecerte hacia mí, tus pies quieren acariciar mi rostro. A medida que aumentás la velocidad, tu vestido enloquece con la brisa, dejándome ver ese sol cristalino que tienes entre las piernas, ese fuego virgen que alumbra a mis fantasías. Te siento, Lila, sudas un azufre angelical, hueles a perdición.
Es la primera vez que nos vemos. Me emboba la desnudez de tu imaginación, ese lenguaje despojado de prejuicios sexuales: "Una mujer es distinta, es como un pequeño planeta". Eres un mar que quema, todos los chicos de El Bosque alucinan por tu sexo, tu tía, la loca, también. Chimo quiere conquistar la Marsella que camina por tus venas. Miralo, piel oliva, labios gruesos y cabello crespo. Sabe que tú puedes ayudarlo a luchar contra el odio, a romper las cadenas de la inmundicia social.
Tú y él son los personajes principales de Lila dice, una película francesa que habla sobre la magia del lenguaje, la desfloración del amor y el rencor humano. Se trata de un recorrido vertiginoso por la zozobra que produce el crecimiento, el placer de ahogarse en un ombligo de fantasías. Lila acaba de arribar a un barrio árabe de Marsella con su suspicacia irresistible, Chimo es un poeta hambriento de vivencias inolvidables y Mouloud, el toro ciego, solo se deja llevar por sus frustraciones. Aquí el erotismo comienza como un juego cautivador y asombroso, pero termina reducido a unas puñaladas de resentimiento.
Lila dice es un filme de 2004 que fue dirigido por Ziad Doueiri y protagonizado por Vahina Giocante, Mohammed Khouas y Karim Ben Haddou. Está basado en la novela La voz de Lila, que fue publicada en 1996 bajo el seudónimo de Chimo y que se ha transformado en un referente de la literatura erótica en Francia: "Cuando quise adaptar la novela no me importó quién era el escritor, pero por la psicología con que el autor describe los hechos, estoy seguro de que fue una mujer quien la escribió", explicó Doueiri. La cinta tiene unas actuaciones verosímiles, unos diálogos intensos y una música moderna que sintoniza con el despertar sexual de los personajes. Sus escenas son poéticas, electrizantes. Se llega fácil a una conclusión: la inocencia no es incongruente con la sensualidad.
Para ser sincero, Lila, yo alcancé a pensar que eras una de esas muchachas que mercadean sus sueños, su piel. Pero no, tu solo querías juguetear con mi cara de placer. Así es, fue un engaño delicioso. Ahora advierto que a veces la inocencia se disfraza de perversidad para impresionar a los incautos. Fijate, tu boquita rosada suelta unas procacidades que me hacen sofocar, sacudir. Solo estoy esperando que te subas el vestido, abras tus delicadas piernas y me digas con tu dedo índice: “Ven, ven Chimo”. Viste, tienes razón, mi pantalón se quiere estallar.
Por ahora solo puedo darte estas palabras sinceras que bosquejan nuestras vidas. Lila, estoy vislumbrando tu pasado intrigante, tu voz de niña mala y tu éxtasis elocuente. Mi carne se humedece, beso tu pelvis sin besarla hasta que muere esta noche. Pero finalmente el sufrimiento supera a la pasión, Mouloud se deja conducir de la envidia, quiebra mis propósitos y humilla tu pureza. Me duele tu soledad, siento que el canto de tus ojos huye de mí. Viste, Lila, ya no podré perderme en el infierno de tus labios.