Queridos compatriotas. Les escribo como ciudadano. Admitiré prontamente que siento desazón por la victoria de Iván Duque, lograda principalmente en una estrategia consistente en repetir mentiras, desinformar y promover el odio (como lo hicieron en el plebiscito).
No obstante, daré 2 razones por las cuales siento que el resultado logrado por el candidato Gustavo Petro son 8 millones de gritos que quieren un cambio en nuestra forma de hacer política.
La primera, es que este resultado es una votación histórica para cualquier sector alternativo que se haya atrevido a confrontarse a las maquinarias políticas, a aquellos caciques que quieren mantener su poder a sangre, fuego y mentiras.
Segundo, este resultado refleja la intención de 8 millones de votantes de querer un cambio, de hastío de la política tradicional, de las mentiras, de los miedos y de la manipulación. Además, refleja nuestro empoderamiento como electores y como seres políticos conscientes de la necesidad de proteger nuestros recursos naturales, la vida, nuestros derechos y sobre todo el logro de una Colombia en paz. Todo esto gracias a los acuerdos de paz y la esperanza que sembró en nosotros este proceso.
No es momento de llorar, ni de quedarnos en la tristeza. Ahora queda canalizar nuestros votos, nuestra indignación, nuestro empoderamiento político, de cara a dos contiendas electorales y dos decisiones trascendentales: la consulta anticorrupción que votaremos el 26 de agosto y las elecciones locales del 2019.
La primera, como mandato popular y constitucional, es la forma de manifestar a todos los políticos de cualquier sector, que estamos cansados de la falta de transparencia, del amiguismo, de la contratación a dedo, de la coima y la prebenda.
La segunda será nuestra oportunidad de no solo dar un mandato o expresar indignación ante la corrupción, sino de derrotar electoralmente a aquellos que se quieren perpetuar, que quieren seguir saqueando el erario, y que prefieren mantener su poder político antes de trabajar por el bien común.
