Aviso parroquial: el periodismo en Colombia ha muerto

Aviso parroquial: el periodismo en Colombia ha muerto

"Es lamentable que en nuestro país ya no tengamos líderes de opinión sino mercaderistas, estadísticos mal informados y activistas políticos"

Por: Fernando Botero Valencia
junio 20, 2018
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Aviso parroquial: el periodismo en Colombia ha muerto

Siempre me gustó el periodismo —desde los dieciséis años— porque me parecía increíble ver mi nombre en letras de molde e impreso. Ya después y más grandecito lo comencé a ver con menos fanfarria y con mayor respeto, admiración y mística. Y claro, no me faltaron referentes como Gabriel García Márquez, Daniel Samper Pizano, Raúl Echeverría o Roger Ríos Duque, llamados en sus épocas “cargaladrillos” del periodismo pero con un sello único y auténtico que los pondría en el Olimpo del verdadero periodismo honesto, imparcial y “sin intereses”.

Colombia acaba de terminar una campaña política por la presidencia y está viendo el acta de defunción del periodismo. Como leen, el periodismo nacional acaba de morir y de recibir no tan cristiana sepultura. Cuando creíamos que habían periodistas que merecían respeto y admiración, los acabamos de ver cayendo de sus pedestales como estatuas de arcilla hechas polvo en el suelo, literalmente.

No solo ese periodismo se desacreditó entrando en estado terminal por cuenta de líneas editoriales de sus dueños de forma abusiva, sino también por el mismo egocentrismo de pseudopersonajes que convirtieron cabinas de radio, sets de televisión y páginas impresas de revistas y periódicos en recintos de inquisición contra un solo candidato presidencial; al principio de entre cinco que eran, y al final de entre solo dos que pasaron a segunda vuelta. Trataron de inducir respuestas o confesiones, manotearon y se exasperaron con el entrevistado, además de echar mano de cifras no consolidadas y chismes infundados. Cero periodismo profesional, independiente e imparcial; gavillas al acecho de destrozar a su presa.

Por más repulsa que un periodista tenga hacia un entrevistado o interlocutor nunca debe dejar evidenciar ese sentimiento sino afinar su buen trabajo,como cuando el payaso sale a la pista a hacer reír y recién le acaban de anunciar la muerte de su madre. No debe parecer que el periodista tiene una víctima suya en frente sino a un entrevistado, y ese mal periodismo se dejó ver también cuando una reconocida periodista en medio de su frustración —porque a su debate no fueron los demás candidatos sino uno solo— se desbordó en sentimientos e hizo público su voto por el que sí le cumplió la cita. Como quien dice: hizo de juez y parte; lo cazó, lo guisó y se lo comió. ¿Eso es periodismo?

En Colombia el agravante del ejercicio del periodismo es el hecho que los grupos empresariales son los dueños de los medios de comunicación masivos; y claro eso de por sí es un sesgo poderoso a la hora de fijar posiciones y simpatías políticas donde esta última todo lo pondera, nada se escapa.

Es lamentable que en nuestro país ya no tengamos líderes de opinión sino mercaderistas, estadísticos mal informados y activistas políticos. La gran mayoría de periodistas vendieron su independencia, criterio y objetividad a los dueños de sus empleos. Incluso pienso que de ser casi inevitable esa compra-venta vulgar e indecente de independencia del periodista por sometimiento por parte del medio, debería siquiera existir un margen de negociación para que el comunicador se quede con un mínimo de dignidad en su oficio y en algunos momentos de su quehacer pueda decir esta boca es mía.

Sin embargo, por lo que acabamos de ver en la pasada campaña presidencial, muchos, una gran mayoría de periodistas, disfrutaron del show muy al estilo del circo romano.

Albert Camus, el gran escritor francés, escribió que el periodismo libre debería regirse por cuatro mandamientos: “lucidez, desobediencia, ironía y obstinación”, preceptos que en la Colombia de hoy obviamente son inaplicables.

Lo que quedó muy claro de aquí en adelante, por lo menos para mí y sé que para miles de colombianos, es que nuestra lealtad como seguidores de muchísimos periodistas quedó desvirtuada. Lo que digan, escriban o presenten, según sea el caso, ya no será tenido en cuenta como algo serio y responsable. La reputación del periodismo quedó infectada.

Y por último, no se trató aquí de defender a un candidato en particular y que muchos lectores lo deduzcan; lo realmente importante es poner en tela de juicio una profesión y actividad que influye positiva o negativamente en nuestra vida diaria.

No obstante, como donde hay vida sigue habiendo esperanza, esta mala y equívoca experiencia desde el periodismo colombiano debe servir a las generaciones jóvenes de periodistas que se están proyectando en los diferentes medios para la reflexión de qué periodismo desean ejercer, qué calidad de periodistas quieren ser y qué país quieren ayudar a construir, pues como dijo alguna vez nuestro inolvidable Gabriel García Márquez: “ser periodista es tener el privilegio de cambiar algo todos los días”. Suponemos que lo dijo en el mejor sentido de la palabra, cambiar cosas todos los días para mejorarlas.

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