El extremo centro

El extremo centro

Como dijo Howard Zinn: “No se puede ser neutral en un tren en movimiento”

Por: Andrés Garay H.
junio 15, 2018
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El extremo centro

La mañana en que Fajardo anunció su intención de votar en blanco, los periodistas de los programas radiales de Caracol, RCN, y Blu radio adquirieron un tono de celebración. Ya sabían que ese era el golpe definitivo porque su candidato era casi seguro presidente. Encontraron una manera soterrada de hacerle campaña a Duque a través del voto en blanco, y se puso de moda en los medios de comunicación explicar las bondades democráticas de no tomar partido en un medio de la crisis.

Emisoras, diarios, y noticieros elogiaron la decisión de Fajardo y remarcaron la coherencia de sus acciones. Pero, me pregunto, ¿fue realmente coherente? El candidato de la Coalición Colombia intervino en los debates para defender la paz, la educación y medio ambiente, pero cuando llegó el momento apoyarlos seriamente, simplemente renunció. No se puede ser neutral ante la corrupción y la violencia, porque el silencio es una forma innegable de complicidad. Para un hombre público la coherencia con los temas fundamentales y políticos del país es mucho más importante que los gustos personales.

El extremo centro que no toma posición es también responsable por los daños políticos, económicos y humanos de su cómoda neutralidad. La paz, aunque imperfecta, nos ha ahorrado 5.000 muertos según cifras conservadoras, es decir, ha salvado miles de vidas de soldados, guerrilleros, y civiles. Si tuviéramos una democracia fuerte y abierta como en otros países se podrían alternar periodos de izquierda, centro, y derecha pacíficamente, y entonces el voto en blanco sería una opción más, pero en esta crítica coyuntura del país, la declaración de voto en blanco está más que fuera de lugar. La neutralidad podría colaborar —aunque no sea la intención de sus votantes— con la vuelta de la violencia intensa en el país.

La neutralidad es un concepto extraño, uno puede ser neutral en un encuentro Noruega vs Dinamarca —me caen bien los vikingos y me siento cómodo viendo el partido—, pero en un país como Colombia no se puede ser conveniente —me siento incómodo con los candidatos, o no me gusta ninguno—. No es cuestión de comodidad o de gusto personal, tampoco se trata de dos personas en contienda, es más bien una disyuntiva sobre el futuro de los colombianos, no se trata de pensar que es lo que me interesa a mí, sino también lo que le conviene al país, pues ambos destinos están fuertemente entretejidos.

Algunas razones que esgrimen en el centro es que están cansados de polaridades izquierda vs derecha, pero ¿cuándo hemos tenido un gobierno de izquierda? Lo dicen como si lleváramos años alterándonos el poder entre izquierda y derecha, cuando la realidad de la vida política del país en el último siglo ha sido la alternancia entre derecha y extrema derecha. La polaridad es una falsa disyuntiva en el presente, el uribismo es un movimiento vaciado de cualquier ideología, no es un partido de derecha respetable y democrática como en otras partes del mundo, sino un régimen que propone un feudalismo posmoderno, dedicado a la acumulación del poder y al saqueo generalizado y violento de los recursos públicos.

Petro logró unir a los expresidentes que tanto se odiaban y se atacaban, una verdadera gavilla de poderosos articulados para atajarlo. Las adhesiones de Duque fueron a puerta cerrada, instantáneas, basadas en la corrupción y los intereses. ¿Quién podrá defendernos de este monstruoso Frankenstein de la derecha? Armado con pedazos putrefactos del partido conservador y liberal, con un brazo del fiscal Martínez y otro del Mira, con un riñón de Ordóñez, la próstata de Pastrana, las cuerdas vocales de Gaviria, con el corazón de Popeye y con la cabeza del señor de las sombras, esta es una detestable criatura de muchos colores que se alimenta de la ignorancia y el miedo. Una horrenda criatura blanqueada por los medios de comunicación y presentada como democracia liberal.

Las adhesiones de la Colombia Humana muestran a un sector con un mapa político e ideológico alternativo. Los votantes del centro tienen ahora la palabra, es su voto el que tiene mayor poder para inclinar la balanza y abrir el panorama político del país.

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