El rechazo del Club Campestre de Medellín del ingreso a sus instalaciones de Gustavo Petro fue un mensaje que las élites políticas y económicas quieren conservar en el statu quo del país. Una postura clasista que resume un problema estructural de racismo y discriminación de ciertos círculos de las élites en contra de las clases emergentes en el país. Un asunto que sintetiza la voz de un amplio sector del poder político y económico del país, que se oponen a que las fuerzas alternativas lleguen al poder.
El hecho que toda la clase política tradicional y clientelista, salpicada por los más sonados escándalos de corrupción y varios con vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico estén respaldando a Iván Duque. Igual que la clase empresarial y los grandes medios de comunicación como El Tiempo, las cadenas radiales de RCN, Caracol Radio, Blu Radio y la FM Radio, entre otros, es un mensaje claro que las clases dominantes que llevan dos siglos en el poder quieren seguir conservando su hegemonía.
Han centrado sus críticas contra Petro en una serie de falacias que sus propuestas son un salto al vacío, que va acabar con la propiedad privada y que va a llevar al país a la ruina. Las reformas que plantea Petro son las que necesita Colombia para reorientar su desarrollo económico y pasar de una economía extractivista de minerales a una economía basada en una revolución agrícola e industrial.
La reforma agraria que está planteando es similar a la que formó el Partido Liberal en 1936, para adecuar la economía colombiana a los cambios que se estaban abriendo paso en el mundo. Las reformas que plantea Petro no son reformas para convertir a Colombia en un país socialista, sino para modernizar el Estado y la economía. En otras palabras, son reformas liberales dentro del modelo económico capitalista.
Pero con la campaña de mentiras, se oculta que son necesarias y urgentes, dado que somos uno de los países más desiguales del mundo, el 10% de los más ricos en Colombia, se quedan con la mitad del PIB, mientras que el 10% más pobre sólo tiene el 0,6%. Somos un país, donde el 1 % de la población controla más del 50 % de la riqueza nacional.
Por lo tanto, la alianza de los principales partidos políticos tradicionales alrededor de Iván Duque busca sostener el statu quo. En consecuencia, reeditan una especie de Frente Nacional, el acuerdo político de los partidos liberales y conservadores, mediante el cual se repartieron el poder de 1958 a 1974. Acuerdo político que excluyó a otras fuerzas políticas y en parte ayudó al nacimiento de las guerrillas: las Farc, el M-19 y EPL. Las tres primeras desmovilizadas y el ELN, el único movimiento guerrillero activo.
Por consiguiente, alrededor de Duque, nace un nuevo Frente Nacional de la alianza partidista de los expresidentes Álvaro Uribe, Andrés Pastrana, César Gaviria y Germán Vargas Lleras, congresistas y excongresistas de los cuatro partidos. Su apuesta es conservar su hegemonía. Por eso han dejado atrás sus diferencias políticas atrás, porque su meta es no dejar llegar al poder a las fuerzas políticas emergentes que representa Petro.
Su estrategia se sustenta que lo que dice Petro es un salto al vació y que va a convertir a Colombia en otra Venezuela, pero ocultan las estadísticas sobre la cruda realidad de la pobreza que vivimos en el país, donde el 52% de los colombianos viven en la pobreza, el 20% en la indigencia y más de cinco millones se acuesta diariamente sin comer.
Según la Unicef cinco mil niños mueren anualmente por desnutrición, en un país, donde el 1% de la población más rica es dueñas del 71% de las tierras y el 62% de los jóvenes del campo solo un 2% accede a la universidad. Entonces, cuando Petro dice que va a liderar las reformas estructurales para acabar con las desigualdades y la pobreza, las califican de populistas.
Es evidente que la alianza de todas las fuerzas del establecimiento contra Petro han puesto estas elecciones dentro de un contexto de la lucha de clase entre ricos y pobres. A Duque lo respaldan las clases altas de los estratos 4, 5 y 6 (los ricos). En cambio, la fortaleza de Gustavo Petro está en los estratos 1 y 2 (los pobres). La disputa se concentra sobre quién logra en esta segunda vuelta conquistar el voto de la clase media urbana del estrato 3 de las grandes ciudades. Son los que tiene la llave del triunfo de cualquiera de los dos candidatos.
Por lo tanto, la campaña se ha agudizado en los antagonismos entre clases sociales, pero se matiza con otros tipos de discursos del miedo y el terror que Colombia se convierta en otra Venezuela. Algo similar ocurre en México con la candidata de Manuel López Obrador, una estrategia del establecimiento de Colombia y México que se oponen que las fuerzas sociales excluidas históricamente del poder formen parte de las estructura de poder.
Una estrategia de desinformación propia de los movimientos políticos de ultraderecha de criminalizar la emigración y de estigmatizar las aspiraciones de las clases populares con discursos xenofóbicos y de populismos, porque encarnan una visión de Estado diferente. Ese tipo de políticas se observan en Europa, en Estados Unidos con Trump y en América Latina y África.
La unión de todo el establecimiento dentro del ámbito de los intereses de las élites políticas y empresariales poderosas contra Petro, explica en parte las movidas políticas por el voto en blanco de los excandidatos, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle. No se suman a ningunos de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta, pero su decisión de votar en blanco facilita el triunfo del candidato del establecimiento.
Pese a que las fuerzas alternativas de los movimientos políticos la Colombia Humana de Petro con 4.851.254 votos, equivalentes al 25.08% y la Coalición Colombia del excandidato Sergio Fajardo, conformada por tres partidos políticos El Polo Democrático de izquierda, Alianza Verde de líderes de izquierda y de centroderecha y Compromiso Ciudadano, también de centro derecha con 4.589.696 votos, que representaron el 23.73% de los sufragios, sumados derrotaron a la política tradicional colombiana.
Los dos movimientos políticos alternativos, obtuvieron 9.440.950 votos, equivalentes al 48.81%, fuerzas políticas con muchas identidades programáticas por sus reconocidas luchas contra la corrupción, el clientelismo y su defensa del proceso de paz. Fuerzas unidas a la votación que obtuvo el candidato del partido Liberal, Humberto de la Calle, sumaron 9.840.130 votos, equivalentes al 51% de los sufragios. Es decir las tres fuerzas que apoyan el proceso de paz ganaron las elecciones.
Si bien el candidato del Centro Democrático, Iván Duque, ganó nominalmente la primera vuelta con una votación de 7.569.693 votos, equivalentes al 39,14%. Las fuerzas de la derecha que congregaron a las maquinarias electorales tradicionales, opuestas al proceso de paz, obtuvieron 8.975.566 de votos, equivalentes al 46.42%.
¿Por qué si las fuerzas políticas que apoyan la paz, derrotaron a las que quieren hacer trizas el acuerdo de paz no se unieron monolíticamente en una Gran Alianza? La explicación está en que el plan B del establecimiento no fue excandidato Germán Vargas, que logró el 7.28% con 1. 407.840 votos, sino Sergio Fajardo, un candidato que no polarizaba y que lo pusieron como ficha para aglutinar las fuerzas de centro derecha, un personajes con vasos comunicantes con el uribismo. De allí que las encuestas que lo colocaban con el virtual ganador en la segunda vuelta. No esperaban que Petro con toda la campaña de miedo y desinformación que han estructurado en su contra, lograra solo convertirse en un fenómeno político y pasar a la segunda vuelta. Petro no representa sus intereses políticos y económicos. Por consiguiente la consigna es no dejarlo llegar al poder.
Esta es otras de las razones de fondo que explican parte porque el excandidato Fajardo decide no respaldar a Petro, detrás de su decisión política está la clase empresarial que han financiado su carrera política y que son afines al Centro Democrático.
Su movida es un cálculo político que frustra las esperanzas de millones de colombianos que se tragaron el cuento que votando por Fajardo votaban contra la polarización del uribismo, pero se equivocaron es una figura política con bastantes nexos con el uribismo. Finalmente la Coalición Colombia se fragmentó el Polo y Alianza Verde con sus mayores electorales Iván Cepeda, Jorge Iván Ospina, Angélica Lozano, Inti Asprilla Antanas Mockus, Claudia López y Antonio Navarro, decidieron respaldar a Petro y el movimiento Compromiso Ciudadano del excandidato Fajardo votar en blanco.
Indudablemente que la decisión de los excandidatos Fajardo y De la Calle de votar en blanco es porque Petro no representa los intereses de clase, sus jugadas se constituyen en un apoyo indirecto al candidato del establecimiento. Detrás de aquellas jugadas está el poder económico de un amplio sector empresarial y que ha pagado la campaña de desinformación en contra de Petro en los grandes medios de comunicación que lo califican de populistas y de llevar al país al caos.
Las élites han desplegado una poderosa campaña de manipulación con la venezolanización de la campaña del miedo y terror que han opuesto la campaña dentro de un contexto peligroso de lucha de clases. La alianza de toda la clase política tradicional y los grupos empresariales para no permitir que llegue al poder a Petro, puede ser la incubación de un estallido social que puede estar incubando otros tipos de violencia en Colombia. En conclusión: Petro es el héroe de mil batallas y le ha tocado enfrentar una de las peores campañas políticas de xenofobia, extremismo y la estigmatización en Colombia.