Ahora que Duque ha logrado reunir a su alrededor a todos aquellos nombres y tendencias políticas que se le han unido tan apresuradamente para redondear el triunfo en la segunda vuelta, seguramente nunca pensó que todos esos adherentes iban a desfigurar, como lo han hecho, su campaña. Ahora que casi todos tienen la percepción equivocada de que el candidato del uribismo tiene clara su victoria, se nos ocurre pensar que en realidad él no ha logrado reunir a nadie en su campaña, hacia él corrieron como alimañas asustadas todos aquellos que pensaron que no había otra salvación. Y fueron acogidos con los brazos abiertos en medio del júbilo. Y claro, la idea de un solo gran bloque monolítico que impediría que el demonio de Petro les dañaría la fiesta les dio la idea de que todo había quedado sellado y blindado para esperar tranquilos el domingo esperado de la segunda vuelta presidencial.
Es posible que ni a Duque ni a Uribe se les haya ocurrido pensar que el bochornoso espectáculo de César Gaviria rematando por migajas de poder toda la historia del Partido Liberal, luego de traicionar tan arteramente a un hombre de su partido como De La Calle que si bien no tenía solo ninguna posibilidad de triunfo en estas elecciones también es cierto que merecía ser tratado con mayor honestidad y respeto por lo que quedaba de su desmirriado partido dado el gran servicio que le había prestado al país al sacar adelante un proyecto tan espinoso y complicado como el Tratado de Paz con las Farc.
Duque ahora no solo tiene que cargar
con el lastre ingente del pasado de Uribe sino que le toca lidiar
con toda el agua sucia que le suman todos los que se le sumaron
El país no estaba preparado para ver cómo el expresidente enterraba el partido sin pena ni gloria diluido en una masa informe en la que no se distingue un solo rastro político respetable. La aguamasa en la que se diluyó Vargas Lleras luego de su derrota no representa ni aporta ninguna idea importante a esta campaña de Duque. El tremendo desprestigio de Pastrana le sirve para oficiar sin ninguna trascendencia la entrega del Partido Conservador a la espera también de las migajas correspondientes. De tal manera que Duque ahora no solo tiene que cargar con el lastre ingente del pasado de Uribe y de todo lo que se le viene encima legalmente, sino que le toca lidiar con toda el agua sucia que le suman todos los que se le sumaron.
Cómo puede ahora Duque argumentar que su campaña y su proyecto están libres de corrupción si está cercado irremediablemente por grandes sombras de vergüenza y crimen. ¿Qué discurso posible le queda? Pues el de la simple demagogia de la promesa sin sustancia envuelta en el encanto discutible de cantar vallenatos en tarimas por ahí, bailar con modelos en programas televisivos de farándula boba y decir y hacer tonterías populistas en las calles del país. Porque el discurso de fondo que tenía ya no puede articularlo con la promesa de que su gobierno no contará con los corruptos. De que la suya es una propuesta de país futuro. Con razón es que está sacando el cuerpo a los debates que los medios le proponen con Petro.
El candidato de la Colombia Humana, en cambio, habla ahora largamente en medios convencionales y en redes sociales con un reposo y lucidez, con una franca tranquilidad pedagógica, que nos permite entender los alcances más difíciles de su propuesta, poniéndonos ante un panorama creíble de futuro que jamás había tenido el país, y que está a años luz de la molienda de ideas sin peso que es lo que le ha quedado a ese pobre muchacho de Duque, aprisionado como está entre tanto enmascarado. Petro entonces recibe respaldos y adhesiones de importantes personajes de la cultura, del arte, de la ciencia, de la política y de sectores ciudadanos con seria intención de voto, que están claramente en las antípodas de los que se han colgado a la chaqueta de Duque para que los arrastre de la miseria de su verdad de hoy al ilusorio futuro de un cargo y/o de un reencauche político.
Por otra parte, sigo pensando que quienes se aferraron a la figura del voto en blanco para salir huyendo de la realidad que su propio ego les impedía asumir, han quedado en un incómodo callejón sin salida ensayando excusas que se mueven en una muy precaria palabrería que todavía no logra ser un discurso respetable. Qué vaina, no lograron Robledo y Fajardo remontar el reconcomio personal que por distintas razones tienen con Petro. Un gesto que los pone de cuerpo entero en medio de las típicas conductas revanchistas de un país que ha vivido siempre en guerra. Dios no guarde. Mientras tanto votemos por Petro no hay hoy un camino más claro. ¡La madre si no!