En la década del noventa Estados Unidos dedicó parte de su potencial político, económico y militar a fortalecer su influencia en Europa. Su principal adversario, la Unión Soviética, y el llamado campo socialista había rendido sus banderas y traicionado sus principios, el llamado socialismo real había fracasado. Múltiples son las razones de ese infortunio, cuyo análisis lo abordaré en otro momento.
Para Washington era necesario eliminar los riesgos que pudieran poner en peligro su hegemonía en Europa y el desafío venía por Yugoslavia. Había que fracturarla y ello es lo que provocó la guerra interna en Serbia, Bosnia y Herzegovina y Croacia, y luego la intervención militar del gobierno de William Clinton en Kosovo y así el desmembramiento de lo que fue Yugoslavia había que reducirlo a Estados pequeños y subordinarlos a los intereses estadounidenses.
La continuidad de esas guerras de rapiña abrió el escenario a la llamada “primavera de colores” en los países árabes, cuyas consecuencias son bien conocidas: Iraq, Libia y el robo de sus riquezas por parte de Estado Unidos. Ahora luego de siete años de una fracasada guerra contra el legítimo gobierno de Siria, de nada les ha servido armar a un ejército de mercenarios que se dedicaron a masacrar a su pueblo. El otro país víctima de esta ofensiva es Yemen agredido por Arabia Saudita, aliado estratégico de Estados Unidos en la región y el genocidio de Israel contra el pueblo palestino con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea.
Genocidio que avalan algunos gobiernos latinoamericanos porque subordinan su política a Washington, como acabamos de presenciar, violan acuerdos internacionales de la ONU y del Consejo de Seguridad, sobre el tema palestino como Guatemala y Paraguay que acaban de trasladar sus embajadas a Jerusalén siguiendo las órdenes de sus patrones.
En este escenario y por las aventuras neocoloniales de Washington en Europa y Medio Oriente y basado en la aplicación de modelos neoliberales en países tan ricos como México, Brasil, Argentina, Venezuela, Chile, Perú, Colombia y Ecuador, en la década del 90, la administración estadounidense estimó que tenía asegurado su “patio trasero”. Descuidaron su trabajo de poder e influencia en esos países, el modelo económico basado en las propuestas del FMI de reducción del Estado, ajustes fiscales, que provocó profundas y prolongadas recesiones, desempleo, fuga de capitales, desindustrialización de la economía y acomodo a la renta petrolera, trajo como consecuencia el fracaso del modelo neoliberal.
Es en este misma década del 90, con la desaparición de la URSS surgen los conflictos internos en la izquierda latinoamericana, especialmente en los partidos comunistas. El escenario es propicio para la implementación del modelo neoliberal, modelo que llega a nuestra región tardíamente y es muy difícil de mantener por las grandes y graves desigualdades que provoca en estos países, incluso la casi desaparición de la clase media, como en Argentina, la que, junto a todo un pueblo enardecido, derrocó al gobierno de Fernando de La Rúa, quien tuvo que huir bochornosamente por la azotea de la Casa Rosada, en un helicóptero.
El fracaso del modelo neoliberal favorece el surgimiento de una nueva corriente política progresista, democrática y revolucionaria en América Latina, que comienza con el triunfo electoral en 1999 del Movimiento RB 200, liderado por el exteniente coronel del Ejército Venezolano Hugo Rafael Chávez Frías. El juramento, sobre una moribunda constitución, como dijo Chávez en su toma de posesión como presidente de Venezuela, marcaba, un cambio, y así fue, muchos creyeron que por provenir de las Fuerzas Armadas desarrollaría un gobierno de subordinación a Washington, pero subestimaron a Chávez y a las bolivarianas Fuerzas Militares Venezolanas, esas son fuerzas honorables y valerosas que defenderán su patria como lo hizo el Libertador.
Es por esa poderosa razón que esas Fuerzas Militares bolivarianas defienden el modelo político, económico y social que ha escogido su pueblo y cuyo líder ideólogo lo fue el comandante en jefe y presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías y lo continúa victoriosamente el presidente Nicolás Maduro y con el que se enfrentarán los mercenarios que usarán en la anunciada “intervención humanitaria” donde no tendrán que venir a reconstruir a Venezuela como anunció eufóricamente el ministro de Hacienda de Colombia Mauricio Cárdenas cuando públicamente dijo:
“El gobierno está preparado para la reconstrucción de Venezuela, 'el día después'". “Colombia está dispuesta a ser un jugador muy importante en la preparación de ese plan, y está dispuesta a financiar la reconstrucción y lista para ser proveedora de productos para Venezuela, el día después”.
Esta declaración del ministro de Hacienda colombiano, y el ingreso de este país latinoamericano a la OTAN, es una señal muy precisa de que la agresión contra Venezuela está en camino, las decisiones de los países del Grupo de Lima y de la Unión Europea de desconocer la legitimidad de las elección en Venezuela y vender la idea de que es un Estado Fallido, así como aplicar sanciones económicas y financieras están en consonancia con los anuncios de Estado Unidos de aplicar la Doctrina Monroe, el momento, el cómo y el cuándo, pueden estar relacionados con quien es el ganador de las elecciones en Colombia, si el candidato de la paz Petro o el de la guerra el señor Duque candidato de la extrema derecha uribista y del bipartidismo estadounidense.
Otros obstáculos, ya eliminados para favorecer la agresión, han sido la desmovilización y desarme de la guerrilla más grande de Colombia, ese era al final el objetivo del gobierno de Santos, porque ella se podía convertir en la retaguardia segura del ejército venezolano. Los planes de agresión son de hace mucho tiempo, desde que Chávez definiera y su pueblo apoyara el rumbo independiente y socialista de la Revolución Bolivariana, no olvidar el fallido Golpe de Estado de abril 2002, la detención de más de 100 paramilitares colombianos detenidos en el 2004 para atentar contra el presidente Hugo Chávez con el apoyo de la oposición venezolana.
Colombia y Brasil son los dos países escogidos para el inicio de estas nuevas acciones injerencistas, usando al paramilitarismo, ahora fortalecido y asentados en la frontera con Venezuela.
El escenario se está preparando para esa “ intervención humanitaria” y para ella trabaja febrilmente el corrupto Secretario General de la OEA, Luis Almagro, pero el “tiro le puede salir por la culata”, la crisis brasileña y del gobierno de Macri, la de Perú, Chile, la crisis económica y de violencia política en México y Colombia, la inconstitucional elección del presidente hondureño, la destitución de su aliado español el corrupto presidente Mariano Rajoy, le pueden complicar el plan, por las debilidades e inconsecuencias, de sus aliados y van camino a una segura derrota.
No pueden desconocer que la Revolución Bolivariana será defendida por su pueblo, sus honorables fuerzas armadas y su milicia obrera, con dignidad, valentía y fiereza, también el acompañamiento internacional de rechazo a este plan de Estados Unidos, cuyo gobierno y su presidente Donald Trump tiene muchas contradicciones y debilidades internas y una aventura en Venezuela, lo que lo puede llevar a un fracaso electoral el próximo noviembre.
Hay que hacerles un recordatorio al Grupo de Lima, a la Unión Europea y al gobierno de Estados Unidos: Remember Playa Girón, Cuba 1961.