Muy apreciables las opiniones, pero tengo reparos en la manera de concebir las convicciones ajenas sobre la virtud que tiene la vida en un ser humano.
La vida, la libertad de opinión y la libertad de pensamiento son derechos que abriga nuestra constitución, y si han estado allí y permanecen en todas las formas de papel existentes en cada una de las naciones y organizaciones, es por algo. Ha sido producto de un cúmulo de luchas sociales, resultado de un sacrificio histórico de aquellos que lo dejaron todo en beneficio de la humanidad. Y como en una de sus frases lo acuñaría Samuel Phillips Huntington: “Las conquistas más admirables de la historia humana fueron fruto de la historia de las civilizaciones”
Sin embargo, la libertad de opinión y de pensamiento, por ende, no soslayaron una importancia en la esencia que tiene lo fundamental, lo básico, lo que no debería superar lo razonable. Pero una cosa es respetar las opiniones, decisiones y no entenderlas; Otra, paradójicamente diferente, disertar sobre las infundadas, las que a mi parecer carecen de contexto.
El pasado viernes 31 de enero, en este mismo medio digital, un título captó mi atención. El artículo “Pena de muerte: una necesidad en nuestro país”, propone la pena de muerte, como solución, a personas que cuyos actos trasgreden la violación del derecho a la vida el castigo sea la misma máxima; en teoría jurídica se llama justicia retributiva, que consiste en aquel castigo que alguien debe recibir proporcionalmente al daño cometido. Igualmente, hace alusión a la factibilidad que sería esta opción, vista en términos económicos, en la medida en que le pondrían una solución a la incapacidad del Estado (nuestro Estado Social de Derecho) para poder operar y efectuar algunos de sus cometidos. [Ver artículo: http://www.las2orillas.co/pena-de-muerte-una-necesidad-en-nuestro-pais/ ]
Magistralmente es el mismo Kant que plasma una de las mejores razones en función de vivir. Y permítanme citarlo: “… el hombre, y en general todo ser racional, existe como un fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado al mismo tiempo como fin”.
Entonces ¿Se justifica en un discurso la impunidad sobre impunidad? Si a prima facie, el mismo Estado es incapaz de suplir las necesidades de educación, salud, infraestructura, etc., ¿Qué se puede esperar de una medida que “ahorre” un poco de presupuesto para invertirla en otros sectores? Pero lo central, en principio, no debería ser visto como si el Estado no tuviera capacidad monetaria. Lo central se encuentra en que, más que incapacidad es falta de voluntad política de nuestros gobernantes.
Tal vez, al menor descuido, muchos de los que leyeron la publicación se impregnaron con frenesí, ya que les han tocado sus fibras más sensibles. Y eso es lo que debió haber causado un escrito como esos, cuando en su lectura y objetivo se pasa por inadvertida una interpretación detenida. Pero, veámoslo con "algo" de imparcialidad dejando algo claro. En primer orden, no estoy de acuerdo con la pena de muerte en sus diversas formas y tamaños. En segundo orden, sí, en lo que se pretende dar a entender en el artículo, en el sentido que lo que trata de describir el autor es proponer que la imposición de una pena fuerte pueda desincentivar la conducta del presumible o, potencial criminal; En otras palabras, que la aplicación de la norma genere un impacto, y consigo la retracción de algún posible delito.
En países como Estados Unidos, muchos de los asesinatos de los últimos tiempos son atribuidos a personas con un alto trastorno psicológico, en donde deben pagar con una política de Estado. En tanto que la situación en Colombia, por ejemplo, de los asesinatos por parte de un lunático violador, no dista mucho de la de aquel país desarrollado. Con la diferencia que acá no existe una medida que prive la vida de alguien, porque en parte, también pueda que se trate de un síntoma psicológico -ya algún profesional de la salud me corregirá si se puede hacer alusión a la psicología o a la psiquiatría-.
Pero presuponiendo otras cuestiones en contexto que se relacionan con el tema, que harían que las circunstancias en un escenario hipotético de pena de muerte cambiaran, entre otras cosas, hay que tener en cuenta algo más: las condiciones culturales y el nivel de vida.
En EEUU el nivel de vida puede ser un componente de bienestar, de conformidad, de confort, de autoestima. Mientras que en Colombia, el nivel de vida puede ser un factor de insatisfacción, falta de educación, falta de autoestima, violencia intrafamiliar, mejores oportunidades, etc. Lo anterior lleva a entender, tal vez y en gran parte, que la cultura no sea algo aislado al nivel de vida.
Entonces, puede ser que la “vida” entendida como la satisfacción y el aprecio de vivir (de respirar), esté valorado por las condiciones y todos los factores que hacen que una persona quiera seguir disfrutando, o mejor, se traduzca en una especie de felicidad. La cuestión es que la cultura en Colombia es totalmente diferente, está indisolublemente relacionada con las condiciones de vida. El hecho de que una pena de muerte sea impuesta en el territorio nacional, donde el aparato de justicia cojea, lleva a que la persona que todo lo ha perdido, ¿Qué le queda por perder al cometer un delito? Quien ha irrespetado la vida de los demás, ¿Qué tanto lo lleva a valorar la propia vida? Terminaríamos exterminándonos entre todos.
Una pena de estas en Colombia, determinado desde un punto de vista sociológico y si se quiere filosófico, conllevaría a que la vida sea algo subvalorado, cambiando las concepciones propias del ser humano. Donde las costumbres mutarían en nuevas conductas, y éstas, se vayan acomodando al nuevo sistema. En ese espacio, el aprecio por la vida se pierde, y solo queda que las intenciones del agresor vayan cediendo a una manera cultural y casi cotidiana de tener menos aprecio por existir.
Y sí, los pedófilos y demás antisociales deben ser castigados fuertemente, pero mejor que paguen en vida. Como si los homicidios y demás delitos menores dejaran de cometerse. Como si quitarle la vida a un ser humano, por más demente que sea, va a dejar de llenar las cárceles. Contrario sensu, ni el problema de los delincuentes en la calle se resuelve construyendo más cárceles. Eso ni en países desarrollados.
¡El problema es de cultura! ¡El problema también es de voluntad política!
Por lo menos se esperaría, como ser razonable, un rechazo a cualquier fuerza que atente contra el deterioro del ser humano; Si bien, decía Aristóteles que “el hombre es un animal por naturaleza”, no se justifica la animalada del ser humano en detrimento de la misma humanidad; Así las cosas, es necesario ¿Sub-valorar la vida a la pena de muerte?
*En twitter: @Alonrop