Fajardo y el rey Salomón

Fajardo y el rey Salomón

"Ante la terminal situación en que un niño es reclamado por dos extremos, ofrézcale a sus campañas partir a Colombia en dos mitades"

Por: Rodrigo Enrique Zalabata Vega
junio 05, 2018
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Fajardo y el rey Salomón
Foto: Las2orillas

El profesor matemático Sergio Fajardo descubrió la ecuación política para encontrar la solución a los extremos: estarse en el centro. Y la esgrime erguido y sin razón como el fiel de la balanza, para sopesar con ecuanimidad el peso político de un lado y del otro. Toda ecuación es perfecta en su teoría, hasta el momento de su resultado, porque compromete la validez de su misma formulación, cuando le toca decidir un caso puesto a su evaluación. Y más aún cuando toca ponerla en práctica, para saber si sirve en la vida real.

Hasta el 27 de mayo, la fórmula del profesor resultó perfecta, no ganó (el centro nunca gana) pero tiene que dar su resultado y ponerse en práctica, le tocó decidir quién gana; como el fiel de la balanza tiene que cuantificar quién, o qué, tiene más peso específico. La cuestión es que todo el país quedó sumido en el centro, que él tanto defiende, una especie de abismo, y solo puede ser sacado de allí por uno de los dos extremos. Ahora sí, la propia ecuación política de Fajardo debe decidir si sirve, o si resulta tan vacua como el discurso político más retórico.

En teoría las ecuaciones siempre son perfectas, porque resuelven su propio problema, la cuestión es cuando la realidad del mundo se quiere resolver con la misma lógica, como los miles de problemas de una sociedad con una simple ecuación electoral, más aún si se aplica la variable (I) interés; cómo gano más o pierdo menos con ella, que de una u otra forma desequilibra la balanza.

La lógica formal de Aristóteles dominó el pensamiento de Occidente por dos mil años, basada en privilegiar la posición del observador, que enfrentado a la realidad puede desde el pensamiento desvelar su verdad; hasta que la filosofía del Renacimiento se dio en corroborar teoría y experimentación. Tal revolución del saber en una ecuación provincial se expresaría así: la distancia del trecho es la resultante entre el dicho y el hecho.

De pronto el doctor Fajardo no nos haga esperar tanto para conocer el resultado aplicado de su magistral ecuación política, la que lo hace estarse radical en el extremo centro, pero Colombia sí necesita definir unos resultados electorales, con que busca decidir su suerte, y las dos variables están dadas.

Creo que se busca, ni más ni menos, la resultante en la contraposición del país político y el país nacional, como bien definía Gaitán esas dos variables, asesinado por una de ellas, para conocer cómo ha podido sobrevivir nuestra sociedad hasta hoy y poder mantenerla viva hacia el futuro, a pesar de una clase política que ha logrado dominar a todo un pueblo con base en promesas ilusorias, que renacen del olvido cada cuatro años, y de miedos inexistentes con que asustan a los niños para que se estén quietos, no lloren, no salgan y se guarden a dormir. La misma que firmó su pacto de ignominia en el Frente Nacional, y hoy reúne a sus hijos y nietos en el centro democrático excluyente del mismo Frente Nacional. Dueña de la empresa privada con ventanilla al público que llamamos Estado, que hizo de los bienes de la nación un negocio, y volvió sirvientes y clientes a las gentes dueñas de su patria, y hoy le vende al menudeo sus propios derechos.

Frente al país nacional, aquel condenado a una existencia miserable que con todo derecho ha incursionado en la ilegalidad; el contrabando, narcotráfico, grupos armados y corrupción de la mano con lo público, después de recibir cumplida lección de cómo evadir la ley sin ser visto, en la cátedra de historia del Frente Nacional. Pero que también ha buscado caminos de libertad democrática, los cuales han sido sofocados a plomo hasta la muerte de sus líderes políticos, hoy busca una segunda oportunidad sobre la tierra, y sus más desvalidos esperan una luz en medio de la oscuridad en que los han sumido, que sería la opinión decidida de sus profesores, o líderes morales, que puedan enseñarle con el ejemplo, más allá de la teoría, cómo saltar el trecho del dicho al hecho.

Para sorpresa de nadie el profesor Fajardo ya anunció que va votar en blanco, que no significa que haya resuelto su famosa ecuación política, ni que resuelva con ella el que país no se hunda en el centro, al que tanto se aferra, sin que se afecte alguna variable de los dos extremos; se trata de un simple cálculo electoral de cara oculta a las elecciones de 2022.

Lo que hace memorable (digno de ser recordado) a un profesor es que sus estudiantes, en el discurrir de la vida, puedan comprobar que aquellas ecuaciones que tanto evitaron y odiaron son las que al final les sirvieron para defenderse y progresar en la vida. O aquellos profesores que se atrevían a marchar de la mano con sus alumnos en defensa de sus derechos. En ambos casos brilla por su ausencia el profesor Fajardo, y ya se rumora en los pasillos que la tal ecuación política que puede resolver los problemas de Colombia sin inmutarse no existe. Y que el tal profesor que mantiene su cabellera revuelta como si se preocupara por el país no es más que un retórico del silencio, un revolucionario de la inacción de cabellos rizados por la brisa, que engañó a millones de colombianos con la idea de que mantenerse en el centro de la carrilera es la manera de evitar que un tren te mate si se descarrila a la derecha o la izquierda.

Aunque mi caso fue el contrario. En mi mocedad descubrí que el único camino que tenía para sobrevivir era evitando las matemáticas. Me atraía más lo que exige resolverse en la mente a cada paso, por eso guardo veneración por mis profesores de humanidades, y por lo mismo, creo, resolví estudiar derecho. Y será por eso que recuerdo con más fervor el pasaje bíblico en que dos madres reclaman en llantos ante el rey Salomón por un mismo hijo. Al final el sabio rey decide partir al niño en dos mitades, para repartirlo con neutralidad calculada a las supuestas madres. Aquella que decide abandonar su reclamo es a la que le concede la criatura, la que toma la decisión de sacrificar su vida por la vida su hijo.

Basado en mi experiencia, le pediría al profesor Fajardo que abandonara su fría ecuación política de cálculos electorales, que lo hace estarse tibio en sus cuarteles de invierno mientras el país arde en sus calles, y más bien, si su corazón quiere ser justo, aplicara la justicia del rey Salomón. Ante la terminal situación en que un niño es reclamado por dos extremos, ofrézcale a sus campañas partir a Colombia en dos mitades. Así sabrá quiénes reclaman la Colombia Humana, y quiénes piden la herencia de Colombia. Entonces creemos que sí podrá decidir, y resolver el terrible dilema filosófico que implica, hasta el día de hoy, que las matemáticas solo hayan servido para contar los muertos de la guerra.

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