Inconsistencias de la democracia:
Sean p q r s n B,
Pero ¬ r ¬ s ¬ n ¬ B,
Luego p q
Dicho en lenguaje corriente, para la situación presente, se leería así: o Duque, o Petro, o Fajardo, o Vargas, o De la Calle, o el voto en blanco; pero ni Fajardo, ni Vargas, ni De la Calle, ni el voto en blanco; quedan entonces Duque o Petro.
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En los sistemas de elección popular para presidente a dos vueltas el voto en segunda debe ser obligatorio para quienes votaron en primera vuelta y sin la opción en blanco. De lo contrario se entra en ese tipo de situaciones en que los mismos procedimientos democráticos se vuelven contra la propia democracia. Tanto en la lógica del procedimiento, como en las reglas que lo rigen, no es un comportamiento consistente con la democracia aquel que vota en primera vuelta, pero no en la segunda; o el de aquel que habiendo perdido el candidato de su elección – o el candidato mismo -, decide votar en blanco en segunda vuelta.
El mecanismo de dos vueltas implica que la elección final, en caso de que no se decida en primera vuelta, será entre dos finalistas. Es una competencia de exclusión de opciones, donde en la primera vuelta se descartan las opciones minoritarias, incluyendo la del voto en blanco, si es una de las menos votadas. Por eso, quien se abstiene de votar en la segunda vuelta, habiendo votado y perdido en la primera, en realidad afirma que sólo acepta la democracia cuando “gana” o no pierde. Por otro lado, el sistema mismo entra en una contradicción en los términos al permitir la opción del voto en blanco en la segunda vuelta, habiendo sido una de las opciones perdedoras en la primera. Al aceptar el procedimiento de dos vueltas para la elección, acto que se consagra con la participación del elector en la primera vuelta, la regla de la exclusión de opciones obliga a llegar hasta la segunda.
La situación de los que votan en blanco en primera vuelta verifica este argumento. La teoría política afirma que quien vota en blanco legitima la democracia, es decir el procedimiento, pero rechaza sus opciones positivas, es decir los candidatos efectivos. Mientras abstenerse se entiende en realidad como un comportamiento antisistema, que deslegitima la democracia. Pero una vez que alguien ha votado en blanco en primera vuelta ya no tiene necesidad de volver a votar en la segunda, y serían ellos la única justificación para que aparezca esta opción en la segunda vuelta. Y quien reclama como válida la opción del voto en blanco en segunda vuelta, habiendo perdido su candidato en la primera, también afirma que solo acepta el procedimiento cuando lo favorece.
La democracia puede ser imperfecta, pero es muy grave que también sea inconsistente, pudiendo evitarse esa inconsistencia, corrigiéndola como un error. Lamentablemente, en una situación pluralista como la que se presentó en primera vuelta, para no deslegitimar el procedimiento y la democracia misma, muchos ciudadanos sufragantes deben votar por lo que consideren racionalmente “el mal menor”. Pues, sucede que al abstenerse de escoger entre las dos opciones finalistas, existe la posibilidad que en realidad terminen apoyando la escogencia de “el mal mayor”. Es por eso que la “ética de la convicción”, como afirmaba Max Weber, no sea aceptable invocarla en este caso pues se sacrifica la “ética de la responsabilidad”. Decir que ni por uno ni por otro equivale al acto de lavarse las manos después de haberse comprometido con el procedimiento democrático, quizás para luego exculpar los eventuales o seguros yerros de los que se dirá: no tuve nada que ver en eso; mientras se rechazó dar el paso que hubiese podido evitarlos.