El escritor y periodista Héctor Abad Faciolince ha sido la persona que, en solo dos párrafos, ha definido de la mejor manera quién es Duque, el candidato de Uribe a quien ya dan por sentado que será el sucesor de Juan Manuel Santos. Pero sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas...
Dice Héctor Abad, acertadamente, que Duque es el candidato de la oligarquía. Eso en cristiano quiere decir que él representa los intereses de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada, dueña del poder político, económico y social, es decir a los ricos de este país.
Entonces, ¿por qué diablos millones de pobres de este país votaron por él y no por Petro? La respuesta es sencilla: el Centro Democrático fundamentó su campaña política en mostrar a Petro como lo peor de un Chávez o un Maduro juntos. Así de sencillo. Y les ha dado resultado hasta ahora.
Duque, agrega Héctor Abad, "se opuso al proceso de paz" y tiene, además, "un odio visceral contra Santos, del cual se quiere vengar". Y lo puede lograr. De ganar Iván Duque, tendría un Senado a su favor, a su mentor Uribe de presidente del Congreso, contaría con una sola corte, y con esto sería suficiente para que un inexperto mandatario lograra acabar con el Acuerdo de paz.
Lo que significaría que enviaría a sus electores, o sea a los pobres, nuevamente a la guerra y de paso le pasaría factura al presidente Santos. ¿Así o más mezquino?
En la misma columna de opinión publicada en el diario The New York Times, Abad afirma que el candidato de Uribe "está aliado no solamente con los sectores más conservadores de los terratenientes y la industria, sino también con los fanáticos religiosos, tanto del catolicismo como de las iglesias evangélicas". Algo absolutamente cierto.
Lo anterior, sin duda alguna, representa una amenaza para el Estado laico, las libertades y los derechos de las minorías. Un verdadero peligro para la libertad y la democracia, y más aún cuando no se conocen los acuerdos pactados entre Iván Duque y los líderes religiosos.
Para nadie es un secreto que Iván Duque no tendrá autonomía durante su gobierno. Él sabe que sin el respaldo de Uribe, nunca habría logrado pasar a segunda vuelta. O ni siquiera hubiera tenido la fuerza política, ni el liderazgo para ser candidato presidencial.
Por ello, Duque tendrá que ser muy manso con su jefe Uribe gobernando en la sombra; obediente, callado y sumiso si no quiere convertirse en su enemigo como le sucedió a Juan Manuel Santos.
Petro ha cambiado su discurso por uno más moderado y respetuoso de la democracia. Votar por Gustavo Petro es una opción que no debemos dejar pasar los colombianos de a pie, y mucho menos la historia de Colombia.