Martha Martínez y su socia Dora de Mesa tienen miedo. Desde que el pasado martes 8 de mayo se difundió en video en donde la propia Martha impedía que Don José, un músico ambulante, se sentara en la mesa de una pareja que quería invitarle el almuerzo, la vida se les transformó en un infierno. A las pocas horas, en redes, se organizaban manifestaciones para repudiar el hecho. Decenas de muchachos con guitarra cantaban canciones apostados en la acera de la Cra 43 b con la calle 11 del barrio Manila del Poblado en donde hace 37 años las dos socias abrieron su primer negocio.
Era un local de comida mexicana. Bastaron pocos meses para darse cuenta que, a comienzos de los años ochenta, era bastante improbable que un paisa almorzara tacos y quesadillas. La calle empezaba a llenarse de oficinas y los empleados buscaban un lugar para almorzar como el Dios Paisa manda: sopita, arroz, carne, frijoles y claro para pasar el bocado. Dieron el volantazo y funcionó. En 1982 abren Taquino, uno de los restaurantes preferidos por los oficinas de la zona. Las puertas del restaurante se abren todos los días a las 11 de la mañana y la abren a las 4 de la tarde. El plato de ejecutivo vale 14 mil pesos y las colas para entrar siempre son largas.
Ayer nueve de marzo cerraron mas temprano. Si bien hubo gente que protestó con canciones, los ataques por redes sociales eran cada vez más brutales. Desde ese momento tienen miedo. De nada han servido las declaraciones del propio Don José y de su hijo afirmando que él en ningún momento se sintió discriminado, que doña Martha siempre ha sido para él un ángel.
Las socias volverán a abrir el próximo sábado. Saben que no solo se expondrán al escarnio público sino a un boicot a su establecimiento promovido por redes. Muchos de sus clientes están preocupados, no sólo por el cierre del lugar donde almorzaron por años, sino por el peligro físico que podrían correr las dos señoras. Ellas esperan que con las horas la marea vaya bajando y con él el odio. Esperan contactar pronto a Don José y devolverle un poquito de su dignidad. Por ahora sólo se atienen a rezar y a esperar que pronto se calle el ruido de Twitter.