El sistema de TransMilenio puede ser, quizás, la empresa menos querida por los habitantes de Bogotá. Algunos para llegar a esta conclusión afirman que “el principal sistema de transporte de la capital de Colombia fue víctima de su propio éxito”, mientras que otros aseveran que “un sistema a base de buses no puede ser el principal medio de movilidad de una ciudad de más de 8 millones de habitantes”. Sin embargo, lo verdaderamente cierto de esto es que los bogotanos no quieren este sistema.
Dentro de los múltiples motivos para que los ciudadanos no quieran y sientan amor por el “TransMi” se encuentran factores como: los buses son viejos, siempre están llenos, se demoran mucho en pasar, las vías por donde transitan están en mal estado, el sistema es inseguro y un largo etcétera que no alcanzaría en esta nota. No obstante, más que todo lo anterior hay una razón muy fuerte, que podría pesar sobre las demás: TransMilenio es un sistema lleno de basuras.
TransMilenio es el icono de la movilidad en Bogotá, es la empresa más grande, mueve más de 2 millones de personas al día, las que pagan y las que se cuelan. Por este volumen de personas es un mercado natural para cualquier comerciante o limosnero. En TransMilenio encuentra desde agujas, pasando por destornilladores, pomadas de marihuana, sim cards de celulares, hasta cualquier cantidad de dulces y fritos. En las afueras de las estaciones hay un comercio al detalle y al por mayor importante, todas las empresas quieren estar cerca del sistema.
Este es un sistema que desde hace años está falto de más buses, además los automotores que usan pueden ir una y dos veces sin que se le haga ninguna limpieza después de recorrer una ruta. Encuentran los ciudadanos vómitos, vidrios, cuando llueve barro por doquier, incluso hasta excrementos de animales. Y sí, de esta situación tiene mucha culpa el usuario que no hace un uso y cuidado adecuado de los buses y alimentadores, pero no toda la culpa es de él. En este sistema que mueve tanta gente son pocas la estaciones que cuentan con canecas de recolección de basuras, peor aún, son muy pocas las que cuentan con sistema separación y/o reciclaje. En los mejores de los casos se encuentran baldes viejos o bolsas amarradas en las rejas, que nadie ve y que no cuentan con el tratamiento adecuado de los residuos.
El autor de esta nota pasó una situación que permite afirmar lo anteriormente dicho. Para ilustrar mejor, el hambre es un estado que todos los seres humanos vivimos y justo después de la jornada laboral se afianza. Compré una bebida, en un vaso de 12 onzas, viene con una cucharada, todo de plástico y desechable. En el puente que conduce a la estación Gobernación sobre la calle 26, hay un gran volumen de ventas informales. Subí el viaducto, esperé una fila que llega desde la caja hasta el puente para entrar y en ese tiempo disfruté de mi compra.
Hice la tarea del buen ciudadano de buscar el lugar adecuado para mi desecho y no encontré. Le pregunté a una persona en los torniquetes y su respuesta fue tajante: ¡no hay donde colocar la basura! Me pregunté ¿cómo es posible que una estación tan importante no tenga donde depositar la basura? Me di a la tarea de mirar si era solo hay o era en otras partes también. Tomé el bus L10 que conduce hasta el portal del 20 de Julio. Al parar en la estación de la Jiménez, calle 13 con carrera 13, pleno centro de Bogotá, una de las estaciones más congestionadas, me bajé a buscar donde dejar la basura. En la primera plataforma no hubo. Caminé hasta el otro lado, busqué y pregunté, y para mi sorpresa, tampoco había donde.
Decidí ir a mi casa con la basura en la maleta, camino directo al portal pensaba que allá seguro encontraba, pero la historia no fue diferente. En el primer piso no hubo, en el segundo donde se cogen los buses alimentadores (que estaba como siempre repleto de gentes) menos encontré dónde dejarla. El vaso plástico y la cuchara terminaron recorriendo media ciudad hasta llegar a mi casa, donde llegó al fin al lugar donde se colocan los desechos.
Así como mi caso, hay más de 2 millones de personas que se suben a este medio de transporte y muchos desechos desafortunadamente no corren la misma suerte. Con toda la venta informal que hay dentro y fuera de las estaciones, además dentro de los buses, donde muchas personas compran, dejan las servilletas, bolsas de dulces, botellas de agua, bolsas de maní, de patacones, de habas, de rosquitas, etc., está el sistema cargando sin control un volumen de basura muy grande.
Por hacer una cuenta sencilla, digamos que cada persona lleve consigo un empaque de plástico de algún comestible, que pese 1 onza, si lo multiplicamos por 2 millones de personas, serían 2 millones de onzas, es decir 56,699,046.25 de gramos, lo que es lo mismo 56,699.04 kilogramos, lo que equivale a 56,69 toneladas. ¿Usted se alcanza a imaginar en la puerta de su casa 56 toneladas de basura? Las cuentas pueden ser más altas, hay gente que deja botellas de plástico, de vidrio, cajas, metales, etc., que por lo visto no tienen mucha inspección.
Los colombianos y los medios del país, que somos expertos en criticar y compararnos con otros países, al parecer nunca nos hemos comparado el sistema de transporte con otros. Por ejemplo, en Pekín cambian botellas de plástico por pasajes de tren, en Latinoamérica ya varias ciudades tienen este sistema, en ciudad de México dan dinero a cambio de botellas e inclusive en Medellín. Estas medidas sirven para hacer freno a la contaminación.
No obstante, en Bogotá a falta de un sistema moderno y eficiente, contamos con uno contaminado y lleno de basura.