Finalmente, tras leer lo revelado en las últimas horas por el diario The Wall Street Journal sobre Iván Márquez, creo que lo que pase con exmiembros del secretariado de las Farc como Santrich o el mismo Márquez en el sentido de si están traqueteando aún o no, si se los lleva a o no la DEA, no es el problema de fondo para el proceso de paz.
Aquí lo grave es la incertidumbre que tienen miles de excombatientes hoy apostados en las zonas veredales, aguardando a que se cumplan las promesas, o mejor, los compromisos del Gobierno en cuanto a proyectos productivos, sustitución de cultivos etc.
Es allí donde está el punto de quiebre de un proceso que indudablemente atraviesa la peor crisis desde la firma del Colón. Esto hace pensar en una desbandada de gente dispuesta a retomar las armas y retomarlas en un panorama muy distinto al que había hace seis años al inicio de los diálogos.
Esta vez, la incertidumbre y el miedo abrazan en especial a los excombatientes más jóvenes; esos que en los últimos dos años han conformado familias y cuyos hijos están naciendo en las zonas veredales. Volver al monte les cambiaría de nuevo la vida y entrarían a pelear territorios con los grupos emergentes que se tomaron las zonas que antes fueron de su dominio.
¿Qué puede hacer un hombre de 30 años, muchas veces sin estudio, cuando lo único que aprendió fue a manejar armas y explosivos, algo por lo que bien o mal le pagaban?
¿No debería ser este el punto número uno en la agenda del Gobierno y no debería ese Gobierno apostarlo todo a crear vías de acceso y programas educativos y laborales urgentes para esos que antes eran considerados como la guerrillerada?
La historia dirá si se equivocaron los del sí o si se equivocaron lo del no, pero todos estos sucesos de las últimas semanas lo único que muestran es que el proceso de paz finalmente sí fue mal concebido en lo jurídico y en lo social.
Ya no hay duda de que el Gobierno Santos pudo haber tenido buenas intenciones con el tema de la paz, pero al tiempo parece que fraguó mezquinamente un proceso que generaría dividendos políticos tales como un premio Nobel, entre otros, así como dividendos económicos multimillonarios que hoy son parte del bochornoso escándalo de corrupción menos esperado.
Son dineros que unos pocos buitres, cercanos al gobierno, supieron aprovechar, de lo que se originó el manto de duda que hoy ensombrece la transparencia en el manejo de unos recursos que incluso fueron donados por otros países que creyeron aportar a la paz de Colombia, pero que hoy se perdieron y hacen parte de la película la Gran Estafa, porque esa es la percepción que hoy muchos tenemos acerca del tristemente célebre proceso de paz con las Farc.