La injusticia de la justicia
Opinión

La injusticia de la justicia

No es violación, la cosa se limita a abusos, sostiene el fallo judicial contra los cinco de “La manada” que ha sacado a las españolas a gritar su indignación

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abril 29, 2018
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Es bien sabido que la llamada justicia política es de las más injustas o ciega y sorda de las que pueda uno imaginarse. Hay en el mundo contadas excepciones de justicias impartidas sin odios y con solo la ley en la mano y en este acápite el caso de Colombia es para llorar. Sólo recordar el “juicio” que se le hizo al señor Samper por recibir millonadas para su campaña electoral por parte de los carteles de la droga y dan ganas de llorar. O igual de triste cuando la justicia simplemente no aparece, como que se prefiere juzgar al cantante callejero antes que al poderoso. Más probado el caso de los ingresos demasiado generosos  de la gigantesca Odebrecht a las dos campañas políticas pasadas (Santos y Zuluaga) y nada ocurrió y nada ocurrirá, o las decenas de casos penales abiertos contra el señor Uribe y sus amiguetes por casos mil veces más graves e igual, alguien puso la mano y la corriente no sigue.

Muy bien lo dijo hace sus años  el escritor polaco Stanislaw Lec cuando en cortas palabras sentenció que “Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla". Sin palabras queda uno ante tan categórica y clara afirmación.

Desde el jueves pasado las mujeres (no todas, obvio) andan en las calles españolas gritando en contra de un fallo proferido por la Audiencia Provincial de Navarra y que refleja el típico caso de aquellas sentencias ajenas al sentido común.

El hecho se remonta a 2016 cuando en plenos Sanfermines de Pamplona una joven mujer entra al portal de un edificio en avanzado estado de embriaguez y tras ella entran también cinco jóvenes que se hacen llamar La manada.

Le quitan su ropa interior y empezaron a mantener relaciones sexuales, ante lo que ella dice después que se sintió “impresionada y sin capacidad de reacción”, con “un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados”. En dos vídeos (que no vi, solo reflejo los apartes de la sentencia), la joven aparece “agazapada, acorralada contra la pared por dos de los procesados”, y expresando “gritos que reflejan dolor”. En otras imágenes “se manifiesta la situación de sometimiento y sumisión de la denunciante a la voluntad de los procesados”, mientras uno de ellos hace un gesto de “jactancia, ostentación y alarde”.

La sentencia aberrante viene cuando los jueces dictaminan que "Por el contrario, estimamos que los procesados conformaron de modo voluntario una situación de preeminencia sobre la denunciante, objetivamente apreciable, que les generó una posición privilegiada sobre ella, aprovechando la superioridad así generada para abusar sexualmente de la denunciante, quien de esta forma no prestó su consentimiento libremente sino viciado, coaccionado o presionado por tal situación". Con esta argumentación condenan a los procesados a una pena de nueve años de cárcel por abusos sexuales agravados, con penetración.

con una pena bastante más suave. En suma, los magistrados no consideran que haya violencia ni intimidación, pero sí un consentimiento viciado.

Y la joya de la corona viene cuando un magistrado de apellido González emite un voto discrepante llegando a afirmar en su escrito que en los vídeos grabados por los acusados solo observa a cinco varones y una mujer practicando "actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo".

Y tiene la cara de seguir con su invento para señalar que el rostro de la joven muestra una "innegable expresión relajada, sin asomo de rigidez o tensión", lo que "impide sostener cualquier sentimiento de temor, asco, repugnancia, rechazo, negativa, desazón, incomodidad" añadiendo que se trata de "imágenes de sexo explícito en las que no tiene cabida la afectividad, pero también sin visos de fuerza, imposición, conminación o violencia". Incluso, agrega, de los gestos, expresiones y sonidos que emite la joven se desprende "excitación sexual", aunque reconoce que esto no supone necesariamente que la relación sexual sea consentida.

 

En suma, una mujer que no está en uso de razón
puede ser violada y a eso lo llamamos simplemente abuso

 

Una viñeta en la prensa muestra a la mujer que simboliza la justicia vomitando en una esquina y sí, ante este tipo de justicias impartidas por machotes que se tragan una cerveza de un sorbo mientras se jactan de sus penes cabríos solo dan ganas de vomitar.

 Y hablando de…

Y hablando de mujeres (y ya lo he dicho aquí), cada vez que veo a La Pulla me digo mujer tan brava y tan buena periodista.

Aplauso

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