Aspersiones aéreas, un ataque químico al campo que no debe repetirse

Aspersiones aéreas, un ataque químico al campo que no debe repetirse

"Las medidas como el empleo herbicidas para el riego en aviones sobre cultivos de coca provienen de políticas prohibicionistas, que han fracasado en todo el mundo"

Por: Johnatan cabria
abril 18, 2018
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Aspersiones aéreas, un ataque químico al campo que no debe repetirse
Foto: AP

Desde hace mucho tiempo se viene dando en nuestro país la dura realidad de las economías ligadas al narcotráfico. Una de estas es el cultivo de plantas de uso ilícito como la marihuana, la coca o la amapola. Los cultivos ilegales en la gran mayoría de los casos constituyen la principal fuente de ingresos de campesinos pobres en zonas donde el conflicto armado es más agudo. Para muchos el cultivo de alimentos con fines comerciales no es rentable, debido a la falta de vías de acceso que les permitan comercializar sus productos o la falta de garantías de un precio justo por sus mercancías, en suma el abandono estatal total o parcial de dichas zonas y comunidades.

A medida que las hectáreas de cultivos ilícitos crecían también lo hacían los esfuerzos por combatir este flagelo. Es por esto que desde 1978, aproximadamente, se comenzó a implementar la aspersión aérea como método para la destrucción masiva de cultivos ilícitos, es decir que desde esta fecha comenzó un feroz ataque químico a las entrañas del campo colombiano.

Uno de los primeros químicos de los que se tiene registro que fue usado con estos fines fue el herbicida “Paraquat”, el cual fue empleado en la Sierra Nevada de Santa Marta contra los cultivos de marihuana. Sin embargo, el uso de este químico fue experimental y esporádico, nada comparado con la oleada de glifosato que le siguió.

En un informe Elaborado por María Mercedes Moreno para Indepaz se afirma que fue hacia 1984 cuando el Consejo Nacional de Estupefacientes recomendó la aspersión aérea con glifosato como medida para combatir la producción ilegal de plantas como la marihuana, la coca y la amapola. Este informe además sugiere posibles presiones internacionales de Estados Unidos para que la aspersión aérea con glifosato en Colombia fuera una realidad.

El glifosato es un herbicida cuya función es eliminar todas las plantas a su alcance, por esta razón este no discrimina entre plantas “buenas” o plantas “malas”, por lo que produce daños ambientales significativos, llegando incluso a acabar con cultivos de alimentos y contaminar fuentes de agua. Según la Organización Mundial de la Salud este químico es probablemente cancerígeno, además afecta la salud humana generando en quienes se encuentren cerca a la fumigación irritaciones, alergias e incluso abortos.

En un artículo de Pacifista titulado Glifosato: El veneno que azota a los campesinos se conocen testimonios de primera mano de cómo este químico afecta los cultivos. Edilberto Gómez, líder de una asociación campesina en el bajo cauca antioqueño, afirma sobre los aviones aspersores lo siguiente: “Es un avión pequeño, como con unas agallas. Cuando empieza a bajar tira el chorro y vuelve y se levanta. Cabe una sola persona porque lo que va ahí es muerte, ese veneno acaba todo lo que sea vida”. Este testimonio hace referencia a la devastación que este químico puede realizar en los campos y que lo hemos usado a gran escala en nuestros campos por décadas, los daños ambientales y su impacto en la población es incalculable .

Estos bombardeos aéreos con glifosato se asemejan a los ataques químicos realizados por Estados Unidos en la guerra de Vietnam, en donde se empleó el agente naranja para deforestar cientos de hectáreas de selva. También de alguna manera se acerca a las ofensivas con armas químicas que supuestamente se cometieron en medio oriente como lo demuestra el testimonio de Edilberto Gómez en Pacifista: “Hay una señora que ha tenido dos abortos y  le echa la culpa a eso, también algunos animales han nacido con deformaciones. Eso ha sido causante de muchas enfermedades, los niños han sufrido alergias, tienen brotes debido a esa fumigación".

Las medidas como el empleo herbicidas para el riego en aviones sobre cultivos de coca provienen de políticas prohibicionistas, que han fracasado en todo el mundo. Un antecedente claro fue el de la prohibición del alcohol en los años veinte en los Estados Unidos que fue un fracaso, debido a que el consumo de alcohol ilegal fue imparable. El gobierno estadounidense entendió que debía hacer que la sustancia se legalizara para lograr así tener control de calidad y cobrar impuestos. Por la misma vía transita hoy la política de drogas colombiana, aún cuando el mundo está cambiando el enfoque de una política de drogas prohibicionista a entenderla como un problema de salud pública.

La mayor causa de que Colombia siga la vía de la represión es el alineamiento de su política de drogas con la de los Estados Unidos y otros países de Latinoamérica. Que dichos países hayan transnacionalizado sus políticas de drogas habla mucho de lo que aún pesa el poder estadounidense en lo que alguna vez fue su patio trasero, poder ya no ejercido mediante la intimidación sino mediante una táctica más sutil como es la ayuda económica a cambio de que Colombia colabore en la lucha contra las drogas.

Los cultivos de coca y demás cultivos ilícitos han constituido la principal renta de guerrillas y grupos paramilitares que han desangrado al país por años por lo que estos se han convertido en el principal combustible de la violencia en el país. Por esta razón su proliferación debe ser combatida, pero no a costa del avenamiento de nuestro campo, ni de nuestra gente.

La aspersión aérea con glifosato fue un ataque químico a las extrañas del campo colombiano que jamás debe repetirse. Hoy se especula que en la visita que haría Donald Trump a Colombia, cancelada ya, se discutiría sobre el tema de la reducción de cultivos ilícitos. Ya Estados Unidos en el pasado ha ejercido presión para iniciar con la aspersión y podría hacerlo de nuevo para retomarla. Colombia debe ser capaz de resistir a esto y buscar alternativas que permitan la reducción de cultivos ilícitos mediante la inclusión económica de los campesinos, inversión real en el campo y el combate de estas economías ilegales desde otras perspectivas que no incluyan el envenenamiento de nuestra tierra y fuentes de agua.

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