El acoso se presenta como la contradicción al uso libre del espacio público. También como las ofensas, provocaciones, “galanterías”, “piropos” como “si como lo mueve lo bate como hará el chocolate”, palabras como “mamacita”, silbidos y miradas. Eso sin contar con que ahora en el transporte público, aprovechando el caos que se genera y los apretones por tantas personas que suben, los hombres rozan sus genitales a mujeres o pasan sus manos por algunas partes del cuerpo de ellas.
Esta es una problemática social que viven las mujeres en todas las ciudades latinoamericanas. Sin embargo, en Colombia la sociedad ve algunos de estos comportamientos como inofensivos y se naturalizan los hechos a tal punto que, en ocasiones, se somete a juicios de valor elementos como el cuerpo propio o la vestimenta de las mujeres violentadas. En Bogotá son muchas las mujeres que manifiestan no saber cómo denunciar a los acosadores, el 64% de las usuarias de TransMilenio, por ejemplo, afirman haber sido víctimas de alguna agresión sexual, como el tocamiento, en este medio de transporte. No obstante, las leyes para la detención y prevención del acoso callejero en la ciudad son pocas y al parecer las campañas pedagógicas y de vigilancia son insuficientes para prevenir esta problemática.
En el marco de la semana internacional contra el acoso callejero, del 8 al 14 de abril, en Bogotá se realizaron diversas actividades, organizadas y programadas por distintas colectivas feministas, preocupadas por la situación actual de acoso que viven las mujeres en el espacio público. Charlas para entender que esta problemática es estructural, diálogos de saberes donde se brindaron desde herramientas jurídicas hasta de sanación personal y talleres. El objetivo de estas actividades fue visibilizar esta problemática y generar espacios de enunciación y resistencia por parte de las mujeres.
La apertura de la semana se dio el domingo 08 de abril, en el Centro Comercial Gran Estación, donde aproximadamente sesenta mujeres salieron en sus bicicletas, gritando arengas, mostrando el rechazo que les produce el acoso callejero y promoviendo una cultura de paz y respeto hacia las mujeres, y sobre todo de unión entre ellas.
A partir del lunes y hasta el viernes 13 de abril, algunas universidades bogotanas abrieron sus espacios para el desarrollo de las distintas actividades programadas, entre las que estuvo el conversatorio de estrategias jurídicas para prevenir el acoso callejero y el abuso sexual. Para sorpresa de las organizadoras y las asistentes, la mitad del auditorio eran hombres, quienes mostraron su preocupación por este tema, además visibilizando que esto no es una problemática sola de las mujeres que esté aislada a ellos. Por el contrario, muchos de ellos creen que pueden ser parte de los cambios y transformaciones que deben generarse.
Los asistentes hombres en su mayoría jóvenes señalan que no solo en ocasiones han presenciado distintas formas de acoso callejero a mujeres, sin intervenir de ninguna manera, sino que además en distintos momentos de su vida han sido acosadores, con algunos de sus actos, miradas o palabras, que en ocasiones la sociedad percibe como inofensivas. Ellos participaron de manera activa, mostrando apoyo a las mujeres que son víctimas de estas situaciones.
Las actividades realizadas la semana pasada son tan solo una muestra de la resistencia y lucha que llevan un gran número de mujeres que desean que el espacio público se convierta en un lugar donde puedan estar tranquilas.
Natalia Idrobo, activista y organizadora de algunos de los eventos programados durante la semana en contra del acoso callejero, contó cómo estos procesos y herramientas dan fuerza a las mujeres para no callar, los actos violentos que se cometen en su contra diariamente y también cómo son cada vez más las mujeres y hombres que unen de manera activa a estos espacios de enunciación y empoderamiento femenino.
Además, desde su experiencia como feminista y activista social dio algunas estrategias de defensa para todas las mujeres que transitan el espacio público. “La primera es ser consciente de que existen actos que la sociedad ha naturalizado, pero son acoso, segunda no culparse por su cuerpo, su manera de comportarse o por cómo iba vestida al ser acosada, la tercera, no callar ante los distintos tipos de agresiones, ni siquiera cuando es otra mujer quien lo está viviendo, esto implica acompañarse entre mujeres y no permitir que a ninguna se le violente, otra es aprender estrategias de defensa personal, que en lugares como la Escuela de Kick Boxing Rosa Elvira Cely, enseñan de manera gratuita a todas las mujeres que deseen asistir, y por último, que las mujeres se llenen de valor, poder y sororidad, para no sentirse solas a la hora de enfrentar y denunciar el acoso callejero”.
Romper un poco la rutina o lo tradicional que se desarrolla en contra del acoso callejero era el objetivo de esta celebración, que este año se realizó de manera más artística y como una intervención urbana que generó una reflexión y denuncia en contra de la violencia que sufren las mujeres en las calles. Además, estaba motivada a vincular este tema en la agenda pública como un asunto paritario de educación y convivencia ciudadana, visibilizando el derecho que tienen las mujeres de vivir el espacio público sin restricciones.