Para empezar, creo que estoy en la obligación de contar que este artículo nace a través de un proceso de chistes, memes, comentarios y demás que vienen tanto de parte mía y mi círculo social hacia este cambio sociolingüístico que ha tenido la palabra “veneca”. Cronológicamente la expresión de “veneca”, “venequita” y cuantos más sinónimos tengan llegó a mi vida en el sentido ya pactado a mediados de diciembre. Resaltó el sentido ya pactado porque puedo asegurar que a nivel social el concepto de veneca era entendido como un sinónimo de nacionalidad femenina del país Venezuela, claramente, o con otras teorías de que era el gentilicio de una venezolana nacida en Colombia. Ahora, con la relación que se ha fomentado en cuestión a migración, trabajo sexual y perspectiva social se puede entender este mismo concepto como (que no hace más de un año era como ya se dijo) una trabajadora sexual.
Cabe resaltar que con lo anterior explicado, y salvando la patria como podrían decir, la sociedad colombiana que usa este término en ningún momento, creería yo, quisiera referirse a que todas las venezolanas son prostitutas. Además de esto, tampoco quiere decir que en Colombia la prostitución sea la única fuente de economía para las personas. Claro está que el burlarse de la presente coyuntura, por la cual pasa Colombia en cuestión a la migración de miles de venezolanos nunca va ser justificable y me incluyo dentro de los que lo fomenta. Pues es un irrespeto tanto para las venezolanas, como para las trabajadoras sexuales.
Ahora bien, el punto clave del presente escrito es el impacto social por el cual este simple cambio de sentido en una palabra, dentro de una sociedad, puede llegar hacer. Ya que este tema entró dentro mis curiosidades cuando en las diferentes dinámicas y estatus sociales pude apreciarlo; pues no es un tema el cual sea producido o informado por los medios principales de comunicación nacionales, sino por medio de las redes sociales primordialmente y de la misma cotidianidad de la gente. Ya que anteriormente para referirse a la acción de ir a un prostíbulo era claramente: ¡Vamos para donde las putas! Ahora, lo más común que se escucha es: ¡Vamos para donde las venecas! Aún más, cuando me encontraba en Chocó y este mismo fenómeno sociolingüístico apareció en los diferentes comentarios de la población de Quibdó, hizo que entendiera el poder de las redes sociales en nuestra sociedad y que en realidad, como idea central, Colombia y las trabajadoras sexuales colombianas como tal, están viviendo y sintiendo esta crisis qué pasa el país vecino.
Por ende, este cambio claramente sale de dinámicas sociales que sí existen y que sí están comprobando a través de la falta de empleo en algunos sectores colombianos por la mano de la obra barata venezolana que ha aparecido por las diferentes necesidades de estos mismos. En ningún momento estoy siendo xenofobico ni nada por el estilo; solamente es la realidad por la cual se está pasando, y esta misma realidad ha provocado que estas dinámicas sociales y la forma en la cual el concepto de una palabra, en este caso veneca, puede ser alterado. Más aún, cuando al momento de querer recolectar información alguna por Internet sobre lo que estoy diciendo solamente me hayan aparecido páginas de prostitución y contratación de estos servicios. Además de esto, foros y experiencias de hombres que accedían a estos servicios, dejándome en claro qué este cambio sociolingüístico fue dentro de la misma población y su cotidianidad, en donde algunas venezolanas factiblemente estaban dentro de este negocio y bajo un precio muy barato, ya que la otra parte del “chiste” es ese, que es demasiado económico.