Que me perdonen los amantes de las grandes protestas en Colombia, pero hay que reconocer que el caso del líder camionero Pedro Aguilar deja claro que detrás de cada protesta en este país casi siempre hay un delincuente liderando, vociferando y enardeciendo los ánimos de quienes ciegamente le siguen.
Este tipo de personajes solo trabajan en pro de sus mezquinos intereses. Son los mismos que al final lideran las mesas de negociaciones y acuerdan por debajo de la mesa con otros individuos que están enquistados en el Gobierno. Claro, no pactan la solución para el pueblo, sino la cifra económica que pueden obtener, aunque ese pueblo que lideran siga viviendo su tragedia.
No pretendo con esto deslegitimar o satanizar el derecho a la protesta, es más, siempre he creído que la protesta es la única herramienta que le queda a muchos sectores desfavorecidos del país ante la infamia republicana a que estamos sometidos hace más de 200 años.
Cuando uno ve en lo que se convirtieron por ejemplo, las mal llamadas Asojuntas no solo en Puerto Gaitán y su área de influencia petrolera, donde los líderes que terminaron involucrados en una especie de extorsión sistemática a las empresas multinacionales, todo con el fin de direccionar la contratación y patrocinar la tercería, es cuando entiende que en asuntos de protesta en Colombia, no todo es lo que parece.
Estos líderes, muchos de ellos sin más educación que la básica primaria, terminaron convertidos en los grandes contratistas. Para citar un solo ejemplo, los "duros" de esas asociaciones eran los que se daban el lujo de obligar a Ecopetrol a pagarles 50 millones de pesos mensuales por el alquiler de una ambulancia. Un modelo extorsivo que en algunas partes sigue sucediendo.
Ni qué decir de los líderes indígenas en las zonas de influencia petrolera. Abusando de su condición de minorías vulnerables, se enseñaron durante años a que la petrolera les diera todo porque a muchos, aunque tengan la oportunidad, no les gusta trabajar. Eso sí la tienen clara a la hora de protestar y exigir sus derecho. Se volvieron garrapatas al cuello de las empresas petroleras.
Voy más atrás, ¿acaso ya olvidamos que el sindicalismo colombiano es el culpable de la quiebra de grandes empresas colombianas como Telecom, Dragacol, etc.?
Por todo lo anterior, es preciso tener cuidado a la hora de tragarnos ese discurso romántico de personajes que de la noche a la mañana se hacen líderes, magos avispados que encantan con su flauta revolucionaria, y enredan a cientos y miles de incautos con argumentos traídos de los cabellos, pero dulces al oído de un pueblo cansado de tanta ignominia.
