Su calvario comenzó en 1974. Tenía 34 años y era el rey del fútbol. Acababa de dejar el Santos, el equipo de su vida y pensaba aceptar la jugosa oferta que le lanzaban desde Nueva York: en su afán por popularizar el fútbol en Estados Unidos se estaba pensando en crear una liga. El Cosmos sería el equipo de la gran manzana y tenían ya apalabrado al Kaiser Franz Beckenbauer, capitán y figura de la selección alemana que acababa de ser campeona del mundo. A Los Ángeles irían George Best, el mejor jugador de la historia del Manchester United y Johan Cruyff.
Pelé sufrió como pocos las brutales embestidas de sus rivales. En los sesenta y setenta, décadas en donde se convirtió en leyenda, los árbitros eran laxos e incluso no existían las tarjetas para disciplinar a un jugador. Las rodillas y los tobillos no sufrieron tanto como el riñón. Los golpes a las costillas en cada regate terminaron minándolo y aceleraron su retiro del fútbol –Pelé ganó su tercer mundial a los 29 años-. Los dolores eran insoportables. En un primer diagnóstico encontraron en su riñón izquierdo un tumor del tamaño de una pelota de golf. Se la extirparon y el rey ya nunca fue el mismo.
El jugador brasilero más grande de todos los tiempos empieza a desplomarse por dentro. Yo nunca creí que Pelé iba a sucumbir a los años. Siempre lo juzgué eterno y potente, como el Amazonas. En diciembre, durante el sorteo del mundial, llegó en silla de ruedas. Un tornillo mal puesto en una operación de cadera, lo confinó a la inmovilidad. El estupor de verlo por primera vez vencido hizo que hasta el presidente Vladimir Putin se levantara a saludarlo. Maradona, conmovido, sucumbió al encanto de un genio con un único defecto que él nunca tuvo: su docilidad y colaboración en los regímenes de Havelange y Blatter. El resto al ídolo no evitó que se expandiera como la niebla el rumor de que Pelé estaba gravemente enfermo.
Estar en la cúspide del fútbol mundial implica un nivel de despliegue físico que obliga a las curas milagrosas. El jugador como un laboratorio. Ser el Dios del fútbol tiene un precio. Humano, Pele sucumbe a sus tempranos 78 años. En el 2015, una hiperplasia en la próstata lo obligó a una operación que también lo desgastó.
