El socio del Chapo Guzmán que corrompió a la Aerocivil

El socio del Chapo Guzmán que corrompió a la Aerocivil

El piloto del cartel de Sinaloa Alejandro Flores Cacho, experto en canjear coca por dólares en aviones, es el cerebro detrás de los 'narcojets' que despegaron de Bogotá

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abril 05, 2018
El socio del Chapo Guzmán que corrompió a la Aerocivil

Pocos meses después de recibir su cédula como piloto en 1982 el mexicano Alejandro Flores Cacho realizó su primer viaje a Colombia. En esa época el cartel de Medellín establecía sus primeras alianzas con sus socios mexicanos. Flores Cacho, quien ha sido desde hace más de 35 años un fantasma para las autoridades norteamericanas, fue el pionero entre los pilotos mexicanos en sacar droga de este país. Salían de entre las montañas de Antioquia ya aterrizaban en aeropuertos oficiales de la Panamá de Manuel Antonio Noriega, el dictador que le presentó toda la ayuda logística que pudo al Cartel de Medellín. En Panamá llegó a aterrizar aviones con dos mil paquetes de cocaína, los ladrillos negros que salían directamente de los laboratorios colombianos y que Pablo Escobar bautizó como “Cosos”. Era solo una escala antes de su destino final: las costas de México.

Con los años, Flores Cacho fue ampliando sus rutas. Venezuela también entró en su radar. El negocio no podía ser rentable. Los millones de dólares que atesoró en años de viajes fue blanqueado en los Estados Unidos a través de depósitos bancarios o de lavadores expertos como el norteamericano William Hugh Sibely. La fortuna de Flores, quien se convirtió en el piloto de confianza del Chapo Guzman, superó los USD$100 millones. Esto le permitió comprar tiendas, restaurantes, ranchos, escuelas de aviación, una importadora, el club deportivo Ojos Negros, un negocio agrícola, una empresa de manufacturas, un almacén de material de oficina y una empresa electrónica. Sus negocios eran tan visibles que una de sus compañías, la Aéreo Express Intercontinental S.A de C.V (AEISA) tenía la oficina principal en pleno Aeropuerto Benito Juarez de Ciudad de México. AEISA incluso firmó contratos con varios gobiernos mexicanos. De todas sus empresas solo una le fue confiscada: el 29 de junio del 2012 el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos mandó a cerrar La Número Uno, la siempre populosa cantina ubicada en la Zona Centro de Ciudad de México

A Flores Cacho nada lo frenaba, ni siquiera la detención de su mano derecha, su principal operador, el colombiano Jaime Hernán Velásquez Hernández en junio del 2003.  La Procuraduría General de México lo acusó de ser el encargado de conseguir la cocaína para ser vendida en Estados Unidos. Velasquez Hernández le servía solo a dos hombres: a Joaquín Guzman Loera, el Chepe Guzman y a Flores Cacho. Veláquez Hernández, quien también cuenta con la nacionalidad mexicana, fue puesto a libertad en el 2014. Desde esa fecha regresó a su natal Cali. Allí vivía en una desmesurada mansión del barrio Ciudad Jardín.

A pesar de la opulencia en la que vivía Velásquez estaba registrado en el Sisbén del municipio de Sapuyes, Nariño, zona marítima desde donde Velásquez envió toneladas de coca con destino a Centroamérica. Pero Velásquez Hernández no sólo trabajaba por mar, también usaba el aire. La misión que le asignó su jefe Flores Cacho fue la de infiltrar a operadores colombianos que trabajaran en la Aerocivil. Para eso usó a un viejo contacto, el controlador aéreo Vicente Murillo Fernández quien desde 1993 se tenía sospecha de trabajar para carteles mexicanos pero nunca fue removido de su cargo. Él, junto a otras once personas, ayudaron al Cartel de Sinaloa, ahora al mando del Mayo Zambada después de la detención del Chapo Guzmán, a aterrizar en las pistas colombianas aviones mexicanos cargados de dólares que salían repletos de cocaína.

La experiencia de Murillo, quien hace poco se jubiló de la Aerocivil, fue vital para acercarse a miembros de la Fuerza aérea nacional y fue el enlace para que el cartel de Sinaloa pudiera corromper a Luis Armando Rivera Moncada, coordinador de la torre de control del aeropuerto Bonilla Aragón de Cali. Él le daba vía libre a los vuelos de los mexicanos. La DEA intervino el teléfono de Rivera y así pudieron atrapar a una red que, encabezada por Velásquez Hernández, quien fue detenido por la policía en su mansión caleña, corrompieron como no se veía desde la época de los grandes narcos colombianos de la década del ochenta, a la Aerocivil.

Alejandro Flores Cacho por ahora sigue libre pero acorralado. Ya no puede disfrutar de sus bienes y en los últimos años ha visto como sus hombres de confianza, como el propio Velásquez Hernández, uno a uno han caído. Incluso hace poco su esposa, Diana Lorena Toro Diaz, con quien trabajaba en el negocio, fue detenida junto a otras 11 personas de su entera confianza.

Ahora, el otrora Señor de los Cielos, acaba de perder la joya de la corona para el Cartel de Sinaloa: las pistas donde aterrizaban sus aviones cargados de dólares en Colombia.

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