El fantasma que ronda la campaña a la presidencia

El fantasma que ronda la campaña a la presidencia

"Colombia es un país con un bajo nivel de cultura política, lo que hace que sus decisiones estén cruzadas por las emociones"

Por: JULIO ERNESTO HIGUERA
abril 04, 2018
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El fantasma que ronda la campaña a la presidencia
Foto: Reuters

Para sectores de derecha, estas elecciones están amenazadas por el fantasma del castrochavismo, idea que se ha insertado en los debates diarios de los candidatos presidenciales y dirigencia política de esos partidos, señalándola como una posible “amenaza” a la institucionalidad democrática del país, generando temor entre los ciudadanos que ven con estupor la crisis social por la que atraviesa la población venezolana.

No es la primera vez que el expresidente Álvaro Uribe acuña este efímero término para advertir sobre el peligro de que el país caiga en una dictadura castrochavista. Durante la campaña presidencial del 2014, para la reelección de Juan Manuel Santos, la utilizó para afirmar que Santos “firmaría a cualquier precio un acuerdo con el terrorismo, para entregarles el país e instaurar una dictadura como en Venezuela”.

Colombia es un país con un bajo nivel de cultura política, lo que hace que sus decisiones estén cruzadas por las emociones, convirtiéndose en acérrimos seguidores de sectores políticos tradicionales, sin detenerse a preguntar sobre la propuesta de gobierno que nos ofrece para respaldarlo con nuestro voto; sino dominados por el imaginario que un gobierno de “izquierda nos conducirá a una esclavitud totalitaria, de la que difícilmente nos podremos emancipar”. Fantasía inventada en el periodo de la guerra fría que contribuyó a desatar la violencia y persecución contra quienes proponen un nuevo tipo de sociedad.

Lo más preocupante es que la ignorancia política nos hace vulnerables ante la cultura de los odios y las mentiras, que tienen como propósito generar temor entre los colombianos, que “eligiendo un candidato diferente a los tradicionales nos convertiremos en otra Venezuela”; en una clara demostración de fuerte resistencia al cambio y a la renovación de los liderazgos en la conducción del estado; de una elite política, económica y social, beneficiada por las medidas de los gobernantes durante los últimos 50 años, permitiéndoles vivir en condiciones de privilegio.

Preservar el argumento del fantasma del castrochavismo, para conservar el poder, no es más que una estrategia de una derecha comprometida con gran parte de las masacres, las torturas, las desapariciones, los falsos positivos, asesinatos y violaciones de los derechos humanos y por ende responsables con el dolor de millones de colombianos; así como de escándalos por corrupción y vínculos con organizaciones al margen de la ley; solo con el propósito de mantener engavetados esos procesos, y desde el nuevo gobierno promover una reforma para eliminar las cortes, propinándole un golpe de estado a la Corte Suprema de Justicia, sala en la que se encuentran gran parte de esas investigaciones, rompiendo con la  independencia y separación de los poderes y buscando doblegar a otras instancias del Estado, haciendo de nuestra democracia una dictadura similar a la que critican en Venezuela.

Es absurdo que en pleno siglo XXI siga circulando el imaginario de la amenaza comunista, fantasía retrógrada que solamente contribuye a que se desate una nueva etapa de violencia e intolerancia contra quienes trabajan por una propuesta de una sociedad más equitativa.

Cambiar la cultura política de la población para no caer en el peligro de tomar decisiones, no basadas en las ideas, sino por informaciones alimentadas por el odio o la mentira, manipulándola con el caricaturesco cuento del fantasma del castrochavismo; entendiendo que hay otras formas para organizar la sociedad desde la vía de la participación libre y democrática, sin estar aferrados a esas emociones, evaluando y reconociendo quien representa nuestras aspiraciones de equidad y bienestar social; principios que abonen al fortalecimiento de nuestra democracia y a la construcción de una cultura de paz y reconciliación.

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