Con una querida amiga nos reímos del camino filosófico que hemos recorrido, quienes hemos militado en utopías de revoluciones y reevoluciones que nos acerquen a destinos más felices como colectivo humano. Decíamos que en los 80, estudiábamos y planeábamos la revolución socialista, analizábamos las contradicciones del capitalismo y calculábamos la dialéctica de los cambios y transformaciones que nos llevarían al paraíso de igualdad y bienestar que prometía ser la sociedad. Aquí un clásico de la época:
Ya en los 90, con la crisis del llamado socialismo real, empezamos a estudiar el desarrollo a escala humana, el ecofeminismo, las propuestas alternativas al desarrollo hegemónico y a formular y ejecutar mil proyectos de desarrollo social, buscando y a veces logrando, pequeñas experiencias de mejoramiento de la calidad de vida, aunque fuera en comunidades locales.
Llegado el siglo XXI, sentíamos como dice Ana Belén, que “nos mataba la estupidez de enterrar un fin de siglo distinto del soñado”. Tantas crisis se profundizaron, tantos esfuerzos se volvieron inútiles, tanto avanzaba la humanidad en sentido contrario a la igualdad y el bienestar, que empezamos a reunirnos en rituales, nos hicimos baños para limpiar las energías, nos vinculamos en meditaciones mundiales por la paz, nos sumamos a la hora del planeta y a cuanta iniciativa de armonización y equilibrio ha aparecido. He aquí el tema de la época:
De manera que con las nuevas inspiraciones, reflexiones y vivencias, tenemos enormes retos de enriquecer las miradas y enfoques. Hemos intentado buscar y encontrar lo mejor de cada ser, de cada situación, buscar otros estilos, ángulos y lecturas, que permitan percibir matices y colores, diferentes al blanco y negro de la polarización. Hemos intentado nuevas maneras de relacionarnos y enfrentar los conflictos: Hemos buscado con insistencia ser coherentes.
Pero hace parte de la coherencia misma, reconocer las incoherencias y contradicciones que nos habitan, así que en esta columna me toca “salir del clóset” y confesar que hay muchas situaciones que en este momento de mi vida, me dan pesar, otras me dan asco y otras, “pesar con asco”, como decía mi amigo paisa.
Pesar
Me da pesar la debilidad y la miopía de la izquierda en Colombia. Algun@s dicen que por falta de liderazgos y períodos de gobiernos populistas en nuestra historia, otr@s, que el Frente Nacional, otr@s, que el prolongadísimo Estado de Sitio, o que por el terrorismo de Estado, o por la existencia del conflicto armado, o por falta de verdaderos espacios democráticos. Lo cierto es que no se logra organizar “ni una lleva” (juego infantil de fácil desarrollo). Ni siquiera en una coyuntura en la que fácilmente con acuerdos básicos de trabajo se podía ser opción real de poder.
Me dan pesar muchos hombres jóvenes. De ojo encharcado y lágrima temblando en el párpado, acudo al triste espectáculo de verlos matar y morir por una camiseta de fútbol, por conducir borrachos o drogados, o participar en una violación, además grabarla en video y compartirla como una hazaña, hablando de la chica violada como de cualquier material desechable. Tanto los comportamientos autodestructivos como los matoneos y todas las violencias me hacen sentir que fracasamos en humanidad.
Me dan pesar también muchas mujeres jóvenes: Dilapidando las conquistas que otras generaciones lograron con sudor y sangre, la herencia libertaria, olvidando el linaje de las ancestras, sacrificando todo por un poco de aceptación, por comodidad económica o por migajas de cariño.
Asco
Me da asco el periodismo parcializado y encarnizado. El que es débil con los poderosos y se envalentona contra los débiles, el que oculta versiones y miradas, el que tiende cercos, celadas y chantajes, el que reproduce y promueve las violencias. Un ejemplo reciente es la portada de la revista Semana, que presenta como noticia una consigna de la revista y como clamor de toda la ciudadanía su propia opinión.
Me da asco el deterioro de la justicia. Como dice Margarita Londoño, una justicia privatizada y politizada. Creo que una de las grandes tragedias del país es la bien ganada desconfianza de la gente en la justicia, por ser clasista, sexista, racista y para colmo politiquera.
Me da asco la política capturada por maquinarias y por empresas electorales. Hay una frase lapidaria que dice que en Colombia, la política corrompió a la mafia.
Pesar con asco
Lo que me da en realidad “pesar con asco”, son tres cosas:
Uribe y el Centro democrático, con tanto desespero, fanatismo, cinismo, intentando volver a imponer el miedo, fórmula exitosa hace diez años, para canalizar voticos. La paradoja es que también es “víctima de su propio invento”: El cordón de seguridad se va engrosando tanto para protegerlo de las rechiflas y denuncias, que parece un bebé gritón, ahorcándose con su propio cordón umbilical.
Me da pesar con asco monseñor procurador, me da asco su alevosía, su grandilocuencia, su sed de sangre taurina, igual a su sed de sangre de la oposición, de las diversidades y de todo el que quiera que avance la democracia y el pluralismo en el país. Me dan pesar con asco sus acólitos, hoy envalentonados amenazando hasta a los agentes de tránsito que les ponen multas por conducir borrachos, me dan pesar con asco las mujeres que le rodean, odiando y persiguiendo a las que quieren gobernar sobre sus vidas y sus cuerpos.
Me da pesar con asco la inquisición disfrazada de juridicidad del procurador y también la corrupción y discriminación disfrazada de evangelio, como en el discurso y la práctica de la famiempresa de la pastora Piraquive. .
Ya desahogada, me voy a dar un baño para recuperar mi armonía…. OOOOOOMMMMM
