Cuando Johnny Hendrix la vio haciendo el casting de la película El vuelco del cangrejo, se prendó de ella hasta el punto de que le escribió una película. Se reunió con Karent Hinestroza a finales del 2009, le avisó que la filmación empezaría en cinco meses y que ella sería la primera actriz nacida en Timbiquí en protagonizar un filme. Entonces, sin pensarlo, Karent se internó en Manungará Chocó, un pueblito en medio de la nada, sin agua potable, abandonado al sol y a la lluvia, y en donde se rodaría la película. Allí, sin descanso, Karent trabajó a sol y sombra en las minas del lugar. Su personaje era una minera y ella quería hacerlo lo mejor posible. Investigar sería muy poco, ella necesitaba mimetizarse, ser una minera más. Ese nivel de profesionalismo, de entrega, hizo que Chocó se convirtiera en la mejor película afro-colombiana de la historia. Ha sido uno de los pocos filmes nacionales en estar dentro de la selección oficial del Festival de Cine de Berlín en el 2002.
Aún hoy, cuando todo el país la reconoce como la protagonista de la novela más querida del país, La mamá del 10, sigue creyendo que Timbiquí es su paraíso terrenal. En la escuela Santa Clara de Asís le nació el amor por la actuación. Tenía una materia que se llamaba Canto. Los niños de la escuela tenían que pasar al frente de todo el colegio y cantar. Muchos se morían del susto, pero Karent desde siempre no sólo nunca tuvo pena, sino que también tenía talento. Era tanto su histrionismo que pasaba salón por salón interpretando las novelas de la literatura universal que le ponían a leer en el colegio y ella, en vez de hacer un ensayo, las actuaba completas. Un portento
Los domingos en el pueblo era su día favorito. Por lo general ella y sus tres hermanos estrenaban ropa una vez al mes para ir a misa. Después de salir de la iglesia el único fotógrafo que había en el pueblo les tomaba una instantánea. Karent las guarda todas. En las noches el remate no podía ser mejor: baile en torno a una miniteca. Era feliz
Sus papás y sus hermanos aún viven en Timbiquí, por eso, cada vez que tiene vacaciones, las pasa allá, lejos de las grandes ciudades en donde le tocó vivir desde que era pequeña.
A los 12 años se fue a Cali a vivir sola en un apartaestudio. Lloraba todas las noches recordando a su madre. Creía que se iba a morir de la tristeza. Había llegado a la ciudad a hacer sexto grado de bachillerato. Se quedó dos años y después se fue a Popayán para luego terminar en Palmira. Lo primero que hizo, una vez salió del colegio, fue estudiar arte dramátco en la Universidad del Valle. Desde ese momento amó su trabajo y lo dominó de tal forma que fue capaz de aprenderse de memoria todos los parlamentos y la acción de Un tranvía llamado de deseo.
Karent no es una actriz cualquiera. Es una negra a la que le duele su raza. Cada vez que puede lee sobre Angela Davis y el movimiento de las Panteras Negras en Estados Unidos. Le gusta la música de Luisiana, el jazz y el blues sin preferirlo a la música de su Pacífico: nunca ha faltado a un Petronio Martínez. Es cinéfila pero no ve cualquier película. Activista, prefiere el cine comprometido de sus directores negros preferidos: Raúl Peck, Steve McQueen y la leyenda Spike Lee.
Su primera aparición rutilante fue en La vuelta del cangrejo, allí visitó lugares tan remotos como Vladivostok en Rusia por cuenta del festival que se celebraba allá. Su consagración definitiva fue en Chocó, gracias a esa película caminó, al lado de estrellas como Gerard Depardieu, por la alfombra roja del Festival de Cine de Berlín.
Ahora ha dejado de pertenecer a la élite de cinéfilos colombianos. Se hizo un referente nacional gracias a su papel en La mamá del Diez, la novela de Caracol que manda la parada