La cosa es muy sencilla, consiste en dejar por fuera cualquier fuerza de centro o izquierda mediante coaliciones tan fuertes que les aseguren los grandes votos en bloque para la primera vuelta, aprovechando la dispersión que hay en el centro y en la izquierda; para esto, el Partido Liberal ya dividido hasta la médula y el Partido Conservador jugando como desde el 2002 a la mejor mano, junto a la U, se irán para las campañas del Centro Democrático y el candidato por firmas de Cambio Radical, dejando a Fajardo, De La Calle y Petro que se peleen el 30% del resto de electores.
Pero antes de eso generarán un pacto de no agresión y una estrategia para repartirse la torta burocrática en un 70-30, seguramente según sea el ganador de las presidenciales, asegurando un bloque mayoritario en el Congreso, en el que estén Cambio Radical, Centro Democrático, La U y el Partido Conservador, además de una parte importante de los congresistas liberales.
En la semana de pascua tendremos definidos los tamaños reales de los candidatos de la segunda vuelta, con sus votos contados de maquinaria, con 5 millones de votos para cada lado y mientras tanto los tres mosqueteros del centro a la izquierda, seguirán repartiéndose 4 millones de votos entre los tres en una guerra casi fratricida.
Ahora, para no caer en el fangoso asunto de los epítetos de mamerto, “paraco”, “castrochavista”, o “títere de Uribe”, pero sí expresar mi posición política, solo puedo decir que Duque y Vargas Lleras son hombres muy preparados, el problema es que están preparados para hacer lo mismo que Santos, que Uribe, que Pastrana y de ahí para atrás un par de siglos.
Pero no todo está perdido, cuando se deba elegir entre el menor de los males, los acuerdos de La Habana se mantendrán por tres razones: uno, es que es más económico sostenerlos; dos, política, diplomática y mediáticamente para el mundo es un asunto intocable, comenzando por los Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU; tercero, siendo minoría la fuerza de congresistas que apoyan la paz, son el 30% del Congreso, esto haría demasiado desgastante el asunto.
Así que vuelve a quedar el país estos cuatro años tambaleando y habría que decir: entre Duque y Vargas Lleras, Colombia es-coja.