Señor Gustavo Petro:
Nunca me imaginé tener que escribirle esta carta, pero dada la premura que tiene este país en elegir a quien nos gobernará en los próximos cuatro años, me veo en la imperiosa necesidad de hacerlo.
Ya el columnista Federico Gómez Lara en Semana había dicho algo muy similar a lo que piensa mucha gente en este país: que usted debería considerar la posibilidad de renunciar a sus aspiraciones políticas.
Sin embargo, no solo me uno a esos mismos argumentos para solicitarle que lo haga, sino que deseo que también tenga en cuenta lo siguiente:
En primera instancia debo recordarle que usted no está compitiendo por una alcaldía en la que no hay segunda vuelta y en la que se elige de una vez a quien va a regir los destinos de la ciudad en la que se postula, tal cual le ocurrió a usted en Bogotá, de donde fue alcalde con tan solo un treinta por ciento de la votación; dado que el otro setenta por ciento, que no lo quiere, estaba dividido entre cinco candidatos, sino que al ser usted una persona que viene de un pasado en armas y todos los argumentos ya esgrimidos en la citada columna, espanta a un pueblo que ha sufrido, como el que más, los rigores de una guerra infame que nada bueno ha dejado, quedando así a la expensa de recibir en segunda vuelta la garrotera más vil, algo que tiene a los Uribistas apostando que ganan en primera vuelta y que no habrían encontrado mejor jefe de campaña que a usted.
Su candidatura, tal cual lo describe con certera agudeza Gómez Lara, divide y polariza.
En segunda instancia debo expresarle que si usted hiciera algo así, no sólo quedaría en la historia del país como alguien que hizo lo inimaginable, sino que su fama se elevaría por encima de las fronteras y quedaría instalado en el partidor de una campaña presidencial dentro de cuatro años con todos los pergaminos posibles, independientemente del resultado de estas elecciones.
Nadie podría engargolarle a su cuello la responsabilidad de haber ayuda dado, de manera indirecta, a elegir al que diga Uribe por una simple vanidad o un egocentrismo desbordado.
Usted es aún muy joven para acceder al poder.
Debo aclararle que yo no votaría por usted ni en primera ni en segunda vuelta, pero el hecho de que usted llegara a hacer un acto tan valiente como declinar su candidatura, me haría pensar que evidentemente usted tiene al país por encima de sus pretensiones personales y que aquello de que usted tiene más grande el ego que su inteligencia no es más que otra de las muchas mentiras que a diario le inventan.
Esperando ser testigo de un hecho histórico, quedo a la espera de tan sensata noticia.