Las actividades rutinarias y emprendedoras de las personas constituyen las bases fundamentales para sobrevivir y proyectar desarrollo, progreso social y comunitario, mientras la desatención, el desinterés, la carencia de apoyo y el abandono generan apatías e indiferencias en exploraciones y producciones que empobrecen y arruinan.
Existen dos clases de pobreza: material y espiritual. En algunos seres humanos se asimilan las dos y en otros por el contrario predomina la inercia para producir, porque disponiendo de los medios necesarios se encierran en egoísmo y desconfianza. “No lavan, ni prestan la batea”, no comparten, no ofrecen, ni mucho menos facilitan oportunidades de trabajos. En la vida nada garantiza la eternidad y las cargas de bienes materiales que adquirimos en vez de glorificarnos más bien nos limitan, atormentan y alejan de los afectos y disfrutes familiares, amistosos y sociales.
La política de Estado debe velar por la ocupación de servicio de los ciudadanos para de esa forma autoproveer el mínimo vital en atención y suministros de alimentación, aseo y servicios que requieren las personas. El artículo 25 de la Constitución Colombiana expresa: “El trabajo es un derecho y una obligación social y goza en toda sus modalidades de especial proyección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas”.
Bueno el texto de la disponibilidad constitucional, pero la inaplicabilidad del mismo, lo hace letra muerta, porque hasta ahora los mandatarios que nos han gobernado no han planificado, ni direccionado programas que erradiquen el desempleo, ofreciendo amplias oportunidades de trabajo para rebajar el alto índice de desempleo que supera el 18% y el subempleo o labores informales que están en un 40%. Lo anterior resulta a toda vista preocupante, especialmente por las consecuencias lamentables que puedan generarse con las personas ociosas o sin trabajo, sobre todo las incidencias violentas, prácticas delincuenciales y muertes por física hambre de infantes, impúberes y adultos mayores. ¿Cuál es la inversión del gobierno para proteger el desempleo? ¿Cuáles son los planes rurales y urbanos para mermar el desempleo a un dígito?
La mejor inversión de un Estado, nación o república es en educación, trabajo, cultura y deporte, porque dispone de la base humana acondicionada para emprender e innovar. Además, reduce el índice de criminalidad, afianza la estabilidad familiar, se beneficia tributariamente de los consumos y servicios destinados a la seguridad y obras de desarrollo y progreso.
Las cadenas de trabajos son difíciles de crear, a pesar de que espacios sobran para materializarla. Lo que ha faltado es voluntad e interés de quienes gobiernan para adoptar e implementar los modelos, para menguar la pobreza física. En Colombia, tenemos muchos campos para cultivar y producir, de manera directa e indirecta, que sirven para generar beneficios globales. A los mandatarios poco o nada les interesa resolver durante los períodos de gobierno el problema del desempleo para prevenir necesidades apremiantes que repercutan negativamente en las familias, con desintegraciones que originan violencia intrafamiliar, delincuencia y prostitución.
Las necesidades en pobreza son aprovechadas para actuar indignamente contra los seres humanos que la padecen, sometiéndolos, humillándolos, esclavizándolos o para apropiarse de los pocos bienes de propiedad del pobre que les interesen. Estas mismas personas, por debilidades y necesidades, se ven forzados a penosas circunstancias como vender el voto para mitigar uno o dos días de penuria.
Sin embargo, no hay razón. ¿Cuánto destina el gobierno en el presupuesto nacional para el Ministerio de Defensa, Fiscalía e Inpec y qué ingresos les genera? Si destinara un 30% del presupuesto de las citadas entidades públicas para fomentar y promover empleos o labores, tanto en el sector público como privado, impulsar la cultura y el deporte, se incrementarían los ingresos tributarios y se podría garantizar seguridad y estabilidad. A la vez esto podría servir para motivar la inversión extranjera, que exige además de seguridad, adecuaciones de servicios domiciliarios, vías y puertos. Dinamicemos las acciones pertinentes para transformar la pobreza espiritual en fertilidad, que sirva para erradicar la miseria e impulsar, el bienestar y la prosperidad colectiva efectiva.