La reacción alérgica que en estos momentos está haciendo el país es inevitable. Los extensos y fastidiosos titulares de política presentan en los colombianos un cuadro de alteración, inconformismo, desilusión, incredulidad y desconfianza. La salud politiquera de esta nación está dislocada, quebrantada y mutilada.
Luego de la sorpresiva y descarada victoria de algunos aspirantes al Congreso de la República, luego de la nefasta y absurda lista de los nuevos integrantes que se eligieron o en el peor de los casos, esos reelegidos que tienen un adhesivo inquebrantable con su poltrona del Capitolio Nacional de la Plaza de Bolívar, luego de estar casi armado este rompecabezas, el ocio político se avecina como un alud.
Pero patético fue el rifirrafe que se desencadenó con el agotamiento de los tarjetones interpartidistas, el Registrador y el Ministro de Hacienda se lanzaban la pelota de culpa entre ellos, donde los votantes tuvieron la pequeña molestia de marcar unos tarjetones fotocopiados; creando discordia entre los mismos precandidatos y los medios de comunicación. Qué vergüenza.
Ahora, ya casi divisado un panorama electoral, es de no ignorar las próximas elecciones. Apetecidas y esperadas elecciones presidenciales, pues los próceres ya están más que señalados, así con una tinta fluorescente, buscando alianzas y nuevas estrategias que en un pasado fueron inherentes debido a su historial o diferencias políticas.
Entonces, así como pintan estos panoramas, lo que se puede afirmar es el cocimiento de propuestas entre estos señores, porque está tan dividido este sistema que ya los ideales políticos se quedaron en sus talones, porque lo que prima en este momento es el poder, el “tú me das y yo te doy”, el “tapen tapen”, el mandato, la banda cruzada en su tronco que se estrenarán el 7 de agosto.
Pues bien, estamos los colombianos a la expectativa de estas alianzas. Seguimos con la incertidumbre de que se está cocinando en estos momentos en las distintas casas de los partidos políticos. Como lección y misión está en nuestras manos escoger al mejor, darnos a la tarea de estudiar su historial político, ser osados en escudriñar su currículum, su partido político; porque el derecho a votar va más allá de montar al trono al indicado.
Así pues, a votar bien y a quitarnos esa venda flemática de nuestros ojos. Porque como dice mi madre: “vamos a ver si es que no se siembra o es que la tierra no sirve”.