La Ceja, Antioquia: un municipio devorado por la luna

La Ceja, Antioquia: un municipio devorado por la luna

"Cualquier persona que quiera conocer Antioquia tiene por obligación que agregar a su itinerario una pausada visita a este hermoso lugar"

Por: Juan Esteban Trujillo Marín
marzo 20, 2018
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La Ceja, Antioquia: un municipio devorado por la luna

Mi memoria regresó fragmentada a mi mente, perforando el tejido del presente; las heladas olas que creí diluidas en el inmenso mar del olvido, marcaron su llegada. La botella no contenía una nota, contenía una fotografía resueltamente inmóvil, un antiguo mensaje cifrado en una fugaz captura.

El parque principal de La Ceja se exhibía de nuevo imperial ante mis ojos, matizado por el blanco y el negro, insinuando su valor sagrado. Las escenas allí vividas no dieron esperas de ningún tipo. La tibieza de un arroz con leche, sobre un desgastado balcón de madera, renovaba mi débil esperanza; terribles revelaciones se exponían a la luz de la inefable grandeza de su cielo, que azul parece envolver al mundo entero.

No pude evitar hurgar a profundidad un territorio en donde, la luna, siempre parece ser la radiante protagonista, deslumbrando a todos los espíritus. Vagando por sus amplias calles me topaba con mares de rostros, la gran mayoría perdidos en las arenas movedizas de la rutina, la marca del insomnio yacía bajo sus ojos; otros, un tanto superiores, arrastraban sobre sí la sinceridad de una sonrisa luminosa.

Un ajedrez de bicicletas por donde quiera que iba, se robaba mi atención, todas y todos recorriendo el magnífico tablero del Tambo; colores y extrañas músicas lejanas, un paradisiaco abanico de posibilidades, que se tiende a los pies de los forasteros, me hizo comprender que todos allí hacíamos parte del mismo ritual plateado.

Me interné en un desamparado bar diminuto, libros y vinos añejos me ayudaron a concretizar el pulso, el dueño fumaba y perdía su mirada por una ventana sin vidrios, quizás mirando al astro de queso. La temperatura era la correcta, y todas las estrellas se ordenaron como señalizando la verdad absoluta: La Ceja, tierra hija de la luna.

Amarilla, blanca e inmaculada, azul y vaporosa, grande al final o secreta entre las nubes violetas de la noche, alimentando la esencia que destila el pueblo, un tesoro lunar en todo el sentido de la palabra. Hondos horizontes trazan su cobertura, mareados luceros guían a los enamorados, luciérnagas radiantes exploran los extensos pastizales verdes, que invocan una esperanza final, misteriosa, que florece hasta para los ciegos de nacimiento.

Las puertas que componen su infraestructura parecen conducir a una eternidad sin límites, las montañas cobijando al pueblo, de día verdes como el limón y de noche negras cual azabache, roban de por vida las almas y los corazones de los visitantes. Cualquier persona que quiera conocer Antioquia tiene por obligación que agregar a su itinerario una pausada visita a este hermoso lugar, donde las lentas tardes se consumen entre conversaciones y cafés, y las largas y frías noches son acompañadas por el licor que brota del disco periférico de la luna. Y si va, y le es posible a usted perderse, muchísimo mejor, la luna con toda seguridad, oficiará como brújula de su destino.

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