Las palabras del alcalde de Bogotá en referencia al municipio de Soacha quizá no se escapen de la dura realidad en la que se encuentra sumergido el municipio, sin embargo, el tonito de desprecio y el juego de palabras que ha utilizado es lo que más rechazo produce, principalmente porque se está refiriendo a más de 250.000 habitantes procedentes de la ciudad que él gobierna.
Un nuevo pronunciamiento del alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa ha generado revuelo y diversos cuestionamientos. Se trata de la respuesta a una propuesta realizada por ProBogotá, que hacía referencia a una unificación del municipio de Soacha con la capital del país y a la que el mandatario bogotano no dudó en demostrar su rechazo con la consigna que sutilmente reza: “a mí no me dan a dar solo el hueso, con todo respeto, no. A mí también que me den la carne”, manteniendo un tono irónico y humillante.
Sin embargo, esta no es la primera vez que el alcalde se expresa de una forma degradante en referencia al municipio de Soacha. En abril de 2017, en una intervención que realizó en un foro de integración territorial, dijo que “los habitantes de un municipio rico nunca van a votar por [unirse con] un municipio pobre” demostrando nuevamente un tono de desprecio por los habitantes del municipio al cuál han tenido que llegar los bogotanos con menores ingresos.
No sería algo de extrañar que esto sea una fotografía del rechazo que el alcalde muestra por los pobres, quizá sea una represalia contra aquellos que no votaron por él en las elecciones en las que fue electo como alcalde (recordemos que obtuvo la mayor votación en las localidades ubicadas en la zona norte de la ciudad, que a su vez son las 7 localidades más grandes) o tal vez sea un comportamiento arraigado en lo más profundo de su ser y que ha decidido exhibir a lo largo de su vida política.
En este sentido, el excelentísimo burgomaestre al parecer ignora que muchas de las problemáticas que experimenta Soacha en estos momentos provienen de Bogotá. La migración masiva de bogotanos a Soacha es algo que no se puede negar, la población del municipio en 1985 era de 132.000 habitantes y para 2005 las cifras oficiales arrojaban un dato de 401.996 personas, lo que indica que la población se multiplicó por tres en 20 años. Este dato no alcanza a ser tan escandaloso, pues según cifras oficiales se estimaba una población en 2017 de 533.718 habitantes, es decir, un crecimiento en 131.722 almas en 12 años; sin embargo, la alcaldía realizó en 2017 un censo “casero” en el que mostraba que esta cifra podría superar el millón de residentes.
La influencia de la migración procedente de Bogotá queda en evidencia al ver los datos de un estudio de la Universidad de la Sabana en la que indican que de Soacha salen en promedio 250.000 personas hacia la capital, es decir que aproximadamente una de cada cuatro personas que viven en el municipio se tienen que desplazar a sus lugares de trabajo o estudio a la ciudad gobernada por el Doctor Peñalosa, bueno dejémoslo solo en Peñalosa ya que sus estudios de doctorado quedaron en entredicho.
Este crecimiento masivo y acelerado de la población de Soacha, dado por el flujo de personas procedentes de otras ciudades (especialmente Bogotá) genera unas problemáticas fuertes en torno a la capacidad estatal para cubrir necesidades básicas, en este orden de ideas, no hay suficientes hospitales ni colegios, las vías se colapsan por lo insuficientes (ya sea por su limitado tamaño o porque están en condiciones inapropiadas para una óptima circulación), no hay infraestructura que permita proveer servicios básicos como un sistema de alcantarillado adecuado o un acueducto eficaz , no hay la suficiente presencia de fuerza pública que brinde seguridad en una zona que para 2014 presentó el 42% de homicidios de Cundinamarca al tener 212 muertes violentas frente a los 504 casos registrados en todo el departamento.
Lo anterior es simplemente una radiografía de las problemáticas que a simple vista se pueden observar en Soacha. Es importante destacar que este es un municipio al que llegan personas muy diversas, pero en el que la pobreza es un común denominador. En él viven muchos bogotanos que son segregados de su ciudad natal para ir a un lugar al que pueda hacer rendir su salario mínimo, esto, debido a que un arriendo en Bogotá puede estar entre los $550.000 y los $650.000 pesos en los barrios más populares, mientras que en Soacha un arriendo puede conseguirse en $450.000 pesos en Ciudad Verde, León XIII o San Mateo que son los barrios más cercanos al acceso de transporte y a la entrada de Bogotá.
De esa migración masiva de rolos, la solución ha sido llevarles 3 estaciones de transmilenio que llegan a máximo el 30% de la extensión total del territorio de Soacha, después de llegar a la última estación, los habitantes tienen que tomar otro bus que lo lleve a la casa debido a que no se cuenta ni con el servicio de alimentadores.. El habitante de Soacha que trabaja en Bogotá debe durar dentro de un bus en promedio 1.5 a 2 horas por recorrido, es decir de 3 a 4 horas al día, o el equivalente a 70 horas promedio al mes (suponiendo que hacen este recorrido durante 20 días hábiles) o el equivalente a que pasen 3 días en el interior de un bus.
Aun así el servicio de transmilenio es para los habitantes de Soacha algo “bendito”, ya que es algo que medianamente les logra ayudar a llevar su cotidianidad y que esto seguramente será lo único que reciban de los gobiernos (municipales, departamentales y nacionales).
Es así como se puede ver que el municipio está sumergido en problemas estructurales muy fuertes como: corrupción, presupuesto asignado insuficiente, un crecimiento demográfico que parece imparable e indicadores de seguridad que cada vez dan más miedo. Es por eso que me parece un atropello que la alcaldía de Bogotá no piense en hacer algo mejor para ayudar al municipio que recibe a su gente, y que por el contrario, lo catalogue como “un hueso” y de paso no desaproveche oportunidad alguna para demostrar la indiferencia, el desdén y el “importaculismo” de su administración con las clases más pobres de la ciudad.