Colombia pasa por un momento crucial de su historia, está frente a la gran posibilidad de quitarle el mandato a aquellas personas que lo han obtenido por más de doscientos años a punta de actos de corrupción, actuaciones ilegales y hechos criminales, teniendo como posibilidad la unión o la conformación de un frente que se estructure de todas la fuerzas políticas alternativas y progresistas que no le hagan el juego a los pasos reprochables que han sumido a Colombia en el mar de miseria que es en la actualidad, sin haber probado un solo segundo de un gobierno nacional de izquierda llevándonos a tener muchas Venezuelas dentro de nuestro territorio.
El cambio está a la vuelta de la esquina y la derecha de este país lo sabe, por eso unida se ha dedicado al discurso de la manipulación y el miedo, ha difundir el fantasma del castrochavismo para ponerle ese birrete a uno de los candidatos de la contienda electoral a la presidencia, Gustavo Petro; y lo grave no parece ser solo éso, lo inaudito es que los que dicen ser los representantes del centro están acogiendo este tipo de artimañas politiqueras para seguir el juego de la estigmatización, dejándose arrastrar por las mismas mañas que dicen quieren combatir y acabar, ¿irónico, no? El punto central es que La Coalición Colombia no puede seguir empeñada en hacer de la postverdad y las falacias hacia uno de sus contendores electorales uno de sus actos de campaña, el camino está dado para tomar otra ruta hacia una convergencia entre dicha coalición y el movimiento que encabeza Gustavo Petro (Humberto de la Calle también podría ser parte).
Es un imperativo moral hacer de esa alianza una realidad ya que si seguimos enfrascados en este canibalismo entre fuerzas políticas coincidentes, el único efecto inmediato es el empoderamiento de las derechas encabezadas por Álvaro Uribe y Vargas Lleras, dejándoles libre y a su gusto el camino a la segunda vuelta. Este es un país cuyo electorado se ha dejado manipular tanto por las alocuciones falaces de la derecha como por los miedos e intereses emanados desde las opiniones de los medios de comunicación y prueba de ello es la risible disculpa del castrochavismo: el periodismo se unió en pos del ‘Sí’ para los acuerdos de paz de La Habana (excepto la línea editorial de RCN), informándole al país que todas las argumentaciones del sector del ‘No’ que estaban basadas en la venezolanización de Colombia eran una entelequia, un absurdo y que la única forma de darse cuenta de aquello era leyendo los acuerdos y viendo muchos de los especiales que desde los mismos medios se emitían para hacerle la elección más fácil a los colombianos, pero ahora resulta que ese coco que ellos mismos intentaron desvirtuar para lograr el ‘Si’ se lo están acomodando a la figura de Petro y por lo menos ya está haciendo eco en los que dicen pertenecer al espectro de centro.
El colombiano promedio es un ser apolítico, apático de la realidad de su propio país y eso se explica en creer cosas tan estúpidas como que Juan Manuel Santos es castrochavista, que Claudia López y Sergio Fajardo son personas de izquierda, que las Farc se iban a tomar todas las curules del Congreso, que el Centro Democrático es un partido de Centro, o que Gustavo Petro es un tipo de extrema izquierda cuando es un grito a voces que Jorge Enrique Robledo del Polo Democrático, dentro de la izquierda, es mucho más radical. Éstas son cuestiones que cualquier persona que se informara a diario sobre su país las entendería, pero si aquí existen politiqueros también hay ciudadanos que solo les interesa Colombia a un mes (y me estoy arriesgando al no poner semanas o días) de cualquier tipo de elección electoral por lo que estas dos clases se juntan a la perfección, el politiquero dice ser de centro y que ellos sostendrán la bandera de la anticorrupción y esto cala totalmente en una persona con una formación política nula, cala en un personaje que ve en la política un problema pero que a pocos días de elecciones toma posturas para apostarle “al menos radical”.
Si la derecha le está apostando a esa clase de convencimiento, La Coalición Colombia también, y esto es un completo error porque en esta última hay personas valiosas como Robledo, Antonio Navarro Wolf o Ivan Cepeda y Angela Robledo quienes han sido de los pocos que le han apostado a una coalición más amplia, por lo que no se entiende esta línea de convencimiento para ganar más votos que con seguridad ni les van a alcanzar para llegar a segunda vuelta ni mucho menos para evitar el escenario más nocivo, que sigamos siendo gobernados “por los mismos con las mismas”. Sería ideal un espacio en donde fruto de esa alianza que muchos añoramos y exigimos tuviéramos un mejor país, uno que empezara las reformas como la que propone Petro del agro, las de Claudia López sobre la lucha contra la corrupción o las de Robledo sobre los TLC, pero eso solo será posible si se llega a la cúpula del poder ya que de lo contrario reformas como la de Claudia, así se materialicen en un articulito, no llegarán a implementarse porque no existirá ese músculo coercitivo ético y necesario para ponerlas en funcionamiento, los personajes de siempre no están interesados en ello. Hemos visto como muchas personas tanto del Polo como de los Verdes se han volcado a las toldas de Gustavo Petro y de eso no se trata ya que entre nosotros mismos estamos fraccionando los votos.
Como lo mencioné antes, la alianza está a la vuelta de la esquina, es posible, estamos a tiempo de rectificar el rumbo, pero si no llegamos a un acuerdo programático entre todas las fuerzas alternativas, además de tediosos y caníbales, desgastantes e inoperantes serán los próximos días de campaña presidencial, ya que seguirán los señalamientos de parte y parte, provocando la risa de la derecha mientras entre nosotros nos suicidamos electoralmente.