Cometí un error por culpa de Antanas Mockus

Cometí un error por culpa de Antanas Mockus

"Estoy volviendo a creer en la política y de nuevo es culpa del mismo"

Por: Sara Vasquez
marzo 15, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Cometí un error por culpa de Antanas Mockus
Foto: Heinrich-Böll-Stiftung

Hace 16 años, era una adolescente de 13 años consciente y sensible que veía en las noticias todas las cosas espantosas que las Farc hacían. Crecí en un país en el que cuando íbamos a algún lugar por carretera mis papás nos explicaban qué podía pasar si nos detenían en un retén de la guerrilla, nos decían que miráramos las botas para distinguir entre guerrilleros y soldados, y nos instruían en qué debíamos hacer si algo ocurría.

A mis 13 años mientras hablaba con mi mejor amiga por teléfono sobre el niño que nos gustaba o la tarea del día siguiente, alguna cosa de poca importancia, cuando en la montaña más cercana a mi casa el Eln detonó (tiró) un cilindro bomba. Puedo recordar que el miedo infinito me invadió, estaban cerca. Dormía con mi hermana menor (una millennial como yo) y las pesadillas que a ella la hacían pasar a la cama de mis papás eran sobre la guerrilla, secuestrando, matando o metiéndose en nuestra casa.

Así que a quienes dicen que los “millennials” o menores de 30 no vivimos la guerra y por eso no votamos por Uribe, déjenme decirles: ¡No! No viví la guerra porque ni mi familia ni yo éramos campesinos, porque no fui soldado ni guerrillero, pero sí me tocó y me dolió. La viví tal vez con un sentimiento diferente, porque cuando eres niño ni siquiera entiendes por qué está pasando. Como niños en Colombia no necesitábamos imaginarnos en nuestros juegos batallas contra los grandes villanos de Disney o Superman, nuestros supervillanos los veíamos todos los días en televisión, secuestraban a los papás de nuestros amigos o mataban a gente cercana.

Lo que vemos los jóvenes “millennials”, a los que tanto nos desacreditan por nuestras creencias, es que Uribe era una “medicina” necesaria para ese momento en nuestro país, era la solución y lo fue de cierta forma; pero como todas las medicinas, si las tomas durante mucho tiempo pierden su efecto y si abusas de ellas se vuelven perjudiciales para tu salud. No todas las medicinas sirven para lo mismo, Uribe fue la que necesitamos en un principio, hace 16 años. Si algún día tomaste amoxicilina para tu amigdalitis y funcionó, no porque funcionó quiere decir que cuando tengas migraña vas a volver a tomar amoxicilina, ¿o sí?

No podemos pretender que porque funcionó para ese entonces, tenemos que seguir teniendo la misma medicina, eso es lo que vemos los "mamertos", "millennials" "jóvenes desinteresados" "comunistas" que la derecha tanto critica. Nuestro país está viviendo otro momento y parece que somos los únicos que vemos eso.

Hace 8 años, un movimiento que inició quien hoy es el segundo senador más votado del país sacó a muchos jóvenes a las calles, nos involucró con la política, nos motivó a hacer campaña creyendo que ya era suficiente guerra y que en medio de un conflicto armado había otra forma de hacer las cosas. Sin embargo, muchos se resistían a creer que esto fuera posible, el acuerdo de paz aún no estaba en los medios, pero ya se veía venir y el miedo a que este personaje “entregara el país a la guerra” y que no tuviera la fuerza para pelear en contra de las guerrillas llenó de temor a muchos. No obstante, la campaña continuaba y algunos incrédulos se tornaron hacia él.

Recuerdo para ese entonces estar muy abierta a los candidatos. De hecho, intenté eliminar de mí creencias y prejuicios, y escucharlos a todos. Asistí a paneles, leí la mayor cantidad de artículos, vi y escuché casi todos los debates. Todos desde el discurso me gustaban, veía muy buenas cosas en Vargas Lleras, Petro en su forma apática pero persuasiva me cautivaba, Mockus tocaba cada fibra de mi ser. El único con el que me costaba simpatizar era Santos, que aunque tuvo un par de aciertos en algunos debates, para mí se veía poco auténtico y desinteresado de los ciudadanos. De esa forma decidí mi opción y me involucré con toda la campaña. Jamás me imaginé interesada por la política de esa manera, jamás en la Plaza de Bolívar gritando “Con la educación todo se puede”, no solo gritando, sino creyéndolo, soñándolo. Recuerdo ese momento con un lápiz en la mano y vestida de verde, absolutamente emparamada en medio de un aguacero capitalino y visualizando la posibilidad de que mi país, el país que amo, podía ser diferente, podía cambiar. Él me hizo creer que ese país que me llena de miedo y desilusión también tenía la oportunidad de ser diferente.

Esa esperanza se desvanecía poco a poco cuando hablaba con otras personas y me decían “pero las Farc”, “pero la guerra”, “este país necesita la seguridad democrática de Uribe”, y por más que intentaba que vieran que Santos no era Uribe, de una forma increíble no se podía lograr. Mi cerebro juvenil y apasionado no lograba entender cómo las personas no se daban cuenta que Santos y Uribe no eran la misma persona, así como yo no soy la misma persona que mi mamá, así nos parezcamos en muchas cosas y compartamos los mismos valores. No somos las mismas y no soy la misma que ningún otro ser humano. Irónicamente o ilógicamente, en el 2010 la mayoría de colombianos votantes no vieron la diferencia entre un ser humano y otro, no vieron que Santos y Uribe eran diferentes. Ese día lloré mis ojos, ese día sentí que mi país, el que amo y el que a veces aborrezco, nunca cambiaría. Con ello juré nunca volver a meterme en la política, nunca apoyar un candidato de una forma diferente a solo con mi deber ciudadano de votar.

Ocho años después, viendo la situación en Colombia, viendo cómo la gente solo se trata mal por un candidato, cómo ponen memes de uno y del otro, me frustré y rompí mi promesa de no involucrarme. Me cansé y me aburrí de recibir por WhatsApp cadenas llenas de desinformación. Si bien es cierto que cada persona es libre de pensar que votar por Petro puede volvernos como Venezuela, que votar por “el que diga Uribe” (antes de que Duque fuera elegido) es apoyar el paramilitarismo, que Fajardo es tibio y no toma posturas, que Vargas Lleras es un agresor y que Timochenko merece la pena de muerte en vez del Congreso, no estoy de acuerdo con que sea parte de una cadena de desinformación. Pero esto es otro tema. Hoy escribo porque no puedo creer que estamos, no solo repitiendo casi medio siglo de historia, sino que estamos basando nuestra vida y elecciones en el temor y el miedo. No puedo creer que se nos olvidó que la fuerza que mueve el mundo hacia la evolución es el amor.

¡¡¡Cometí un error!!! Estoy volviendo a creer en la política y de nuevo es culpa del mismo: Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas. El pasado domingo ganó su puesto en el Senado y volvió con esa autenticidad, sinceridad y esperanza que lo caracteriza, a hablar, a hablarme, a tocarme el corazón. Por eso decidí volver a hablar de esto o al menos escribir lo que pienso. ¿Por qué no podemos tener algo que no sea derecha o izquierda? ¿Por qué reconciliarnos en medio de los extremos es tan difícil? ¿Por qué alguien tiene que ser radical para poder verlo como una posibilidad? Vuelvo a creer que sí hay una forma de hacer las cosas bien, vuelvo a creer que sí tenemos posibilidades de no volver a caer en manos de los mismos, que el país no será entregado ni a las Farc ni a las grandes empresas, ni a las familias tradicionales en el poder.  Vuelvo a creer que hay una posibilidad de disminuir las brechas sociales y económicas, sin quitarle a los que han trabajado por sus riquezas y sin dejar a los más pobres en el olvido.

Por eso, ni Duque ni Petro son una opción para mí. No tengo nada en contra de Duque, es más no tengo nada en favor de él, no tengo ninguna información de él, ni de su poca trayectoria política. Si fuera seguidora de Uribe, no escogería a Duque por el simple hecho que no se cuáles son sus propuestas, es decir, puede pasar lo mismo que ocurrió con Santos, que solo está usando a Uribe como trampolín para saltar a la presidencia y por eso desconocería cuál es su verdadero programa de gobierno. Por otro lado, aunque desde hace más de 8 años he seguido y creído muchas de las políticas de Petro, él no es una opción para mí, porque no voy a mentir, de cierta forma ese mensaje de que podemos quedar como Cuba o Venezuela, me llega a asustar. ¿Por qué? No por ignorante o no leída, por cosas básicas como que me gusta poder escoger, porque no le veo personalmente nada de malo a poder ir a un supermercado y tener cien opciones. Porque he visto cómo personas que vivían en Venezuela (atendiendo universidades públicas, con una casa pequeña y nada más que eso) se quedaron sin poder mercar, sin trabajo y sin poder escoger su futuro. Sobre todo no lo escogería porque está, a su manera y desde su discurso, sembrando temor, resentimiento y diferencias sociales; porque he escuchado y visto videos para ver si cambio de opinión y voto por él (pensando simplemente en no darle más de la misma medicina a un país que no la necesita más y que está adicto a ella) y me encuentro casi siempre con un discurso que en diferentes palabras contiene: “El pasaje de TransMilenio se debe bajar para los pobres, si no se le paga a Volvo la deuda, ellos no se van a morir de hambre”, “La riqueza debe ser repartida”, “Si usted tiene una tierra que no es productiva desde hace más de 10 años usted no la necesita y debe ser repartida o debe pagar más impuestos” y allí es siempre el mismo punto en el que me detengo y me alejo de su posición.

No puedo compartir esto porque vengo de una familia de emprendedores, mis papás crecieron su negocio a pulso, poco a poco, de la nada al todo y de allí al casi nada y esa es la historia de un sube y baja de buenos y malos momentos, económicamente hablando. Ellos tienen empleados que dependen de que la empresa siga abierta. Durante buenos momentos económicos del país y cuando los clientes les pagan, eso se refleja y pueden contratar más personas, pueden subir salarios y dar bonificaciones, lo que continúa alimentando la economía. Pero durante los malos momentos las comisiones y bonificaciones se bajan y el número de empleados igual. Si aplicamos el pensamiento de “Volvo” que lo mejor es bajar los pasajes de TransMilenio y no pagar a Volvo la deuda porque ellos no la necesitan, usted basado en los juicios y creencias de clases, está pensando en que la plata va al CEO, al presidente de la empresa, para comprarle otro yate, y seguro a ellos no les hará falta. Pero si así como TransMilenio otras 5 empresas no le pagan a Volvo, ellos no le va a poder garantizar a sus empleados aumentos de salarios, no podrán expandir el negocio y al final el perjudicado vuelve a ser el ciudadano que menos ingresos tiene. Es por eso básicamente que NO estoy de acuerdo con algunas políticas de Petro, incluida aquella de las tierras. Si por ejemplo mi tarataabuelo era un campesino que nació y creció en el campo, que aró y sacó provecho de su tierra, pasando esto a mi bisabuelo quien lo continuó haciendo y de él a mi abuelo quien lo administró; es el sudor de mi familia lo que está allí, es mi historia, es mi legado, ellos lo construyeron y ahora nosotros lo disfrutamos, así que porqué tendría que llegar el gobierno y quitar un patrimonio familiar.

Creo que las tierras que han sido robadas, quitadas ilegalmente durante la guerra, asignadas a grandes terratenientes mediante “proyectos” del gobierno, deben ser restituidas. Creo que la educación debe ser de calidad y de acceso gratuito, creo que la salud debe reestructurarse y debe dejar de ser un negocio injusto y burocrático. Creo que el medio ambiente y los recursos de nuestro país deben ser prioritarios en la agenda del nuevo gobierno. Creo que esto es algo que se puede lograr con un candidato que promueve la no diferencia, el trato equitativo, la integración de pensamientos y el centro como una opción.

Petro para mí no representa la vagancia, no representa a los “marigüaneros”, a los que quieren quedarse sentados haciendo nada. Como Duque tampoco representa a los guerreristas, que quieren armas y nada más. Pero ambos, a su manera, basan sus discursos y propuestas en la diferencia, en el odio y el miedo. Duque (o Uribe) el enojo hacia el comunismo, hacia la guerra, hacia la “violación” de las instituciones tradicionales. Petro el enojo hacia las instituciones tradicionales, hacia las familias apoderadas de la política y la corrupción que genera la enorme brecha social. Podríamos votar por alguien que pueda reconciliar ambas posturas desde la inclusión, desde la esperanza y no desde la furia, el enojo y la diferencia. ¿Por qué no intentar algo distinto? ¿Por qué quedarnos sin esperanza? ¿Por qué no pensar que se puede?

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