Desesperada la plutocracia se reúne en sus clubes para unificar propuestas para contener a Petro. Las encuestas dicen que es el nuevo presidente y aunque en ocasiones éstas han fallado son más las que han atinado. Esto los tiene “cabezones”, como dice la jerga popular.
La prensa privada, su brazo mediático, así lo revela. Afamados periodistas como Darío Arizmendi y Luis Carlos Vélez sintetizan en sus engañosos tuits el sentimiento de esa plutocracia, así mismo el humorista y escritor Daniel Samper y otros en sus columnas.
Que "los empresarios están vendiendo sus empresas para largarse de este país", que el otro “va a empacar sus maletas si Petro es elegido presidente", que "somos tan tercos que no queremos ver el espejo venezolano", que “Petro es la reencarnación de Mao Tse-Tung, Chávez y Stalin”, que “Petro es malo, malito, malote y que nadie tanto como él”, que “quemó el Palacio de Justicia” (aun estando preso en esas épocas, ya que es omnipresente), etc, etc. Mentiras, exageraciones y falacias insustentables abarrotan sus cuentas de Twitter.
¡Nada nuevo bajo el sol colombiano! La mentira y la falacia hechas matrices de opinión redundantes y asfixiantes para presionar, a través de la exacerbación del miedo, a votar por los mismos de siempre, o sea la derecha y la extrema derecha.
Lo que no previeron o desdeñaron son las nuevas formas de información y desinformación que son las redes sociales. La internet, el gran caudal informativo, permite discernir entre los hechos que son reales o informativos y los irreales o desinformativos, de modo que el propio ciudadano es quien recibe, compara y clasifica la información como verdadera o falsa. Ese ejercicio lo ha hecho la población y ya las falsas cadenas de WhatsApp y en demás redes son verificadas antes de ser asumidas como verdades y los intentos de difamación sobre Petro han sido destrozados. No en vano es el hecho de que la gente tienda, en un porcentaje más alto, a informarse a través de sitios web que en los llamados noticieros de los canales privados, que valga decir sufren el castigo de los televidentes reflejado en sus pobres ratings.
Y como las élites y su prensa se han dado cuenta que Petro es poseedor del efecto “pelota de goma”, que entre más duro le dan más alto rebota, entonces ya se oyen rumores de un probable atentado así como se hizo con Gaitán, Pardo Leal, Pizarro, Galán entre otros. Su impotencia intelectual, política y moral los obliga a eso. Y mientras tanto el fenómeno Petro sigue imparable llenado plazas, con o sin la venia de los alcaldes de las ciudades donde expone sus ideas y propuestas.
Ya el absurdo del “castrochavismo a la colombiana” va quedando desvirtuado, ya casi nadie cree en ese monstruo imaginario porque la gente está más informada. Por eso se han visto forzados a ir mudándolo al término “populismo”, el mismo que se le aplicó a Gaitán en su campaña presidencial. Al fin y al cabo ésta palabreja no suena tan disparatada, tan insultante a la inteligencia popular. Se han dado cuenta que el tratar como castrados mentales a la población ya no funciona, porque ahora con la internet la educación se ha hecho más democrática.
La gente ha entendido que como en este país nos han acostumbrado a que los derechos —siendo obligaciones estatales— no se cumplan, entonces a quien proponga cumplirlos le llaman “populista” y eso es lo que está pasando con Petro. Ha comprendido que por habernos acostumbrado al mal vivir —pudiendo y teniendo las posibilidades reales de mejorarlo— no significa que eso esté bien, que eso deba ser así ni seguir así, como muchos pretenden. Las potencialidades natas de nuestro territorio nos ofrecen una amplia gama de posibilidades concretas para un mejor vivir, sólo hacía falta la voluntad de hacerlo y esa es la que a Petro le sobra. El llamado populismo va perdiendo fuerza a medida que la gente estudia lo básico de política y economía. Empieza a comprender la frase de un discurso del mártir Jorge E. Gaitán: “Ellos (oligarquía) le llama populismo, yo le llamo elemental justicia”[1].
Temerosas se muestran las élites de que después de dos siglos de hegemonía queden viudas de poder y de que este pase a manos de quien según la democracia debe ostentarlo: el pueblo.
Pero no deberían temer: Petro no ha propuesto empobrecer ricos sino enriquecer pobres, no va a expropiar a nadie ni a imponer el modelo soviético comunista de la URRS en Colombia, ni el castrismo, ni el chavismo, ni el régimen norcoreano; simplemente habla de hacer cumplir los derechos constitucionales (que abarcaría un episodio aparte dada su extensión) y de que será duro con los corruptos. Ahora, si esos empresarios y dueños de la económica nacional no son corruptos y sus actuaciones son transparentes y de cara a la ley no tienen nada que temer, por el contrario, gente honesta es la que la Colombia Humana quiere agrupar e impulsar.
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