Todos los días aparecen y desaparecen instituciones, se tejen alianzas, se resucitan nombres y se realizan “ajustes” a las reglas de juego, cuestiones que con dificultad entienden incluso quienes viven en Venezuela.
Ante este volátil escenario, se asoman en la palestra política dos nuevas figuras, por un lado, el Movimiento Somos Venezuela (MSV) de corte oficialista, y por otro lado, la propuesta de oposición, el Frente Amplio Venezuela Libre.
Sobre el Movimiento Somos Venezuela, quedan más preguntas que respuestas en cuanto al tipo de institución que pretende ser. De acuerdo con las primeras declaraciones del presidente Nicolás Maduro, en febrero de este año, el Movimiento no tenía pretensión de convertirse en partido político y por ende era entendido como un movimiento socio-cultural estrechamente ligado a todo el andamiaje de las misiones y el carnet de la patria. Sin embargo, las declaraciones de Delcy Rodríguez -actual presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente-, quien fue nombrada como la coordinadora nacional de este movimiento, dejo fuera de duda lo que pretende el gobierno, a saber, convertirlo en un “nuevo” partido político, que participe con tarjeta propia en las próximas elecciones presidenciales y que sirva de apoyo a la candidatura de Nicolás Maduro.
Pero, cómo fue posible la creación de un nuevo partido cuando desde el año 2016 el Consejo Nacional Electoral (CNE) no ha aceptado solicitudes nuevas, ni posibles modificaciones de denominaciones de los mismos. La estrategia del gobierno fue muy sencilla y tal vez por ello pasó casi desapercibida, resaltando que no es la primera vez que usa este mecanismo, ya que esta misma estrategia habría ocurrido con el extinto Movimiento Quinta República (MVR). La historia es la siguiente, el oficialista Luis Tascón junto con otros diputados de la misma línea, luego de ser expulsados del recién creado Partido Socialista Unido de Venezuela, en el año 2007, crearon el partido Nuevo Camino Revolucionario (NCR) logrando su formalización poco tiempo después, midiéndose en las elecciones regionales del 2008, en donde obtuvieron una derrota estrepitosa en las urnas.
Es así como este partido, sin mucha visibilidad, al menos en el ámbito internacional, hasta los primeros meses del año 2018 se encontraba bajo la dirección nacional de Erick Ramírez, siempre del lado oficialista pero sin tener mayor impacto al menos en lo mediático. Es así, que reciben y apoyan la iniciativa del presidente Nicolás Maduro de cambiar su denominación para integrarse con el naciente movimiento MSV. Aceptada esta nueva nomenclatura, en febrero se anunciaba la aprobación, por parte del CNE, de la solicitud de cambio de la denominación del partido Nuevo Camino Revolucionario a Movimiento Somos Venezuela.
La justificación dada por diferentes sectores del gobierno, fue que este partido se presenta como una alternativa a los no militantes del PSUV que desean apoyar la reelección de Maduro. Con el propósito principal de reunir la mayor cantidad de votos y saldar así “una deuda histórica con Hugo Chávez”: obtener más de 10 millones de votos en las elecciones presidenciales. No obstante, pese a la aparente ruptura en el oficialismo, la “manda más” de la Asamblea Nacional Constituyente fue enfática al afirmar que no habían divisiones y la única finalidad era aumentar los votantes por el oficialismo ampliando las toldas partidistas.
La estrategia de crear una nueva imagen para el chavismo, no llegó sola, esta estuvo precedida por una decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en la cual se excluía a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de las elecciones presidenciales, debido a que su participación transgredía la prohibición de doble militancia. Dejando a la oposición sin la posibilidad de presentarse en coalición. Además de la sistemática invalidación de varios de los partidos políticos opositores al gobierno.
Ahora bien, aunque los obstáculos para reconocer institucionalmente la MUD, generaron tropiezos a la oposición al obligarlos a retornar los partidos originales, el descontento de la oposición con los líderes no era precisamente por esta razón. Los líderes opositores han sido muy erráticos con sus mensajes hacia la sociedad civil que vive la crisis en carne propia y la frustrada negociación fue la gota que rebozo la copa.
Por esta razón, desde el sector opositoras y en sincronía con la acción oficialista, se decidió apostar por una nueva fórmula, la creación de una plataforma que intenta integrar todos los sectores descontentos con el gobierno bolivariano. Reuniendo en un mismo espacio, además de los partidos políticos, a las iglesias de diferentes credos, autoridades universitarias, estudiantes, representantes de diferentes gremios e incluso chavistas disidentes, o al menos aquellos que dicen seguir la línea del “chavismo democrático”.
Todos estos actores se congregaron en un gran evento que tuvo lugar el pasado 06 de marzo, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, enarbolando la consigna “Venezuela unida no se rinde”; iniciativa que se materializa con la proclama de creación del “Frente Amplio Venezuela Libre” dos días después del evento. Dejando de presente que esta nueva plataforma no reemplazará a la MUD, pero si significa una composición más amplia.
La primera misión que decidieron asumir, es nada más y nada menos que retornar la democracia al país, reclamando particularmente el cambio de las condiciones electorales, en donde sea factible un cambio político y buscando al mismo tiempo recobrar la confianza de los ciudadanos en la bancada opositora. No obstante, tal parece que el camino es largo, ya que las críticas a la creación del Frente no se hicieron esperar, especialmente al encontrar los mismos rostros de la MUD y los partidos tradicionales. Sin embargo, hay que reconocer que al menos por primera vez la estrategia de la oposición parece tener una al menos mayor unidad en su lucha contra el gobierno.
Ante este escenario en reconfiguración son muchas las interpretaciones, algunos con la convicción de que esto representa una fuerte división al interior del chavismo, entre los devotos al modelo bolivariano liderado por Hugo Chávez y los cercanos al modelo madurista con un proyecto político mucho más cercano al modelo cubano; otros con la creencia de que el MSV, tal solo representa una nueva cara del chavismo buscando legitimidad internacional al demostrar cierta pluralidad política. Esta segunda interpretación, similar a la que se presenta en relación con la oposición, que a través de la creación del Frente Amplio parece ir sepultando la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y por medio de la transformación de su imagen dejar a un lado el desprestigio y la desconfianza por parte de los ciudadanos.
Lo que sí parece ser claro es que la creación de ambos movimientos produce una nueva modificación del tablero político venezolano, al menos en su forma. Cada uno con el propósito de congregar la mayor cantidad de voluntades en proclama de un grado mayor de pluralidad, pero con una consecuencia innegable, una mayor polarización del país. Todo bajo el mismo escenario, la misma crisis y los mismos actores, pero con una nueva imagen, unas nuevas elecciones y unas nuevas promesas de transformación.
